Mordisqueó la pizza y se cambió de asiento. Se acomodó en un sillón en la otra punta de la sala, a modo desafío personal. Sí. Demostraría a selena y al libro que ella dominaba la situación.
Después de cuatro porciones de pizza, dos pastelitos de chocolate, cuatro copas de vino y una película, se reían a más no poder tumbadas en el suelo sobre los cojines del sofá mientras veían Dieciséis velas.
— «Dices que es tu cumpleaños» —comenzó selena a cantar, y acto seguido golpeó el suelo como si de unos bongos se tratara— «También es el mío».
miley le golpeó la cabeza con un cojín y le dio la risa tonta al comprobar los efectos del vino.
— ¿miles? —dijo selena burlona—. ¿Estás achispada?
miley volvió a reírse.
— Más bien, agradablemente contenta. Maravillosamente contenta.
selena se rió de ella y le deshizo la coleta.
— Entonces, ¿estás dispuesta a hacer un pequeño experimento?
— ¡No! —gritó miley con énfasis, sujetándose los mechones de pelo tras las orejas—. No quiero utilizar la Ouija, ni hacer lo del péndulo y te juro que si veo una sola carta del Tarot o una runa, te vomitaré encima los pastelitos.
Mordiéndose el labio, selena cogió el libro y lo abrió.
Las doce menos cinco.
Sostuvo el dibujo para que miley lo observara y señaló aquel increíble cuerpo.
— ¿Qué opinas de él?
miley lo miró y sonrió.
— Está para relamerse, ¿verdad?
Bueno, definitivamente la cosa iba progresando. No conseguía recordar la última vez que miley le había dedicado un cumplido a un hombre. Movió juguetonamente el libro frente al rostro de su amiga.
— Venga, miley. Admítelo. Deseas a este bombón.
— Si te digo que no le dejaría salir de mi cama ni a cambio de unas galletas saladas, ¿me dejarías en paz?
— Puede. ¿A qué más renunciarías por mantenerlo en tu cama?
miley puso los ojos en blanco y apoyó la cabeza sobre un cojín.
— ¿A comer sesos de mono a la plancha?
— Ahora soy yo la que va a vomitar.
— No estás prestando atención a la película.
— Lo haré si pronuncias este hechizo tan cortito.
miley alzó las manos y suspiró. Sabía que no merecía la pena discutir con selena… tenía aquella expresión. No se detendría hasta salirse con la suya, ni aunque cayese un meteorito sobre ellas en ese mismo momento.
Además, ¿qué había de malo? Ya hacía mucho tiempo que sabía que ninguno de los estúpidos rituales y encantamientos de selena funcionaban.
— Vale, si así te sientes mejor, lo haré.
— ¡Sí! —gritó selena y la agarró de un brazo para ponerla en pie—. Necesitamos salir al porche.
— Muy bien, pero no voy a cortarle el cuello a un pollo, ni voy a beber nada asqueroso.
Con la sensación de ser una niña a la que habían dejado dormir en casa de una amiga, y que acababa de perder en el juego de Verdad-Atrevimiento, dejó que selena la precediera a través de la puerta corredera de cristal que daba al porche. El aire húmedo llenó sus pulmones, escuchó a los grillos cantar y descubrió miles de estrellas brillando sobre su cabeza. miley supuso que era una noche perfecta para invocar a un esclavo sexual.
Se rió por lo bajo.
— ¿Qué quieres que haga? —le preguntó a selena—. ¿Pedir un deseo a un planeta?
selena negó con la cabeza y la colocó en mitad de un rayo de luna que se colaba entre los árboles y el alero del tejado. Le ofreció el libro.
— Apóyalo en el pecho y abrázalo con fuerza.
— ¡Oh, nene! —dijo miley con fingido deseo mientras envolvía amorosamente el libro con sus brazos y lo acercaba a su pecho, como si de un amante se tratara—. Me pones tan cachonda… No puedo esperar a hundir mis dientes en ese maravilloso cuerpo que tienes.
selena se rió.
— Para. ¡Esto es serio!
— ¿Serio? Por favor. Estoy aquí fuera en mitad del porche, el día de mi cumpleaños, descalza, con unos vaqueros a los que mi madre les prendería fuego y abrazando un estúpido libro para invocar a un esclavo sexual griego que está en el más allá —miró a selena—. Sólo conozco una manera de hacer que esto sea aún más ridículo…
Sosteniendo el libro con una sola mano, extendió los brazos a ambos lados, echó la cabeza hacia atrás y comenzó a rogar al oscuro cielo:
— ¡Oh! Fabuloso esclavo sexual, llévame contigo y hazme todas las cosas escandalosas que sepas. Te ordeno que te levantes —dijo, alzando las cejas.
selena resopló.
— Así no es como debes hacerlo. Tienes que decir su nombre tres veces.
miley se enderezó.
— Esclavo sexual, esclavo sexual, esclavo sexual.
Con los brazos en jarras, selena le lanzó una furiosa mirada.
— nicolas de Macedonia.
— ¡Oh! Lo siento —dijo Vanessa volviendo a apretar el libro sobre el pecho, y cerrando los ojos—. Ven y alivia el dolor que siento en mis partes bajas, ¡Oh! Gran nicolas de Macedonia, nicolas de Macedonia, nicolas de Macedonia —se giró para mirar a selena—. ¿Sabes? Esto es un poco difícil de pronunciar tres veces seguidas, y tan rápido.
Pero su amiga no le prestaba la más mínima atención. Estaba muy ocupada mirando por todos lados, esperando la aparición de un apuesto extraño.
miley acababa de poner otra vez los ojos en blanco, cuando un ligero soplo de viento cruzó el patio y un suave aroma a sándalo las envolvió. Volvió a inhalar para recrearse de nuevo en el agradable olor antes de que se evaporara, y entonces la brisa desapareció, dejando de nuevo el caluroso y húmedo bochorno, típico de una noche de agosto.
De repente, se escuchó un débil sonido procedente del patio trasero, y las hojas de los arbustos se movieron.
Arqueando una ceja, miley contempló como las plantas se mecían. Y entonces, el diablillo que había en ella cobró vida.
— ¡Oh, Dios mío! —farfulló y señaló a un arbusto del patio trasero—. ¡selena, mira allí!
selena se giró a toda prisa ante el nerviosismo de miley. Un enorme seto se mecía como si hubiese alguien detrás.
— ¿nick? —le llamó Selena, y dio un paso hacia delante.
El arbusto se inclinó y, súbitamente, un siseo y un miau rompieron el silencio, un segundo antes de que dos gatos cruzaran el patio como una exhalación.
— Mira, sel. Es el señor Don Gato que viene a poner fin a mi celibato —sostuvo el libro con un brazo y se llevó el dorso de la mano a la frente, en un simulacro de desmayo—. ¡Oh, ayúdeme Señora de la Luna! ¿Qué voy a hacer con las atenciones de tan desacertado pretendiente? Ayúdeme rápido, antes de que me mate a causa de la alergia.
— Dame ese libro —le espetó selena quitándoselo de un tirón. Regresó a la casa mientras pasaba las páginas—. ¡Joder!, ¿qué he hecho mal?
miley abrió la puerta para que selena pasara al fresco interior de la sala.
— No hiciste nada mal, cielo. Esto es absurdo. ¿Cuántas veces tengo que decirte que hay un viejecillo sentado en la parte trasera de un almacén, escribiendo toda esta porquería? Apostaría a que ahora mismo está partiéndose de la risa por lo imbéciles que hemos sido.
— Quizás era necesario hacer algo más. Me juego lo que sea a que hay algo en los primeros párrafos que no puedo interpretar. Debe ser eso.
miley cerró la puerta de cristal y suplicó un poco más de paciencia.
Y me llama testaruda, ¡a mí!
El teléfono sonó en ese instante y, al contestarlo, miley escuchó la voz de taylor preguntado por selena.
— Es para ti —dijo alargándole el auricular.
selena lo cogió.
— ¿Sí? —se mantuvo en silencio unos minutos. miley podía escuchar la voz nerviosa de taylor. Por la repentina palidez del rostro de su amiga, dedujo que algo había pasado.
— Vale, vale. Llegaré enseguida. ¿Estás seguro de que te encuentras bien? Vale, te quiero. Voy de camino… no hagas nada hasta que yo llegue.
No hay comentarios:
Publicar un comentario