sábado, 27 de octubre de 2012

The Beautiful Between - Capitulo 11


Capítulo 11
Nick no viene para su cigarrillo de todas las noches, pero eso no me
sorprende, ya que es sábado. Seguro que tiene cosas mejores que
hacer un sábado por la noche: fiestas calientes, chicas calientes. Los
príncipes no juegan a las cartas, así que estoy segura de que está en
uno de esos fabulosos lugares de Manhattan, bailando con la más
reciente chica, o por lo menos con los miembros de su séquito.  
Y la cosa es, que no estoy celosa, no exactamente. Tengo mucho trabajo
que hacer, tengo la parte verbal de los SAT por venir, pero las
matemáticas siguen pateándome el trasero. Pero me pregunto cómo
sería esa clase de vida. No quiero vivir de esa manera todo el tiempo,
pero tal vez una vez; ser mala, enloquecer a mi madre por volver a casa
a las cuatro de la mañana, tratar de beber o fumar marihuana, y sólo
ver de que se trata ser uno de los chicos cool.  
Nick nunca me invita; soy la chica con la que fuma en privado, se
sienta unos pocos minutos durante el almuerzo. No soy el tipo de chica
que le gustaría invitar a salir de fiesta. Incluso si quisiera, no podría,
porque estoy segura de no parecer del tipo que va. Sería muy
embarazoso para él, para mí, para todo el mundo.  
El domingo, mi madre y yo tenemos una charla. Mientras caminamos
hacia el restaurante, me pregunto qué pasaría si le preguntara por mi
padre, si le preguntara cómo murió. Pero después de tantos años de
silencio sobre el tema, no estoy dispuesta a sacarlo a colación entre
bagels
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 y salmón ahumado. Pero me pregunto qué pasaría si lo hiciera.  
Pedimos, y esperamos hasta que la comida llega para abordar un tema:
estoy segura de que está muriéndose por hablar un momento.  
―Por lo tanto, ¿Nick Cole va a venir a estudiar esta semana?  
Creo que es gracioso que ella lo llame por su nombre completo. Me
decido a hacer lo mismo.   
―Lo dudo. Nick Cole me estaba ayudando con física, y creo que ha
recibido mi calificación.
                                                
 Bagels: Tipo de pan, tradicionalmente en forma de un anillo de masa de trigo, más o
menos del tamaño de una mano, que primero se hierve durante un breve período de
tiempo en el agua y luego se hornea. El resultado es denso, el interior masticable, con
un exterior dorado y crujiente.


―Eso ciertamente fue muy amable de su parte.  
―Sí, bueno, yo le estaba ayudando con el SAT.  
Mi madre se ríe.   
―Oh, cariño, seguro que lo estabas, pero ya sabes que los Cole pueden
pagar a un profesor particular. ―Ella no está diciendo eso para ser
mala, quiere decir: ves, esa era sólo una excusa para pasar el tiempo
contigo, porque le gustas.  
Trato de fingir que no estoy pensando lo mismo. Trato de fingir que no
estoy igual de curiosa por su repentino interés en mí.  
―Sé que pueden, pero creo que sólo estaba tratando de hacerme sentir
mejor por la necesidad de ayudarme con la física.  
―Que caballero ―Toma un bocado de su comida―. Por supuesto, es una
pena por la hija.  
La miro con dureza.   
―¿La hija? ¿Te refieres a Kate?   
―Sí. Oh, cariño, ¿no te has enterado? ―Niego con la cabeza―. Bueno, no
sé los detalles, pero al parecer está muy enferma. ¿No lo sabías? ¿No ha
faltado a la escuela últimamente?  
―Sí ―Mastico cuidadosamente―. No la he visto, de hecho, en casi una
semana. Más.  
―¡Dios mío! Son una familia encantadora. ―Asiento con la cabeza, sin
prestarle más atención (honestamente, ¿qué importa si son una familia
encantadora, o no?), pero me pregunto qué pasa con Kate, qué tipo de
enfermedad tiene. Kate, la chica que piensa que soy cool. Y muy linda.  
Mi madre continúa:   
—¿Tú conoces a mi amiga Marian? ―Asiento con la cabeza―. Bueno,
ella es amiga de Ellie Swift, que es casi la mejor amiga de Joanie Cole,
¿la mamá de Nick? —Asentí con la cabeza una vez más―. Bueno, al
parecer Ellie le dijo a Marian que Kate Cole estaba enferma, no me dijo
qué tiene, no quería traicionar la confianza de Joanie.  
―Es un poco tarde para eso ―la corto, dándome cuenta de que digo lo
que parece.
Mi madre se ve sorprendida.  
―¿Qué? Bueno de todos modos, es muy grave. Marian dijo que
obviamente, Joanie esta negándolo, pero ella, Marian, puede decir que
realmente es muy grave.  


Mi madre podría ser un estudiante de séptimo grado, intercambiando
chismes entre los casilleros. En mi cabeza, la veo con una falda plisada,
los libros de texto en sus brazos, me la imagino charlando con Marian y
Ellie fuera del comedor. Trato de no pensar acerca de Kate. Con la
tendencia de mi madre hacia la hipérbole, la enfermedad de Kate puede
ser algo relativamente de menor importancia, como un caso grave de
gripe o algo, lo suficiente para mantenerla fuera de la escuela, pero
nada que pudiera hacer cualquier daño permanente. Nick me lo
habría dicho si fuera algo más grave.  
Bueno, en realidad, por supuesto que no lo haría. Nunca me dice nada
acerca de sí mismo, y ahora que lo pienso, nunca le digo nada de mí.
Limitamos nuestras conversaciones a la escuela, estudiar, y a la
anoréxica Alexis. Eso es bastante.  
Y, ciertamente, si hablaba en serio, Nick no habría venido a fumar
cada noche de esa manera. Habría estado en casa con su familia. ¿Por
qué iba a querer pararse en una esquina conmigo en un momento así?
Mi madre y yo vamos de compras después del almuerzo. Caminamos
por Madison, de la ochenta a la setenta, parando en pequeñas
boutiques a lo largo del camino. Mi madre está en un saque de
accesorios. Escoge un cinturón, y por primera vez me doy cuenta de que
tal vez su sentido de la moda no es tan perfecto como pensaba antes.
Siempre parecía tan atractiva para mí: la madre mejor vestida cuando
me llevaba a la escuela, no como las madres que se presentaban por la
mañana llevando sudaderas o polainas, como si acabaran de salir de la
cama. No, mi madre tenía ropa, se vestía con todo. Ahora me pregunto a
quién estaba tratando de impresionar. Toma unos zapatos mucho más
llamativos que los que yo usaría, y soy una adolescente. Quiero decirle
que no son adecuados, pero creo que se pondría un poco loca, o dolida.
Así que sigo con mis pensamientos y seguimos por Madison, a la tienda
de al lado. En la setenta, hay un bloque donde la acera está
pavimentada de manera diferente de lo que lo está en cualquier otro
lugar. El cemento, literalmente, brilla en la luz del sol, hay destellos en
la acera.  
Cuando yo era pequeña, solía imaginar que la calle estaba pavimentada
con oro y plata de los príncipes y princesas que la atravesaban, incluida
yo. Me concentre en eso ahora, entrecerrando los ojos a los destellos, 
todavía sin comprender por completo cómo, o por qué, brillaba de esa
manera.  
***
Más tarde, mientras mamá sigue de compras, decido hacer algún
trabajo de detective aficionado en casa. Como verdadero aficionado, mi
trabajo detectivesco se limita a los cajones del escritorio de mi madre,
una pieza de mobiliario que nunca había notado antes, siempre me
pareció más decorativa que funcional. Mi madre ocupa la mayor parte


del apartamento; en llamadas telefónicas, literalmente, pasa de un
extremo a otro, serpenteando su camino dentro y fuera de cada
habitación, incluso el baño. Su ropa ocupa los armarios de su
habitación, los de la puerta principal, e incluso parte de los armarios de
mi habitación. No creo que pueda esconder algo de importancia en algo
tan pequeño como este escritorio.  
Pero aun así, sus tres cajones son el único lugar que se me ocurre para
empezar a buscar, aunque nunca la he visto sentada allí.  
El primer cajón está lleno de sobres y sellos, viejas estampas, como las
de veinticinco centavos con las que apenas llevarías una tarjeta postal a
su destino ahora.  
Y viejas tarjetas de felicitación: no las tarjetas que ha recibido, pero
tarjetas, que estoy segura, de que intentó enviar, tarjetas de
cumpleaños y aniversario y esas tarjetas de «mejórate pronto». Estoy
segura de que mi madre las compró para tener un suministro a mano
cuando surja la necesidad, pero, igualmente estoy segura de que no se
acuerda que están aquí. O tal vez, sólo están en este cajón porque cree
que una mujer debe tener un suministro a su disposición.  
Segundo cajón, me sorprender encontrar que tiene dibujos antiguos
míos, no fotografías, pero sí los dibujos con lápices de colores y un
marcador, que hice cuando era mucho más joven. Encuentro mi
certificado de jardín de infancia, que realmente no es un diploma, sólo
un pedazo de papel de construcción en el que nos habíamos dibujado a
nosotros mismos y sobre el cual nuestra maestra escribió: «Diploma de
jardín de infantes». Cuando yo era pequeña, mi ahora cabello oscuro,
tenía flecos rubios, y me doy cuenta de que había tratado de demostrar
esto en mi imagen mediante el uso de marcadores, tanto de color
marrón y amarillo para el pelo. El resultado hace que parezca como si
un grupo de abejorros atacaran mi cráneo. Lo saqué del cajón para
guardarlo. Estoy segura de que mi madre no lo echara de menos.  
En el tercer cajón están las fotografías. Mi madre cuenta con dos
álbumes, pero nunca los llena correctamente, y termina dejando fotos
por todo el apartamento: atrapadas entre los libros en los estantes,
amontonadas en una cesta en la cocina y en la parte superior de su
mesita de noche, metidas en su joyero. 

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