93. Atrapada
Selena y yo
No cruzamos palabra.
Ella sabe que estoy asustada,
mientras como mi porción de
Fresas,
limones,
palomitas de maíz, y
gomitas de
algodón de azúcar.
Maneja,
permaneciendo cerca,
pero manteniendo cierta distancia,
para que él no se dé cuenta,
Y trate de perdernos.
Lo seguimos hasta el puerto,
donde los botes de pesca se balancean
con el suave jazz
del océano.
Ella encuentra un lugar para estacionarse
y le digo que se quede aquí,
sonando más fuerte
de lo que en realidad me siento.
Él transporta uno de
los pesos de plomo al muelle.
Lo sigo,
El olor del pescado
me recibe.
Antes de que lo note,
Se monta en un bote.
¿Voy hacia él?
La indecisión me detiene.
¿Me quedo detrás y lo miro?
Podría molestarse
porque lo seguí.
Aun así,
no quiero que
lo impensable
suceda.
En el momento de
sopesar mis opciones,
preciosos segundos pasan,
y no tengo que elegir
porque él elige por mí.
Está ahí,
fuera del bote,
de vuelta en el muelle,
Mirándome.
―¿Es en serio?
―Nick, estaba preocupada.
―Dije que te llamaría.
Me estremezco cuando las afiladas
palabras llegan a mí.
―Lo sé, pero…
―Miley tengo que decírtelo
No me gustan las acosadoras.
Quiero decir, esto no está bien.
Trago y asiento.
―Quédate aquí ―ordena.
En la distancia,
el sol se está poniendo.
Desearía que estuviéramos en
la playa,
mirando,
jugando,
riendo,
como antes.
Cierro mis ojos y pienso:
Por favor recuerda cómo estábamos antes.
Regresa,
cargando el otra peso
que había dejado en el carro.
Respira hondo,
mira el bote por un segundo,
luego me mira otra vez.
Esta vez,
sus palabras son más suaves.
―Está bien,
sígueme.
No hay comentarios:
Publicar un comentario