94. Un buen hijo
Hay letras negras
sobre el casco dicen:
THE GAL.
Parecía más viejo
que los que lo rodeaban.
Más pequeño, también.
Paso por delante y otra vez,
por el barco,
y veo cómo
Nick pone el peso de plomo
al otro lado,
cerca de una gran red.
―Perdimos un par de éstos
la última vez que estuvimos fuera ―dice―.
Se suponía que debía reemplazarlos
después de nuestro último viaje.
―¿Para qué sirven?
―Mantienen las líneas en la profundidad.
Ahí es donde están los peces.
Son para la pesca.
no para ahogarse.
El alivio llega a mí.
―¿Es éste el barco de tu padre?
―Sí.
Se convirtió en un pescador comercial.
El viento se ha acelerado,
y envuelvo mis brazos
a mi alrededor, tratando de
mantenerme caliente.
Nick no parece darse cuenta.
Está explorando el barco,
como si hubiera perdido algo.
Pasa junto a mí,
y me gustaría tanto
tocarlo,
sentir que estamos conectados de nuevo.
Pero espero,
porque si la persecución,
me ha enseñado algo,
es que el tiempo
lo es todo.
―Vamos ―dice finalmente―.
Vamos a comer.
Debes estar muriéndote de hambre.
Pero no me muevo,
porque hay algo
más en todo esto.
―¿Puedo ver a tu padre?
Me mira,
pero la oscuridad que cae
lo provee
de una máscara.
―No ―responde en voz baja―.
Hoy no.
Supongo que esa es
la única pista que
voy a conseguir.
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