La respuesta era muy sencilla; no podía saberlo. Y,
por el momento, Nick no estaba dispuesto a arriesgarse. Así que sólo le quedaba
una opción: seguir solo. Se abrazó a Miley. Ella aún estaba dormida, y Nick
aprovechó cada instante para acariciar su piel y grabar en su memoria cada
detalle, porque cuando se despertara, le diría que esa noche maravillosa había
sido sólo una noche de sexo sin compromiso, y que él no sentía nada por ella.
En resumen, iba a mentirle.
Cuando Miley abrió los ojos, se dio cuenta de dos
cosas: una, le dolían partes de su cuerpo que no recordaba que tuviese, y dos,
el culpable de eso ya no estaba a su lado. Se desperezó un poco y cerró de
nuevo los ojos para recordar los besos y las caricias de la noche. Hasta
entonces, Miley creía que esos ataques de pasión sólo ocurrían en las películas
y en esas novelas que a ella tanto le gustaba leer, y por primera vez en su
vida se alegraba de poder decir que la realidad, en ocasiones, supera a la
ficción. Dios, ese hombre debería llevar la señal de «peligro, inflamable»
pegada a la frente. Pero a pesar de lo mucho, mucho, que le había gustado lo
que habían hecho juntos, Miley no podía dejar de sentir que faltaba algo; algo
que hacía que no hubiera sido perfecto. Había una frase que se le había quedado
grabada en la mente: «Yo no puedo hacer esto. No contigo». Le dolía que Nick lo
hubiera dicho, y no podía fingir que no sabía lo que quería decir. Él nunca
había ocultado que, por el momento, no quería tener ninguna relación estable
con nadie, que lo único que quería y podía ofrecer a una mujer era una relación
física. Miley sabía perfectamente lo que él había querido decir con esa maldita
frase. Nick sólo estaba dispuesto a involucrar su cuerpo, y mientras su corazón
no siguiera el mismo camino, lo único que podían compartir era sexo; y ella no
estaba dispuesta a conformarse con eso.
Miley se dio cuenta de que quedarse allí tumbada,
intentando imaginar lo que iba a suceder, no llevaba a ninguna parte, así que
se desperezó por última vez y fue a ducharse. No sabía cómo iba a encontrar a Nick
después de lo de la noche pasada, pero sí sabía que necesitaba tener la cabeza
despejada antes de hablar con él.
Nick oyó el agua de la ducha y repasó todo lo que
tenía intención de decirle a Miley. Asumiría toda la responsabilidad de lo
sucedido y le recordaría que ella era la hermana de su mejor amigo y, como tal,
no podían tener una aventura. Sí, una aventura era todo lo que estaba dispuesto
a ofrecerle. Él sabía que era insultante, y de hecho contaba con que ella se
sintiera tan ofendida que nunca más quisiera saber nada de él. Eso era mucho
mejor que correr el riesgo de tener una relación normal y acabar enamorándose
o, lo que era aún peor, acabar como su padre. En cualquier caso, tampoco quería
llegar a ese punto, lo que pretendía era convencer a Miley de que lo de la
anoche anterior había sido una locura, que no volvería a repetirse, y que lo
mejor que podían hacer era olvidarlo. Ellos tenían que trabajar y vivir juntos.
Por muy peligroso que pareciera, Nick no estaba dispuesto a permitir que ella
se fuera de su apartamento. Se decía a sí mismo que era porque se lo debía a
toda su familia, pero una pequeña parte de él sabía que eso era sólo una
excusa. Conveniente, sí, pero una excusa al fin y al cabo.
—Nick, ¿piensas contestar?
—¿Qué? —preguntó él, que ni siquiera se había dado
cuenta de que Miley había entrado en la cocina—. ¿Qué pasa?
—El teléfono, ¿piensas contestar?
—Claro. —Se dio la vuelta y abrió su móvil—.
Trevelyan. —Siempre contestaba así cuando lo llamaban del trabajo—. De acuerdo.
Voy para allá.
Tras esta escueta conversación, se dio la vuelta y
se dirigió hacia la puerta.
—Nick, ¿quién era? ¿Pasa algo? ¿Por qué te llaman de
la revista un sábado por la mañana? —preguntó Miley preocupada.
Entonces, Nick pareció acordarse de que ella estaba
de pie a su lado y se volvió para mirarla.
—Era Sam, el director de la revista —respondió él
poniéndose la chaqueta—. Al parecer, en la edición de esta semana de la revista
The Scope aparecen dos de
los artículos que nosotros teníamos preparados para nuestro número.
Miley no entendía nada, y eso debió de reflejarse en
su rostro, porque Nick añadió:
—El mismo artículo exactamente. No el mismo tema, ni
el mismo enfoque. El mismo artículo. Nos lo han robado.
—¿Robado? —Levantó las manos asombrada—. ¿Por qué?
—No lo sé. Supongo que en The
Scope no deben de estar muy contentos con
la competencia. No sé, pero tengo que ir a la revista para hablar con Sam y
decidir qué hacemos al respecto.
Al ver que él no la invitaba a acompañarlo y que ya
tenía un pie fuera del apartamento, Miley se lo preguntó directamente:
—¿Quieres que te acompañe?
—¿Para qué?
Esa respuesta, acompañada de la frialdad que
empañaba su mirada, le dejó claro que lo de la noche no había cambiado su
relación.
—Para nada —respondió, intentando disimular su
decepción—. Llamaré a alguien para salir a dar una vuelta.
—Como quieras. Hablamos luego, ¿te parece? —Y cerró
la puerta sin esperar a que ella respondiera.
¿Hablar?
De acuerdo, hablarían, pero después de las
inexistentes muestras de afecto de esa mañana, Miley sabía que era una
conversación que no iba a gustarle demasiado. Era evidente que el día no iba a
ser para nada como ella se lo había imaginado antes de ducharse.
Nick salió del piso a toda prisa. No sólo porque
quisiera llegar pronto a la revista para hablar con Sam, sino también porque
necesitaba huir de Miley. Sólo la había visto durante unos segundos y todo su
estudiado discurso había desaparecido de su mente. Tenía que alejarse de ella,
tal vez así se tranquilizaría y se olvidaría de lo bien que se había sentido en
sus brazos. Si de algo estaba seguro era de que él no quería tener ninguna
relación con nadie; era demasiado complicado, demasiado arriesgado. Su trabajo
lo llenaba por completo y, en cuanto al sexo, no era demasiado difícil
conseguirlo cuando le apetecía.
«¿Y el amor?», le susurró una voz rebelde dentro de
su cabeza. El amor había acabado con su padre, y le había demostrado a él que
para lo único que sirve es para hacer desgraciado a quien lo siente y a todos
los que lo rodean. No, Nick no quería saber nada del amor. Por eso, lo mejor
para todos era cortar de raíz lo que había entre él y Miley. Si ella fuera una
de esas mujeres a las que les bastaba con la relación física y un par de cenas
al mes, tal vez podrían seguir así durante los casi cinco meses más que ella
iba a estar en Londres, pero él sabía que Miley no era de ésas. El día en que
se enamorase lo haría por completo, y a ese hombre le entregaría su cuerpo, su
vida y su corazón; pero Nick no estaba preparado para hacer lo mismo. Sin
embargo, al imaginarse a Miley con otro hombre, un impulso asesino lo invadió
de golpe. Por suerte, en ese momento llegó a la puerta de entrada de la revista
y no tuvo tiempo de analizarlo.
Entró en la sala de reuniones y vio que Sam estaba
leyendo The Scope.
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