41. Su turno
Me asustan los hospitales.
-Escribo canciones donde quiera que voy.
Me encantan los macarrones con queso.
El nombre de mi perro es Boo.
Me encanta el océano. Viviría y moriría en él si pudiera.
Lo estudio mientras dice cada cosa.
Pero no puedo leerlo y además,
sólo estoy pensando en una cosa:
Por favor sé un cantautor,
por favor sé un cantautor,
por favor sé un cantautor.
Aunque ya se que lo es, pero quiero empezar de
nuevo, ‘’no lo conosco’’
—El nombre de tu perro no es Boo.
—Sí lo es.
Eso sí que era nuevo.
—Mierda.
Uh, no te encanta el océano.
—Sí, me gusta.
¡Si no es un cantautor voy a llorar!
—¿Odias los macarrones con queso? —susurro.
—A diferencia de la mayoría de América, sí.
Qué alivio.
Entonces, tengo que saber.
—¿Estás escribiendo una canción hoy?
Quiero decir, ¿tienes palabras?
¿O alguna idea?
Asiente.
—Como dije, donde quiera que voy.
Por debajo de la mesa,
aprieto mi rodilla,
sólo para estar segura
de que no estoy soñando.
Y para que lo sepas, no lo estoy.
Mientras la camarera pone
nuestra comida frente a nosotros,
trato de descubrir
qué significan las otras verdades.
Quiero preguntar.
Pero sigo su ejemplo,
dejando que las preguntas
floten y se alejen hacia el techo
como el humo
de nuestra sopa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario