Capítulo 4
Nick no parece darse cuenta del silencio que siguió a su
comentario,
por lo que decido cambiar de tema.
—Hey —digo alegremente—. He estado buscando a Kate todo el día.
Quería decirle hola, pero no he sido capaz de encontrarla —Recuerdo
que estaba en la enfermería el otro día—. ¿Está enferma en casa? —
pregunto.
Nick mira directamente hacia mí.
—Sí, está enferma. Me voy a clase —dice, y empieza a levantarse,
así
que yo también, incluso aunque tengo hora libre después del
almuerzo.
—Está bien —digo, sintiéndome estúpida. Digo, es raro, se sienta a
mi
lado y entonces pasa cuarenta minutos mirando a una chica
anoréxica
comer su almuerzo de lechuga, y entonces, tan pronto como
realmente
estábamos hablando, se está yendo. Claramente está interesado en
mí
sólo por mi vocabulario. Claramente no quiere ser mi amigo
realmente.
Incluso si su hermana piensa que soy muy linda.
—¿Estudiamos el lunes? —pregunta, descansando su mano en el
respaldo de mi silla.
—¿Huh? —Me giro para mirarle, distraída pos sus largos dedos tan
cerca de mi hombro. Me sonríe, y me derrito, como siempre.
—¿El lunes, Sternin? ¿Después de la escuela? Hay un examen de
física
el martes. Vas a estar lista.
—Sí, definitivamente —digo demasiado rápido; estoy tan emocionada
de
que estemos aun estudiando juntos. Trato de calmarme—. Suena bien.
—Pasa un buen fin de semana.
—Tú también. Hey, dile a tu hermana que espero que se sienta
mejor.
Él se encoje de hombros.
—Enferma o no, «Ratón» está bastante feliz de tener una excusa
para
librarse de su examen de francés.
Sonríe, y mientras se va, me parece que parte de la gente deja
libre su
camino para que pase. Justo como en la Inglaterra de los Tudor,
donde
cuando la presencia del rey era anunciada, todo el mundo tenía que
dejarle el camino vacío.
Paso la semana alternando entre estudiar para física y el SAT. La
física
es tan dura que he empezado a considerar el SAT como un descanso.
Emily Winters llama para examinar las palabras del SAT conmigo,
pero
su llamada de teléfono me irrita, porque están interrumpiendo mi
estudio y tengo mi propio ritmo. Me invita a estudiar con ella,
pero la
rechazo. Prefiero estar en mi habitación. Incluso aunque no haga
calor
fuera, tengo el aire acondicionado encendido tan alto como se puede,
y
estoy tumbada en mi cama, con capas de mantas sobre mí. Me gusta
pensar que hace tanto frío que casi veo mi respiración. Me gusta
sepultarme bajo mantas.
Quizás Emily sólo me invita porque sabe que soy buena en el
vocablo y
piensa que puedo ayudarla. Digo que no, porque pienso que estudiar
sola es mejor. Pero entonces recuerdo cómo de bien me iba el
estudio
con Nick, que era exactamente lo que Emily estaba preguntándome
para hacer con él y no era del todo contraproducente. Incluso
aprendí
una o dos nuevas palabras. Además, era divertido.
Reflexiono acerca de llamar a Emily, acerca de ir a su casa y
repasar de
arriba abajo las palabras sobre una caja de pizza como hacen en
las
películas de televisión. Pero estoy en mi pijama y mi cama es tan
suave,
y recorrer todo el camino a su apartamento parece más como una
tarea.
Mi madre asoma la cabeza unas pocas veces, deseándome suerte,
preguntándome si tengo hambre. A veces pienso que se pregunta cómo
puedo quedarme encerrada todo el día en la cama, estudiando. Mi
madre ama el movimiento; casi no está en casa durante el día entre
semana. Se va de compras, sale con sus amigas a almorzar, da
grandes
paseos alrededor de la ciudad. Cuando no estoy estudiando, a veces
voy
con ella. Cuando era pequeña, casi siempre iba, raramente usábamos
niñeras, y era demasiado pequeña para ser dejada en casa sola. Me
sentía muy mayor al almorzar con sus amigas, en restaurantes donde
era la única niña. Aún recuerdo sentir mis piernas colgando desde
la
silla. Mi madre solía quejarse de que le estaba dando patadas, lo
que
siempre me confundía, dado que pensaba que estaba golpeando las
piernas de la mesa.
La mayoría de las veces, me sentaría quieta en estos almuerzos y
miraría; sabía que no debía participar. Puedes aprender un montón
si
sólo miras. La mayoría de las amigas de mi madre estaban casadas.
Eran mujeres con las cuales mi madre había ido al colegio, mujeres
quienes habían estado, ahora que lo pienso, en su boda; mujeres
quienes la habían conocido como esposa. Miraría los anillos que
brillaban en sus dedos y me preguntaría por qué mi madre, en toda
su
elegancia, nunca llevaba joyas. Discutían los problemas que
pensaban
era demasiado joven para entender, las peleas con su marido, la
impaciencia con sus hijos. Quizás pensaban que no estaba
escuchando;
me daban colores y pintaba en folios colocados sobre el mantel:
princesas y príncipes y castillos donde ellos vivían. Las amigas
de mi
madre siempre acudían a ella por consejos. No importaba que no
tuviera esposo, querían sus ideas sobre cómo convivir en un
matrimonio tranquilo; cómo confrontar a un marido que trabajaba en
exceso, comía demasiado e incluso que dormía en cualquier lugar.
Podría no haber conocido la mecánica de lo que estaban hablando,
pero
podía decir que era muy importante y muy, muy de adultos.
Mi madre era siempre la mujer más guapa en estos almuerzos;
ninguna
de las otras podía ni siquiera compararse con ella, con su cabello
negro,
sus uñas pintadas, su brillante pintalabios, con la adecuada ropa.
Todas parecían más viejas de lo que ella era, incluso ahora,
cuando veo
a sus amigas, no puedo creer que mi madre tenga la misma edad.
Imaginaba que tenía una poción mágica que algún hada le había
dado,
algo que la mantenía joven mientras las mujeres a su alrededor
envejecían. No creía que crecería para ser tan guapa como ella, no
me
veo para nada como ella. No recuerdo cuando paré de acompañarla a
esos almuerzos. Es sólo ahora que me doy cuenta de que era la
única
niña allí, porque las otras mujeres habían dejado a sus maridos
con los
niños.
Estoy en la cocina cuando oigo la puerta delantera abrirse y
cerrarse.
Estoy comiendo cereales en la barra de la cocina, aun cuando son
las
tres de la tarde. No me había molestado en encender las luces, así
que
la encimera se ve gris y sucia, incluso aunque nuestra asistenta
vino
hace un par de días; cuando las luces se encienden, puedes ver que
está brillando blanca.
—Hola, cariño.
—Hey.
—¿Cómo va el estudio?
—Excelente.
—Bien —No está realmente mirándome, está respondiendo al correo.
Me
pregunto si incluso recuerda que lucho con física—. Voy a darme un
baño —dice—. Iré a cenar fuera.
Mira alrededor de la cocina, como si se le ocurriera que podría no
haber
suficiente comida para mi cena.
—¿Te dejaré algo de dinero en el cajón?
—Está bien.
—Okey, cariño —dice y se dirige a su habitación. Me pregunto si
tener
un compañero de cuarto en la universidad va a ser así. Nuestra
conversación ha durado el tiempo suficiente para que el cereal
quede
empapado. Echo lo que queda en la basura; va a ser la hora de
cenar
pronto de todos modos.
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