—Ya, pero con los demás. —Al ver que ella iba a
interrumpirlo de nuevo, levantó la mano para detenerla—. La única vez que hemos
quedado solos, aparte de hoy, fue ese domingo por la mañana que me llamaste
para pasear por Hyde Park, y creo que en todas las horas que estuvimos allí
dijiste tres palabras. Las conté, fueron «hola», «Anthony» y «adiós».
—Lo siento —dijo Miley avergonzada—. Esa mañana no
me encontraba muy bien.
—Tranquila. Me gustó pasear contigo.
Miley levantó una ceja, incrédula.
—De acuerdo, no me gustó —reconoció Anthony
sonriendo—, pero me alegra ver que hoy ha sido distinto. Lo he pasado muy bien.
—Le cogió la mano que tenía apoyada encima de la mesa—. Miley, no es ningún
secreto que creo que eres muy atractiva, ni que en otras circunstancias me
gustaría que fuéramos algo más que amigos.
—¿Qué circunstancias? —preguntó ella.
—Si Nick y tú no os estuvierais empezando a enamorar
el uno del otro —contestó él sin inmutarse—. No intentes negarlo. Todo el mundo
cree que nunca me entero de nada porque siempre estoy bromeando, pero la verdad
es que siempre he sido el primero en saber cuándo uno de mis amigos está
pasando por un mal trago o si, como en este caso, está enamorado. A Nick se le
nota a la legua.
—Pues lo notarás tú, porque yo...
—Miley, tendrías que ver la cara que pone cada vez
que te digo un piropo. En ocasiones he llegado a temer por mi integridad
física. Y cuando te doy dos besos, su expresión es realmente cómica.
Miley no sabía qué decir, pero como era obvio que no
podía mentirle a Anthony, optó por ser sincera. Ella no tenía a nadie con quien
hablar sobre esas cosas allí en Londres y con Anthony siempre había notado que
había una química especial, como la que tenía con sus hermanos.
—¿De verdad?
—De verdad. —Anthony siguió cogiéndole la mano—.
Mira, me gusta mucho estar contigo, creo que lo pasamos muy bien juntos, ¿tú
no?
—Sí, yo también lo paso muy bien contigo.
—Gracias. Para mí es toda una novedad quedar con una
chica sólo para charlar y reírme un rato, así que quiero que sepas que me
encantaría que nos siguiéramos viendo.
—A mí también. Además, así puedo hablar con alguien
sobre Nick. —Ahora que Miley no tenía que disimular, estaba aún más contenta.
—Claro, será un placer torturar un poco al bueno de Nick.
—Anthony sonrió—. Siempre he pensado que debería aprender a relajarse, y me
encanta verlo sufrir por una chica. Aunque espero que ese sufrimiento no sea en
vano, Nick se merece ser feliz.
—Ya lo sé. —Miley dio un último sorbo a su bebida—.
Bueno, ahora que ya conoces mi más oscuro secreto, ¿por qué no me cuentas algo
sobre tu última conquista? Tal vez podríamos intercambiar consejos; tú me
enseñas a volver loco a Nick y yo te desvelo los misterios de la mente
femenina.
Anthony se rió y, tras pagar la cuenta, acompañó a Miley
a su casa. De camino, ella le contó que tenía intención de buscar un piso, y él
se ofreció a ayudarla; le dijo que le parecía muy buena idea y que tal vez así Nick
reaccionaría. Cuando llegaron al portal, se despidieron con un abrazo, y
Anthony, como de costumbre, le dio su par de besos. Miley sonrió y entró.
Estaba contenta. Después de casi dos semanas pésimas, ese día todo había
empezado a cambiar; tenía un amigo con quien poder reír y hablar sobre Nick, y
buscar piso ya no le parecía tan horrible. Al día siguiente mismo empezaría a
hojear los anuncios de los periódicos.
Nick salió de la revista a las ocho, unas tres horas
después de que Miley se hubiese ido. Esperaba que le hubiera gustado película.
Y una mierda; si era sincero esperaba que la película hubiese sido horrible,
que Anthony la hubiera dejado tirada y que... Nada, lo que de verdad quería era
haber sido él quien fuera al cine con ella. Con ese pensamiento, dobló la
esquina que había justo antes de llegar a su casa y se quedó helado. Delante
del portal estaban Miley y Anthony abrazados. Nick cerró los ojos y se dio
media vuelta: si se daban un beso no quería verlo, no se veía capaz de
soportarlo. Sin pensar lo que hacía, empezó a andar en sentido contrario.
Caminó sin rumbo durante más de una hora y, por más que lo intentaba, no podía
quitarse de la mente la imagen de Miley y Anthony abrazándose. ¿La habría
besado? Él lo habría hecho, pero si Anthony se había atrevido a tocarle un solo
pelo de la cabeza, iba a tener problemas.
Pero ¿qué estaba diciendo? Él no tenía ningún
derecho a pensar esas cosas, al fin y al cabo eso era exactamente lo que
pretendía, ¿o no? Sí, sí lo era. Él no quería tener una relación con Miley,
sólo quería que fueran amigos. Claro que una parte muy egoísta de él deseaba
que ella no saliera con nadie durante los meses que le quedaban en Londres. Nick
se dio cuenta entonces de que la echaba de menos, echaba de menos las charlas,
los paseos. En las últimas casi dos semanas, él la había estado evitando y, al
hacerlo, había eliminado la mejor parte del día. Desde aquella noche, él y Miley
apenas se habían visto; él se había concentrado en su trabajo y ella había
empezado a salir a solas con sus amigos. Nick sabía que a menudo quedaba con
Amanda y con otras compañeras del trabajo, y eso nunca le había preocupado,
pero quedar con Anthony ya era otra cosa. No es que estuviera celoso, para
nada. Pero él conocía muy bien a su amigo, sabía que era un seductor y no
quería que le hiciera daño a Miley. Eso era lo único que le preocupaba.
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