lunes, 8 de octubre de 2012

What A Feeling- Capitulo 20



La respuesta era muy sencilla; no podía saberlo. Y, por el momento, Nick no estaba dispuesto a arriesgarse. Así que sólo le quedaba una opción: seguir solo. Se abrazó a Miley. Ella aún estaba dormida, y Nick aprovechó cada instante para acariciar su piel y grabar en su memoria cada detalle, porque cuando se despertara, le diría que esa noche maravillosa había sido sólo una noche de sexo sin compromiso, y que él no sentía nada por ella.
En resumen, iba a mentirle.


Cuando Miley abrió los ojos, se dio cuenta de dos cosas: una, le dolían partes de su cuerpo que no recordaba que tuviese, y dos, el culpable de eso ya no estaba a su lado. Se desperezó un poco y cerró de nuevo los ojos para recordar los besos y las caricias de la noche. Hasta entonces, Miley creía que esos ataques de pasión sólo ocurrían en las películas y en esas novelas que a ella tanto le gustaba leer, y por primera vez en su vida se alegraba de poder decir que la realidad, en ocasiones, supera a la ficción. Dios, ese hombre debería llevar la señal de «peligro, inflamable» pegada a la frente. Pero a pesar de lo mucho, mucho, que le había gustado lo que habían hecho juntos, Miley no podía dejar de sentir que faltaba algo; algo que hacía que no hubiera sido perfecto. Había una frase que se le había quedado grabada en la mente: «Yo no puedo hacer esto. No contigo». Le dolía que Nick lo hubiera dicho, y no podía fingir que no sabía lo que quería decir. Él nunca había ocultado que, por el momento, no quería tener ninguna relación estable con nadie, que lo único que quería y podía ofrecer a una mujer era una relación física. Miley sabía perfectamente lo que él había querido decir con esa maldita frase. Nick sólo estaba dispuesto a involucrar su cuerpo, y mientras su corazón no siguiera el mismo camino, lo único que podían compartir era sexo; y ella no estaba dispuesta a conformarse con eso.
Miley se dio cuenta de que quedarse allí tumbada, intentando imaginar lo que iba a suceder, no llevaba a ninguna parte, así que se desperezó por última vez y fue a ducharse. No sabía cómo iba a encontrar a Nick después de lo de la noche pasada, pero sí sabía que necesitaba tener la cabeza despejada antes de hablar con él.


Nick oyó el agua de la ducha y repasó todo lo que tenía intención de decirle a Miley. Asumiría toda la responsabilidad de lo sucedido y le recordaría que ella era la hermana de su mejor amigo y, como tal, no podían tener una aventura. Sí, una aventura era todo lo que estaba dispuesto a ofrecerle. Él sabía que era insultante, y de hecho contaba con que ella se sintiera tan ofendida que nunca más quisiera saber nada de él. Eso era mucho mejor que correr el riesgo de tener una relación normal y acabar enamorándose o, lo que era aún peor, acabar como su padre. En cualquier caso, tampoco quería llegar a ese punto, lo que pretendía era convencer a Miley de que lo de la anoche anterior había sido una locura, que no volvería a repetirse, y que lo mejor que podían hacer era olvidarlo. Ellos tenían que trabajar y vivir juntos. Por muy peligroso que pareciera, Nick no estaba dispuesto a permitir que ella se fuera de su apartamento. Se decía a sí mismo que era porque se lo debía a toda su familia, pero una pequeña parte de él sabía que eso era sólo una excusa. Conveniente, sí, pero una excusa al fin y al cabo.
—Nick, ¿piensas contestar?
—¿Qué? —preguntó él, que ni siquiera se había dado cuenta de que Miley había entrado en la cocina—. ¿Qué pasa?
—El teléfono, ¿piensas contestar?
—Claro. —Se dio la vuelta y abrió su móvil—. Trevelyan. —Siempre contestaba así cuando lo llamaban del trabajo—. De acuerdo. Voy para allá.
Tras esta escueta conversación, se dio la vuelta y se dirigió hacia la puerta.
—Nick, ¿quién era? ¿Pasa algo? ¿Por qué te llaman de la revista un sábado por la mañana? —preguntó Miley preocupada.
Entonces, Nick pareció acordarse de que ella estaba de pie a su lado y se volvió para mirarla.
—Era Sam, el director de la revista —respondió él poniéndose la chaqueta—. Al parecer, en la edición de esta semana de la revista The Scope aparecen dos de los artículos que nosotros teníamos preparados para nuestro número.
Miley no entendía nada, y eso debió de reflejarse en su rostro, porque Nick añadió:
—El mismo artículo exactamente. No el mismo tema, ni el mismo enfoque. El mismo artículo. Nos lo han robado.
—¿Robado? —Levantó las manos asombrada—. ¿Por qué?
—No lo sé. Supongo que en The Scope no deben de estar muy contentos con la competencia. No sé, pero tengo que ir a la revista para hablar con Sam y decidir qué hacemos al respecto.
Al ver que él no la invitaba a acompañarlo y que ya tenía un pie fuera del apartamento, Miley se lo preguntó directamente:
—¿Quieres que te acompañe?
—¿Para qué?
Esa respuesta, acompañada de la frialdad que empañaba su mirada, le dejó claro que lo de la noche no había cambiado su relación.
—Para nada —respondió, intentando disimular su decepción—. Llamaré a alguien para salir a dar una vuelta.
—Como quieras. Hablamos luego, ¿te parece? —Y cerró la puerta sin esperar a que ella respondiera.
¿Hablar?
De acuerdo, hablarían, pero después de las inexistentes muestras de afecto de esa mañana, Miley sabía que era una conversación que no iba a gustarle demasiado. Era evidente que el día no iba a ser para nada como ella se lo había imaginado antes de ducharse.


Nick salió del piso a toda prisa. No sólo porque quisiera llegar pronto a la revista para hablar con Sam, sino también porque necesitaba huir de Miley. Sólo la había visto durante unos segundos y todo su estudiado discurso había desaparecido de su mente. Tenía que alejarse de ella, tal vez así se tranquilizaría y se olvidaría de lo bien que se había sentido en sus brazos. Si de algo estaba seguro era de que él no quería tener ninguna relación con nadie; era demasiado complicado, demasiado arriesgado. Su trabajo lo llenaba por completo y, en cuanto al sexo, no era demasiado difícil conseguirlo cuando le apetecía.
«¿Y el amor?», le susurró una voz rebelde dentro de su cabeza. El amor había acabado con su padre, y le había demostrado a él que para lo único que sirve es para hacer desgraciado a quien lo siente y a todos los que lo rodean. No, Nick no quería saber nada del amor. Por eso, lo mejor para todos era cortar de raíz lo que había entre él y Miley. Si ella fuera una de esas mujeres a las que les bastaba con la relación física y un par de cenas al mes, tal vez podrían seguir así durante los casi cinco meses más que ella iba a estar en Londres, pero él sabía que Miley no era de ésas. El día en que se enamorase lo haría por completo, y a ese hombre le entregaría su cuerpo, su vida y su corazón; pero Nick no estaba preparado para hacer lo mismo. Sin embargo, al imaginarse a Miley con otro hombre, un impulso asesino lo invadió de golpe. Por suerte, en ese momento llegó a la puerta de entrada de la revista y no tuvo tiempo de analizarlo.
Entró en la sala de reuniones y vio que Sam estaba leyendo The Scope.

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