38. Especial
En la costa de Oregon,
Mo’s es el lugar
de cuencos de sopa de almejas
con pimentón espolvoreado por encima,
y un pan caliente
con una corteza crujiente, dorada.
Bancos de picnic alineados
en la pared de ventanas
con vistas a la bahía.
Estamos sentados en la esquina.
Se quita su sombrero y
se rasca la cabeza.
Incluso con su cabello
Sobresaliendo en todas direcciones,
es lindo.
Trata de aplanarlo,
sonriendo tímidamente hacia mí.
—Está bien —le digo.
—¿Sí?
—Sí.
—Me gusta el rojo —dice—.
En el tuyo.
—Gracias. Mi mamá no era una gran fanática.
Él alcanza su vaso de agua.
—Las madres pueden ser un dolor en el trasero.
Me encojo de hombros.
—La mía lo era.
La mayor parte del tiempo.
—¿Sabe que estás aquí? —pregunta refiriéndose a Kelly, debí
suponer que lo sabría por Selena.
—Más o menos. ¿La tuya?
—Nadie sabe dónde estoy ahora.
Se inclina un poco.
―Excepto tú.
Su sonrisa me ilumina.
—Está bien.
Tú vas primero.
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