13. Extrañándote, Selena
Aunque el océano
nunca duerme,
la ciudad de Newport sí, y
ahora,
en las primeras horas de la mañana,
está apenas despierta.
El conductor me deja
en un café.
Dentro, ordeno té caliente
y una dona, y tomo un asiento
con vista.
Dos mujeres mayores
sentadas en el otro extremo
de la sala,
bebiendo y charlando,
una de ellas alta y delgada
con el cuello como de jirafa,
la otra tan gordita,
que tiene tres barbillas
y nada de cuello.
Vaya par.
Me hace pensar
en Selena,
y mi pecho responde
con un dolor sordo.
Somos tan diferentes
como la música country y el hip-hop.
Ella es linda y dulce
con cabello oscuro ondulado.
Yo soy áspera
con tintura roja sangrando
entre mi cabello naturalmente marrón.
Le gustan los colores del arcoíris.
Me gustan los colores tenebrosos.
Canta en los musicales,
toco en una banda de rock.
Tiene otras amigas,
tengo otros amigos.
Excepto por Selena.
Porque las cosas que nos importan,
es lo que tenemos en común.
Nos gusta pasar el tiempo en la ciudad,
comer sushi, hablar de libros,
política, y del drama de la escuela,
amándolo cuando lo vemos cara a cara
e incluso queriéndolo más cuando no.
El arte nos hace reír, nos
gusta
y en los días de verano cuando
no hay nada que hacer,
somos Monet y Picasso,
la calle nuestro lienzo
y la tiza nuestro pincel
elegido.
Ella es una amiga de un millón,
y soy afortunada de que sea mía.
Pensé en pedirle
¿Cómo puedo vivir sin ella?
que viniera conmigo hoy.
Pensé que, tal vez
podría hacerla prometer
que mantenga una sonrisa en ese
adorable rostro
sin importar qué pase.
Pero cuando más lo pensaba,
más decidía que sería pedirle
algo imposible.
Como pedirle a un soldado
que no sienta miedo
antes de dirigirse a la batalla.
Ya me he escapado una vez,
y soy la que más tiene que ganar
al mantener mi propia promesa.
Es mejor así.
Un poco solitaria.
Pero mejor.
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