—He pensado en tener
sexo contigo en un lugar público. —Gritó al tiempo que tocaba el lugar correcto
con los dedos. —Y en tu casa. —Nadie nunca la había hecho actuar así. —Oh, Dios, profesor Jonas. Sí, allí mismo—se retorcía
contra su mano—ahí.
Él dio una risa suave
mientras trazaba su pezón con la lengua.
—La Srta. Grayson , ha
sido una muy mala chica. —Movió los dedos de su clítoris y los puso dentro de su núcleo. —No tienes permitido
llegar al orgasmo hasta que yo de el permiso. —Él le mordió suavemente el
pezón. —¿Entiendes, Srta. Grayson?
Miley se retorció aún
más.
—Sí, profesor. —Sus
palabras salieron en un jadeo pesado—Voy a hacer todo lo que desee.
Le mordió el otro pezón
y ella gritó, esta vez más fuerte.
—Vas a tener que estar
en silencio—dijo mientras lamía el lugar que acababa de morder. —O voy a tener
que darte otro castigo.
La forma en que dijo
castigo envió una emoción a través de ella que fue directamente a su coño.
—Maldita sea, estás
mojada—dijo mientras movía la cabeza arriba de sus pechos y hundió el rostro en
su cabello. Sacó los dedos de su núcleo y ella hizo un sonido de decepción.
—Arrodíllate. Ahora—dijo
en un tono de completa autoridad.
Una sacudida de sorpresa
y emoción se disparó a través Miley. Si
había pensado que tenía algún control sobre lo que estaba ocurriendo entre
ellos, estaba recibiendo una llamada de atención. Este hombre no perdía el
tiempo.
Ella cayó de rodillas en
la fina alfombra industrial de su oficina. Lo miró mientras la empujaba hacia
abajo sobre sus hombros, guiándola a la posición en que la quería. Sus ojos
eran como fuego azul, sus rasgos intensos, su mandíbula rígida. Ver el poder
apenas contenido en su rostro la hizo temblar y
la emoción corrió desde su vientre hasta el centro entre sus muslos de
nuevo.
Se obligó a apartar su
mirada de él hacia el botón de sus pantalones. Dios, su erección era enorme.
Ella no podía esperar a ver qué se sentía al tener un verdadero hombre, un
hombre verdaderamente grande, dentro de ella.
Ella agarró su polla a
través de sus pantalones, sintiendo la longitud y el grosor de él. Su boca se
hizo agua y él siseó entre dientes.
—Desabróchame los
pantalones. Ahora, Srta. Grayson.
Ella se estremeció de
emoción, amando la manera en que seguía desempeñando su papel con ella. Él era
el maestro y ella su alumna.
Miley le desabrochó los
pantalones con facilidad y abrió la cremallera. No llevaba ropa interior y su
polla liberada de sus confines estaba justo enfrente de sus labios en un
instante.
—Chúpame la polla, Srta. Grayson. —El puño de su mano en el pelo
era lo suficientemente apretado para que lo sintiera en sus raíces. —Y mírame.
Su cuerpo entero era una
carga eléctrica mientras ella obedecía. Cuando ella agarró su pene con una
mano sentía la piel suave sobre la
dureza de su erección.
Fue para ella una
inmensa satisfacción que él gimiera cuando tomó su polla en su boca. Probó la
pre-eyaculación en la cabeza de su erección antes que el sabor salado de su piel.
Ella movió la mano al
mismo tiempo que su boca mientras lo miraba. La intensidad de su mirada mientra
veía su polla deslizarse dentro y fuera de su boca era casi más de lo que podía
soportar.
Empuñó su pelo más
fuerte y empezó a follar su boca empujando las caderas hacia adelante. Lo tomó
tan profundo como pudo. Era muy grande.
Miley estaba tan
malditamente excitada que se tenía que venir. Deslizó los dedos de su mano
libre en sus pliegues y comenzó a acariciar su clítoris.
Dejó de mover las
caderas y sacó su polla de su boca.
—Yo no te di permiso
para masturbarte, Srta. Grayson. No te
toques sin autorización. ¿Entiendes?
—Está bien. —Miley retiró la mano, de alguna manera sintiendo la
necesidad de obedecer todo lo que le decía.
—Cuando me responda,
diga—Sí, profesor. —La miró tan poderoso y dominante que Miley se estremeció,
no de miedo sino de la lujuria. —¿Está claro?
—Sí—dijo.
Él arqueó una ceja.
—Sí, ¿qué?
Ella tomó una
respiración profunda.
—Sí, profesor Jonas.
Le regaló una sonrisa
tan sensual que ella la sintió por todo su cuerpo. Miró su reloj, luego de
nuevo a ella.
—Vístete, Srta. Grayson.
—¿Qué? —El impacto en su
voz era evidente.
Metió la erección de
nuevo en sus pantalones, subió la cremallera
y los abotonó.
—No te dirigiste a mí
adecuadamente. Con la desobediencia viene el castigo.
Oh Por Dios, ¿en qué se
había metido? Pero tenía que admitir que
estaba más caliente de lo que jamás había estado en su vida.
Miley tragó saliva.
—Uh, sí, el profesor Jonas.
¿Por qué quieres que me ponga mi ropa?
Cruzó los brazos sobre
su pecho y le dio una mirada severa.
—Srta. Grayson, tendrá
que obedecerme sin cuestionar nada si desea continuar con esto, ¿está claro?
Dios, no quería que esto terminara.
—Sí, profesor Jonas.
Él sonrió de nuevo y le
acarició la parte superior de la cabeza.
—Bueno. Te voy a dar
instrucciones para llegar a mi casa. Si deseas continuar donde lo dejamos,
estarás esperando. Desnuda. —Mientras
estaba de rodillas, su corazón latía como loco, él se movió en torno a su
escritorio. Abrió el cajón del centro y deslizó algunas cosas. —Tengo una
reunión de profesores ahora. —Él trajo una llave plateada, la llevó a donde
ella estaba de rodillas y se la entregó. —¿Sabes cocinar?
Maldita sea. Esa era
otra cosa en que era muy buena.
—Sí, profesor.
Comenzó escribiendo en
un pedazo de papel.
—Prepara algo de comer
para nosotros, lo que quieras.
Ella tomó el papel
cuando se lo entregó.
—Sí, profesor.
La agarró por los
hombros y la atrajo de tal manera que ella estaba de pie. Su cuerpo se
estremeció como un loco cuando rozó sus labios sobre los de ella. Sus ojos eran
aún muy oscuros, casi ahumados.
—Te veré cuando llegue a
casa, Srta. Grayson.
—Sí, profesor—susurró
mientras él recogía su maletín. Abrió la puerta, salió y cerró con fuerza
detrás de él.
Miley se dejó caer en
una silla frente a su escritorio.
—Wow—fue lo único que
podía pensar en decir mientras estaba sentada allí, aturdida por un momento.
¿Qué diablos acababa de pasar? ¿Si ella iba a su casa podría estar metiéndose más profundo de lo que debería?
Maldita sea.
Ella se levantó de la
silla, se dio prisa con su ropa y salió de la oficina lo más rápido que pudo.
* * * * *
Nick sonrió cuando se
dirigía a su casa. Había cambiado las tornas con Miley Grayson. Se preguntó si
estaría esperándolo cuando llegara allí o si ella se había escapado.
Estaba dispuesto a
apostar dinero a que le estaba esperando, tal y como le había ordenado. La
forma en que le había obedecido sin cuestionamientos en su oficina, le dijo un
montón de cosas, incluyendo el hecho de que la pequeña Señorita Grayson podía
ser agresiva en el exterior, pero por dentro era una sumisa nacida, hasta la
médula.
Su casa estaba en un
lote de un acre en las afueras de Tucson. Había comprado la propiedad antes de
que los precios de la vivienda y la población hubieran explotado en la zona y
se alegró de su semi-personalizada casa construida con algunos espacios para
respirar. Y a una distancia suficiente de sus vecinos para que no pudieran escuchar
los gritos de Miley.
Los gritos de éxtasis.
Le iba a enseñar a esa chica sobre el verdadero placer.
Cuando conducía en su
camino de entrada, no se sorprendió al ver el pequeño auto deportivo rojo
esperando delante. Ardiente y deportivo, al igual que su dueña.
En el momento en que
entró en su casa, su estómago gruñó. Aroma a carne asada y verduras venía de la
cocina, junto con algo que olía como a tortillas frescas de harina.
Él puso su maletín en el
suelo y deposito las llaves en la mesa de entrada.
Nick pasó junto a la
sala formal y comedor hacia la cocina abierta, rincón y sala de estar. Él se
detuvo en la puerta de la cocina. Apoyó
un hombro contra la pared, cruzó los brazos sobre su pecho y sonrió
cuando vio a Miley poniendo la mesa. Llevaba un delantal, pero tenía su trasero
hacia él y tuvo una vista clara de su culo y sus muslos bien formados. Dios, no
podía esperar a follar ese culo.
Su cabello castaño osciló
y se volvió hacia él con un jadeo.
—Yo-yo no te he oído
entrar, Profesor.
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