Tan pronto como llegó a la plaza, entendió lo que selena había querido decirle. Habría unas veinte mujeres rodeando a nick, y docenas más boquiabiertas al pasar cerca del tenderete.
Las que estaban más cerca de él, se empujaban a codazos tratando de llamar su atención.
Pero lo más increíble de todo era contemplar a las tres mujeres que le pasaban los brazos por la cintura, mientras otra les hacía una foto.
— Gracias —ronroneó una de ellas, cuya edad rondaría los treinta y cinco, dirigiéndose a nick mientras le arrebataba la cámara a la chica que acababa de hacer la instantánea. La sostuvo delante del pecho en un intento de atraer la atención de nick, pero él no pareció interesado en lo más mínimo—. Esto es simplemente maravilloso —continuó babeando—. No puedo esperar a llegar a casa y enseñársela a mi grupo de novela. Jamás me creerán cuando les cuente que me he encontrado con un modelo de portada de novela romántica en el Barrio Francés.
Había algo en la rigidez de nick que le decía que no le gustaba la atención que despertaba. Pero tenía que admitir que no se comportaba de forma abiertamente maleducada.
No obstante, la sonrisa no le llegaba a los ojos; y la que tenía en esos momentos no se parecía en nada a la que le había dedicado a ella la noche anterior.
— Un placer —les contestó.
Las risitas que siguieron al comentario fueron ensordecedoras. miley agitó la cabeza totalmente incrédula.¡Chicas, un poco de dignidad…!
Y de nuevo, observando el rostro de nick, su cuerpo y su sonrisa, le sobrevino aquella sensación de vértigo, tan habitual desde que le viera por primera vez.
¿Cómo iba a culparlas por comportarse como adolescentes a la puerta de un concierto en un centro comercial?
De repente,nick miró más allá de la marea de admiradoras y la vio. miley arqueó una ceja, indicándole que encontraba la situación bastante divertida.
Al instante, la sonrisa se borró de su rostro y clavó los ojos en ella como un hambriento depredador que acaba de encontrar su próxima comida.
— Si me disculpan —dijo, abriéndose paso entre las mujeres y dirigiéndose directamente hacia miley.
Ella tragó saliva al percibir la instantánea hostilidad de las mujeres, que fruncieron el ceño en masa, observándola.
Pero fue mucho peor el repentino y crudo arrebato de deseo que la recorrió por completo, e hizo que su corazón comenzara a latir descontrolado. Con cada paso que nick daba hacia ella, la sensación se multiplicó por diez.
— Saludos, agapimeni —dijo nick, alzándole la mano para depositar un beso sobre los nudillos.
Una ardiente descarga eléctrica recorrió su espalda y, antes de que pudiese moverse, él la arrastró hacia sus brazos y le dio un tórrido beso que le desgarró el alma.
Cerró los ojos de forma instintiva y saboreó la calidez de su boca y de su aliento; la sensación de sus brazos rodeándola con fuerza contra su pecho, duro como una roca. La cabeza comenzó a darle vueltas.
¡Uf, ciertamente este hombre sabía cómo dar un beso! nick tenía una forma de mover los labios que desafiaba cualquier posible explicación.
Y su cuerpo… miley nunca había sentido nada parecido a esos músculos esbeltos y duros flexionándose a su alrededor.
Una de las «admiradoras» susurró un apenas audible ¡Lagarta!, que rompió el hechizo.
— nick, por favor —murmuró—. La gente nos mira.
— ¿Y a ti te importa?
— ¡Pues claro!
Nick separó sus labios de los de miley con un gruñido, y volvió a dejarla sobre el suelo. Sólo entonces, fue consciente de que la había estado sosteniendo, aparentemente sin mucho esfuerzo.
Con las mejillas al rojo, miley captó las miradas envidiosas de las mujeres mientras se dispersaban.
nick se apartó y dio un paso hacia atrás; su rostro mostraba a las claras lo poco dispuesto que estaba a mantenerse alejado.
— Por fin —dijo selena con un suspiro—. De nuevo puedo oír —dijo agitando la cabeza—. Si hubiese sabido que iba a funcionar, yo misma le habría besado.
Miley le dedicó una sonrisilla satisfecha.
— Bueno, tú eres la culpable.
— ¿Cómo dices? —le preguntó selena.
miley señaló la ropa de nick con un gesto de la mano.
— Mira cómo va vestido. No puedes mostrar en público a un dios griego con unos pantalones cortos y una camiseta de tirantes dos tallas más pequeña de la que necesita. ¡Jesús, selena!, ¿en qué estabas pensando?
— En que estamos a 38º con una humedad del ciento diez por ciento. No quería que muriese por un golpe de calor.
— Señoras, por favor —dijo nick, interponiéndose entre ellas—. Hace demasiado calor como para estar discutiendo en plena calle sobre algo tan trivial como mi ropa —dijo, deslizando una hambrienta mirada sobre miley, y sonriendo de una forma que derretiría a cualquier mujer—. Y no soy un dios griego, sólo un semidiós menor.
miley no entendió lo que nick decía, ya que el sonido de su voz la tenía cautivada. ¿Cómo lo conseguía?, ¿cómo hacía que su voz sonara con ese tono tan erótico?
¿Sería su timbre profundo?
No, era algo más. Pero no acaba de entender qué podía ser.
Honestamente, lo único que quería era encontrar una cama y dejar que hiciese con ella todo lo que se le antojase; y sentir su apetitosa piel bajo las manos.
Observó a selena y vio que ésta se lo comía con los ojos, mientras le miraba las piernas desnudas y el trasero.
— Tú también lo sientes, ¿verdad? —le preguntó.
selena alzó la mirada, parpadeando.
— ¿El qué?
— A él. Es como si fuese el Flautista de Hamelin y nosotras fuésemos las ratas, seducidas por su música —miley se dio la vuelta y observó el modo en que las mujeres lo miraban; algunas incluso estiraban el cuello para verle mejor—. ¿Qué hay en él que nos hace olvidar nuestra voluntad? —preguntó.
nick arqueó una ceja con un gesto arrogante.
— ¿Yo te atraigo en contra de tu voluntad?
— Sinceramente sí. No me gusta sentirme de este modo.
— ¿Y cómo te sientes? —le preguntó él.
— Sexualmente atractiva —le contestó antes de poder contener la lengua.
— ¿Cómo si fueras una diosa? —le volvió a preguntar él con voz ronca.
— Sí —respondió, mientras nick se acercaba a ella.
No la tocó, pero tampoco es que hiciese falta. Su mera presencia conseguía abrumarla y embriagarla tan sólo con que clavase su mirada en sus labios o en su cuello. Podía jurar que realmente sentía el calor de sus labios sobre la garganta.
Y nick ni siquiera se había movido.
— Yo puedo decirte qué es —ronroneó él.
— La maldición, ¿no es cierto?
nick negó con la cabeza mientras alzaba una mano para pasarle muy lentamente el dedo por el pómulo. Nessa cerró los ojos con fuerza al sentir una feroz oleada de deseo. Si no lo miraba, quizás fuese capaz de mantenerse firme y no capturar ese dedo con los dientes.
nick se inclinó un poco más y frotó la mejilla contra la de ella.
— Es el hecho de que puedo percibirte a un nivel que los hombres de tu misma edad no aprecian.
— Es el hecho de que tienes el traserus más firme que he visto en mi vida —dijo Sunshine, interrumpiéndolos—. Por no mencionar que cualquiera se muere al escuchar tu voz. Me gustaría que alguna de vosotras dos me dijera dónde puedo hacerme con uno de éstos.
Miley rompió a reír a carcajadas ante el inesperado comentario de Sunshine.
— Míralo —dijo la chica, señalando a nick con el lápiz. Tenía la mano manchada de pintura gris, al igual que la mejilla derecha—. ¿Cuándo fue la última vez que viste a un hombre tan bien formado, con unos músculos tan tonificados que puedes ver cómo la sangre corre por sus venas? Tu novio es… a ver… está bueno. Está buenísimo —y después añadió con una expresión muy seria: — Está como un camión.
Sunshine giró un poco su cuaderno de bocetos para que miley pudiese ver su interpretación de nick.
— ¿Te das cuenta del modo en que la luz resalta el tono dorado de su piel? Da la sensación de que el sol le besara.
miley frunció el ceño. Sunshine tenía razón.
nick se inclinó hacia ella, con los ojos azules repletos de pasión.
— Vuelve a casa conmigo, miley —le susurró al oído—. Ahora. Déjame que te abrace, que te desnude y que te enseñe cómo quieren los dioses que un hombre ame a una mujer. Te juro que lo recordarás durante el resto de tu vida.
miley cerró los ojos mareada con el aroma del sándalo. El aliento de nick le acariciaba el cuello y su rostro estaba tan cerca .
Todo su cuerpo quería rendirse ante él. Sí, por favor, sí.
Miró los definidos y duros músculos de los hombros y el hueco de la garganta. ¡Ay, cómo desearía pasar la lengua por esa piel dorada, y comprobar que el resto de su cuerpo era tan sabroso como su boca!
nick sería espléndido en la cama. No había duda.
Pero ella no significaba nada para él. Nada en absoluto.
— No puedo —balbuceó, dando un paso atrás.
Con la decepción reflejada en los ojos, nick apartó la mirada y adoptó una actitud brusca y resuelta.
— Podrás —le aseguró.
Interiormente, sabía que nick tenía razón. ¿Cuánto tiempo sería capaz una mujer de resistirse a un hombre como él?
Alejando esos pensamientos de la mente, miró al otro lado de la calle, a Jackson Brewery.
— Necesitamos comprarte algo que te siente bien.
— No he podido hacer otra cosa; le saca una cabeza a taylor, y es dos veces más ancho de hombros —dijo Selena—. La estupenda idea de que lo trajera conmigo fue tuya.
miley la miró con los ojos entornados.
— De acuerdo. Estaremos en Brewery, por si nos necesitas.
— Muy bien, pero tened cuidado.
— ¿Que tengamos cuidado? —preguntó miley.
selena señaló a nick con el dedo gordo.
— Si hay una estampida de mujeres, hazme caso y apártate de su camino. Desde que se fue el último grupo de «admiradoras» no siento el pie derecho.
miley cruzó la calle entre carcajadas. Sabía que nick iría tras ella; de hecho, sentía su presencia justo a su espalda. Era algo innegable: ese hombre tenía una forma horrorosa de invadir sus pensamientos y sus sentidos.
Ninguno de los dos dijo una palabra mientras atravesaban la atestada galería comercial, y entraban en la primera tienda que vieron.
miley echó un vistazo hasta encontrar la sección de ropa masculina. Cuando la localizó, se dirigió hacia allí.
— ¿Qué estilo de ropa te gusta más? —le preguntó a nick, mientras se detenía junto al expositor de los vaqueros.
— Para lo que tengo en mente, el nudismo nos vendría bien.
miley puso los ojos en blanco.
— Estás intentando fastidiarme, ¿verdad?
— Tal vez. Debo admitir que me gustas mucho cuando te sonrojas.
Y se acercó a ella.
miley se apartó y dejó que el mostrador de los vaqueros se interpusiera entre ellos.
— Creo que necesitarás por lo menos tres pares de pantalones mientras estés aquí.
Él suspiró y miró atentamente los vaqueros.
— ¿Para qué molestarte si me iré dentro de unas semanas?
miley lo miró furiosa...
— ¡Jesús, nick! —le espetó, indignada—. Te comportas como si nadie se hubiese preocupado de vestirte en tus anteriores invocaciones.
— No lo hicieron.
miley se quedó paralizada ante el desapasionado tono de su voz
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