Ni siquiera Penélope. Siempre había faltado algo cuando su mujer lo miraba, o cuando lo acariciaba.
Su corazón, comprendió con un sobresalto. miley estaba en lo cierto. Era muy diferente cuando el corazón no estaba involucrado. Era algo muy sutil, pero siempre había percibido el vacío en las caricias de Penélope, en sus palabras; y eso había hecho que su alma ennegrecida sufriera aún más.
Súbitamente, Cupido se materializó junto a selena y miró a nick con una tímida sonrisa.
— Olvidé decirte algo.
nick dejó escapar un suspiro encolerizado.
— No sé por qué tenéis la costumbre de olvidaros de algo. Y, suele ocurrir, que ese algo es siempre lo más importante. ¿Qué has olvidado esta vez?
Cupido no fue capaz de enfrentar la mirada de su hermano.
— Como muy bien sabes, estás condenado a, digámoslo así, sentirte forzado a complacer a la mujer que te invoque.
nick lanzó una rápida mirada a miley y su miembro se tensó malévolamente en respuesta.
— Soy muy consciente de ese hecho.
— ¿Pero eres consciente de que con cada día que pase sin poseerla, tu cordura irá desapareciendo? Para cuando el mes esté llegando a su fin, serás un loco desesperado por la falta de sexo y la única forma de sanarte será ceder a tus deseos. Si no lo haces, hermano, sufrirás una agonía tan dolorosa que el castigo de Prometeo a tu lado parecerá una estancia en los Campos Elíseos.
selena jadeó.
— ¿Prometeo no es el dios que supuestamente entregó el fuego a la humanidad? —preguntó miley.
— Sí —respondió Cupido.
miley miró nerviosa a nick.
— ¿El que fue encadenado a una roca y condenado a que todos los días un águila se comiese sus entrañas?
— Y a que cada noche se recuperara para que el pájaro pudiera seguir comiendo al día siguiente —acabó nick en su lugar. Los dioses sabían cómo castigar a aquéllos que los fastidiaban.
Una ira amarga se extendió por sus venas mientras observaba a Cupido.
— Os odio.
Cupido asintió.
— Lo sé. Ojalá no hubiese hecho nunca lo que me pediste. Lo siento mucho. Lo creas o no, mami y yo estamos muy arrepentidos.
Con las emociones revueltas, nick no fue capaz de decir nada. Desolado, lo único que veía era el rostro de Penélope en su mente, y la visión le hacía encogerse de dolor.
Una cosa era que su familia lo castigara a él, pero nunca deberían haber tocado a los que eran inocentes.
Cupido depositó una cajita en la mesa, frente a él.
— Si no quieres abandonar la esperanza, vas a necesitar esto.
— Cuídate de los regalos de los dioses —dijo nick amargamente, mientras abría la caja para encontrar dos pares de grilletes de plata y un juego de diminutas llaves, colocadas sobre un lecho de satén azul oscuro. Al instante reconoció el intrincado estilo de su padrastro.
— ¿Hefesto?
Su hermano asintió.
— Ni Zeus puede romperlas. Cuando sientas que pierdes el control, te aconsejo que te encadenes a algo realmente sólido y que te mantengas… —esperó un momento mientras miraba fijamente a miley— alejado deella.
nick tomó aire. Podría reírse ante la ironía, pero ni siquiera era capaz de reunir fuerzas. De una u otra manera, en cada invocación, siempre acababa encadenado a algo.
— Eso es inhumano —balbució miley.
Cupido le dedicó una mirada feroz.
— Nena, hazme caso; si no lo encadenas, lo lamentarás.
— ¿Cuánto tiempo tardará? —preguntó nick.
Él se encogió de hombros.
— No lo sé. Depende mucho de ti y del autocontrol del que dispongas —espetó Cupido—. Conociéndote, es bastante posible que ni siquiera las necesites.
nick cerró la caja. Podía ser muy fuerte, pero no tenía el optimismo de su hermano. Lo había perdido hacía mucho, lenta y dolorosamente.
Eros le palmeó la espalda.
— Buena suerte.
nick no dijo nada mientras su hermano se alejaba. Miraba fijamente la caja mientras las palabras de Cupido resonaban en su cabeza. Si algo había aprendido a lo largo de los siglos, era a dejar que las Parcas se salieran con la suya.
Era una estupidez pensar que tenía la oportunidad de ser libre. Era su penitencia y debía aceptarla. Era un esclavo, y un esclavo seguiría siendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario