martes, 27 de noviembre de 2012

Soul Love, At Night The Sky is Perfect - Capitulo 4


Gran Netherby estaba a más o menos diez minutos de caminata desde
Pequeño Netherby. Ahí solo había una tienda de beneficencia, una
cafetería, una farmacia, un salón de belleza y la librería, que estaba en la
esquina de la parte más baja de la calle y tenía un pequeño letrero donde
se leía: Librería Sarakai.

Era tan, tan pequeño, que bastaba con parpadear para perderlo de vista.
Intente descubrir cuáles eran las llaves correctas, tratando de recordar las
instrucciones de Sarah. Mientras trataba de abrir la puerta, sentí una
sensación desagradable en la nuca, como si cien pares de ojos me
observasen.

La cortina del salón de belleza, que estaba al otro lado de la calle, hizo un
movimiento brusco y podía ver las señoras que salían de la tienda de
beneficencia, me espiaron largamente y dieron media vuelta. Muy diferente
de Londres, donde a nadie le interesaba nada de nadie
En Gran Netherby, una extraña abriendo la librería era una noticia
importantísima.

Empujé una abertura para conseguir entrar. La tienda era mucho más
grande de lo que parecía por fuera. Había un balcón a la izquierda de la
entrada y detrás un pequeño espacio que funcionaba como oficina. Al otro
lado del mostrador, la tienda se convertía en un bosque de estanterías que
parecían extenderse por millas. Al lado de una de las estanterías, había un
armario.

El lugar era tan polvoriento que, en comparación, hacia la casa de Sarah
parecerse un centro quirúrgico. Empecé a toser. Aquel no era un lugar
donde aquellos que son alérgicos al polvo o tuvieran los nervios delicados pudieran trabajar. Los estantes mal clavados crujían bajo el peso de los
libros.
Daba la impresión de que un movimiento en falso o un estornudo serían
suficientes para que todo colapsara. El único objeto sin polvo era un nuevo
cartel, anunciando el Festival de Netherby en agosto. Miré y vi que algunas
buenas bandas venían a tocar.

Cuando me puse a buscar dinero para regresar, encontré una caja de
discos viejos En ella estaba escrito: Propiedad Personal de Kai. PROHIBIDA
SU VENTA. Di una patada a la caja.

¿Cómo se atreve a decir que se sentía un vegetal siempre que Sarah se le
acercaba?

Era ridículo, partiendo de un hombre que se transformaba en un sapo
lujurioso cada vez que algo remotamente femenino se le acercara.

Recogí una montaña de correspondencia y di un vistazo al escritorio. Basto
una única mirada para ver todo. Había una caja registradora, una vieja
computadora, una radio en mal estado y una silla en la que había un cojín
de terciopelo hecho pedazos y lleno de pelos de gato. También había un
viejo teléfono que no daba línea. La radio por lo menos trabajaba. La
prendí y busque una estación que tocase algo con ritmo o blues. Tire el
cojín de la silla, me senté y comencé a girar al ritmo de la música. Al
girar la segunda vez, me encontré con una cara con un par de patillas
blancas y ojos llorosos mirándome.

— Usted es nueva por aquí — dijo patillas. Sin pensarlo, respondí:

— Y usted, es viejo por aquí. Él se echó a reír y dijo:

— ¡Touche! — A continuación, levantó la mano:

— Julio Lawrence, ¡a su servicio! Todos me llaman Julio.

— Soy Miley— le respondí, mirándolo fijamente. Julio seguía sonriendo y
hablando alto:
— Oh, Miley, ¡la chica de ojos verdes! Este establecimiento era mío hasta
que me retire. En mi tiempo era Libros Antiguos
Julio Lawrence. Su especialidad eran los libros de arte y de fotografía.
  Acarició las tiras de una vieja cámara que llevaba alrededor del cuello y
continuó:

—Hace mucho tiempo, me consideraba un buen fotógrafo. Ahora, como un
viejo y fiel labrador, siempre vuelvo a mi antiguo terreno de caza. La
librería llegó a ser un lugar muy útil, desde que se cerró la biblioteca. De
hecho, tiene correspondencia debajo de la puerta—.  Seguí su mirada a un
cartel marrón y arrugado, pegado en el vano de la puerta.

— Yo creo que por eso no lo he visto llegar – respondí.Fue hasta una
estantería y recogió un libro. Luego, se sentó en una silla y dijo:

— No te preocupes por mí. Soy lo que llaman "fauna local".

Aumente el volumen de la radio y traté de ignorarlo. Aunque yo no lo
admitiese, en realidad estaba contenta de tener compañía. Me gustaba ser
tratada como una adulta, pero era aterrador estar con una tienda entera a
mi cuidado, aún más, una librería empolvada con un nombre vulgar. Julio
dijo en el fondo de la tienda:

— Sarah siempre escucha Radio 4 bien bajito. La música puede tener un
efecto muy perturbador cuando alguien está tratando de sumergirse en un
libro.

— Usted conoce el viejo dicho, Julio — le grité, agachándome para prender
la computadora (quería enviar un correo electrónico a Mía y otro para
Jackson) —La música tiene encantos que domestican a una bestia
salvaje—. Por encima de mí, una voz con cuerpo, dijo:

— ¡Pecho! Es pecho.

Saque la cabeza de debajo la mesa y me encontré mirando a una conocida
camiseta desgastada. Rápidamente, metí la cabeza debajo de la mesa de
nuevo.

— Es en el pecho, sí — le dije, tratando de ahuyentar aquellos delirios
sobre su pecho desnudo. Después, me golpeé la cabeza cuando traté de
salir de debajo de la mesa y en la parte superior con una tela de araña que
estaba allí, esperándome. Cuando por fin conseguí levantarme, él estaba ante una estantería
tomando un libro, que paso para mí:

— La música tiene encantos para calmar el pecho que está sufriendo—dijo,
después se dio la vuelta y salió de la tienda y me dejó con el libro de citas y
las telas de araña decorándome el cabello.

Este no era la más feliz de las presentaciones. Por otra parte, no pude
verlo bien, es decir, aún no lo había visto sin un libro delante de la cara.
Tomé el cartel pegado en la puerta. Yo no quería saber más de visitas
inesperadas. Para mantenerme ocupada, tomé un marcador de una caja
bajo el mostrador, donde estaba escrito en el cartel:




LOS VISITANTES SON BIENVENIDOS
, añadí, DE PREFERENCIA, ¡QUE
COMPREN!



Después me lance en una silla y traté de relajarme.  Una media hora más
tarde, la campana terminó mi paz.

— ¡Las campanas! ¡Las campanas! — Julio hizo una mala imitación de El
jorobado de NotreDame, lo encontré muy divertido y me vi frente a una
anciana que acababa de entrar. Con el pelo rojo brillante y labios púrpura,
parecía salida de una de esas películas de terror antiguas. Lanzó una pila
de libros en el mostrador, miró a mi cartel y dijo:

— Yo también prefiero los compradores. Y mirad que en el salón donde yo
trabajo aparecen muchas más desocupadas.

— Yo no voy a comprar el día de hoy — dijo, mirándome amontonar la pila
de libros.No he aprendido a usar la caja registradora, ni siquiera sabía si
estaba autorizada a comprar libros.

— Ah, ¿no? Bueno, creo que usted conoce bien su negocio. — Ella se fue a una estantería y empezó a hojear algunos libros en mal estado. Julio la
miró:

— Esta es Ava, una cliente regular—.Ava se enderezó:

— Soy perfectamente capaz de presentarme, sin la ayuda de los demás
querido Julio — y diciendo eso, rodó sus ojos:

— Espero que Sarah ya le haya hablado de los Románticos Radicales.

— ¡L'amour, toujoursl'amour
! — dijo Julio efusivamente. Ava continúo sin
dejar de mirarme esperando una respuesta:

— Los Románticos Radicales — repitió muy despacio, como si yo fuese una
débil mental. — Sarah debe haberle dicho acerca de nosotros.

— No exactamente — refunfuñe. — Acabo de llegar.

— Tenemos un acuerdo. Ponemos nuestros libros románticos a circular
por el pueblo y en la tienda. Si una copia se vende, el dinero se queda con
Sarah.

En un movimiento rápido, reemplazó los libros en la estantería y se llevó
los otros metidos en una bolsa. También dejó un paquete en el mostrador.

— He traído estas cosas para Sarah. ¿Está mejor? Sarah tiene que comer.
El desengaño amoroso es terrible—.Al doblar el cuerpo, llegó tan cerca de
mí que podía sentir su aliento de menta. Me agarró del brazo, diciendo:

— Mira, yo nunca he confiado mucho en Kai. Él tiene una mirada errante
y de ternero muy bien diseñada. Añadir a eso un par de versos rimados y
veras que la combinación es letal.

— La gente dice que tengo buenas piernas — Julio interrumpió. Se puso
de pie, se dobló y subió el dobladillo de los pantalones.
Ava siguió: — No puedo seguir charlando pequeña. Muchas cabezas para lavar.
Salió de la tienda meneándose en su falda ajustada. Julio no le quitaba los
ojos a ningún movimiento y exclamó:
— Wow, ¡qué mujer!—Pasó otra hora y yo todavía luchaba para encender
la computadora, cuando Julio se levantó y se estiró:

— ¿Quieres ir a tomar el té de la tarde conmigo?

— No, gracias. Voy a ver a Sarah. A esta hora, ella debería estar aquí — le
respondí. Yo no estaba ni un poco dispuesta a tomar té con un fósil.

— Después del té, pasó por aquí y daré un vistazo en la tienda para ti.
Tengo la llave de aquí — dijo.

Después de que Julio saliera, di un vistazo a los paquetes que Ava dejo.
Había dentro un sándwich con olor irresistible. Arranque un
pedazo, lo comícon avidez y fui a ver a Sarah. En el camino, eche un
vistazo a la cafetería. Esperaba que fuera una de esas casas agitadísimas,
con papel tapiz llena de ilustraciones en negrita y manteles de encaje en
las mesa, pero sólo vi mesas de pino sin adornos y con acceso a
Internet.

Era un lugar que valía la pena conocer. Me detuve un poco y vi a Julio
sentado en la ventana, haciéndome señas y hablando con el chico caliente.
Cuando me daba a la fuga, el chico volteó la cabeza y por un instante, sus
ojos se encontraron con los míos. Era como si alguien me pasara un cubito
de hielo por la espalda.

Miré hacia abajo y seguí mi camino rápidamente. Mi cabeza era un
hervidero.
¿Por qué diablos estoy reaccionado de esa manera?
¿Por qué había dicho que iríacon Sarah, en lugar de ir a tomar el té con
Julio?

Si no hubiera creado esta desastrosa situación mintiendo, habría sido
presentada al Chico Caliente. Pero, al final de cuentas:
¿Porque ese chico me perturbaba tanto? Es probable que tratara a las chicas como mascotas, como Jackson hacía,
para luego dejarlas tiradas. Una cosa era cierta. Yo tendría que sacarlo de
mi cabeza, porque yo Miley Hudson, tenía el increíble talento de siempre
tomar la decisión equivocada.
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L'amour, toujoursl'amour:
 El amor, siempre, el amor.  

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