sábado, 27 de octubre de 2012

What A Feeling- Capitulo 25


Nick se detuvo en seco en medio de la calle como si hubiera descubierto algo importante. Ya estaba. Por fin sabía lo que tenía que hacer; tenía que recuperar su amistad con Miley, quería que volviera a sonreírle y quería volver a charlar con ella hasta las tantas. Aprovecharía una de esas charlas para advertirle sobre Anthony, y seguro que entonces todo volvería a la normalidad. Lo único que tenía que hacer era asegurarse de no tocarla de nuevo. Ya sabía lo que pasaría si lo hacía, y no quería arriesgarse a eso. Era valiente, pero no tanto; y con este último pensamiento, tomó el camino de regreso a su piso.


Miley se puso el pijama y decidió que leería un rato. No tenía sueño y a lo mejor así podía esperar a que Nick llegara y empezar a poner en práctica los consejos que Anthony le había dado. Según él, Nick se pasaba la mano por el pelo siempre que ella se mordía el labio, y eso era señal de que se ponía muy nervioso. Miley se estaba preparando un té cuando sonó el teléfono. No tuvo tiempo de dejar la tetera encima de la mesa antes de que el contestador ya respondía a la llamada.
—Nick, «cari», ¿estás ahí? —Era Monique. Miley se quedó helada. Según Nick, hacía más de tres meses que no la veía—. Supongo que no. —Soltó una risa tonta—. Te llamaba para decirte que he encontrado esa bufanda tuya que tanto te gusta detrás de mi sofá. —Hizo una pausa dramática y continuó—. Si quieres recuperarla, ya sabes donde estoy. Ciao.
Miley estaba tan furiosa que temió romper el asa de la taza que aún sujetaba entre los dedos. Intentó serenarse. Si analizaba con calma el mensaje de Monique, podía darse cuenta de que nada implicaba que Nick hubiera estado con ella. Esa bufanda, si en realidad existía, podía haber estado allí desde mucho antes de que ella llegara a Londres. Pero Miley estaba tan enfadada que no era capaz de pensar. Dejó la taza y se sentó en una de las sillas que había en la cocina. Ahora lo veía todo claro: Nick no quería tener nada con ella. A él sólo le interesaban las mujeres como Monique, mujeres que utilizaban una excusa tan cutre como una bufanda perdida para llamar su atención. Y pensar que había echado de menos sus conversaciones... Era obvio que para él eso no significaba nada. El muy cretino le había mentido. Dios, y ella que se había creído todo ese rollo sobre lo de encontrar a alguien especial. Miley se dio cuenta de que ya no podía seguir en ese piso; una cosa era que él no quisiera ser su pareja y otra muy distinta, y mucho más dolorosa, era que él le hubiese mentido, que se hubiera burlado de ella. Por extraño que pareciera, Miley no derramó ni una sola lágrima, y sin pensar en lo tarde que era, descolgó el teléfono y llamó a Anthony.
—¿Sí? —respondió éste con voz soñolienta.
—¿Decías en serio lo de ayudarme a buscar piso? —preguntó ella sin disculparse siquiera.
—¿Miley? —Anthony se despertó de golpe y encendió la luz de su habitación para asegurarse de que no estaba soñando—. ¿Estás bien? ¿Ha pasado algo?
—Claro que estoy bien. —Respiró hondo—. Y no, no ha pasado nada.
—Ya. —Anthony era perfectamente capaz de distinguir el dolor que se escondía en las palabras de Miley—. Vamos, cuéntamelo.
—Ha llamado Monique.
—¿Monique? —Eso era mucho peor de lo que imaginaba—. ¿Y qué quería? Hace mucho que no se ven.
—Seguro. —Miley estaba convencida de que Anthony intentaba encubrir a su amigo para cumplir con la solidaridad masculina y todas esas chorradas.
—Te lo juro. —Movió la almohada para estar más cómodo—. Y bien, ¿qué quería?
—Devolverle una bufanda.
—Miley, piénsalo bien, casi estamos en junio. Nadie lleva bufanda en esta época; ni siquiera el estirado de Nick.
Miley tuvo que reconocer que en eso tenía razón.
—Da igual. Esa llamada ha sido sólo un aviso —replicó Miley enigmática.
—¿Un aviso de qué? —Nunca lograría entender a las mujeres.
—De que si me quedo aquí acabaré pasándolo muy mal. —Respiró hondo de nuevo—. ¿Vas a ayudarme?
—Claro que sí. Te ayudaré, y no sólo con lo del piso. —Anthony siempre había pensado que Nick era un hombre muy inteligente, pero empezaba a tener serias dudas al respecto.
—Gracias. —Miley comenzó a recuperar la calma, pero al ver la hora que era se sobresaltó—. Dios mío, Anthony, es tardísimo.
—Ya lo sé. —Bostezó—. Deberías acostarte.
—Siento haberte despertado —se disculpó Miley.
—No pasa nada. Para eso están los amigos. Buenas noches. —Anthony colgó antes de que ella pudiera desearle lo mismo.


Miley se quedó en la cocina unos minutos más. Lavó la tetera y la taza que había ensuciado para nada y, cuando estaba a punto de apagar la luz, oyó cómo se abría la puerta del piso.
—¿Miley? —Nick entró en la cocina—. ¿Aún estás despierta?
—Sí —respondió ella escueta—. Me he preparado un té, pero me temo que no puedo ofrecerte. Acabo de tirarlo todo.
—No te preocupes. —¿Eran imaginaciones suyas o Miley estaba más seria que de costumbre?—. Lo único que tengo ganas de hacer es acostarme.


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