Por suerte, gracias a Jack y a sus otros compañeros,
a Miley las horas en el trabajo se le pasaban muy rápido, y apenas veía a Nick.
Por otra parte, cuando lo veía, él estaba tan distante y arisco que incluso era
preferible no verlo. Lo echaba mucho de menos; echaba de menos sus conversaciones,
sus sonrisas...
Ya hacía algo más de una semana de la noche
fatídica, del «error», y Miley llegó a la conclusión de que no podían seguir
así. Era absurdo. Parecían dos novios de instituto. Era una situación ridícula
y muy incómoda.
Incluso sus amigos se habían dado cuenta, y a ella
empezaban a agotársele las excusas para justificar que ella y Nick ya no
salieran tanto juntos. Después de varias noches sin dormir y de un montón de
llamadas a su madre, decidió que lo mejor sería que se buscase un piso donde
pasar el tiempo que le quedaba en Londres. Al menos así podría estar tranquila
y, si tenía suerte, tal vez lograra olvidarse de Nick.
Con esa idea en mente, empezó una nueva semana. El
lunes, justo antes de que dieran las cinco, Jack apareció por encima de su
cubículo.
—Ya es hora de salir. Vamos, apaga el ordenador. No
te olvides de que soy tu jefe y tienes que hacerme caso —añadió sonriendo—.
¿Esperas a que venga Nick o quieres que te acompañe yo?
—La verdad es que he quedado con Anthony.
—¿Ah, sí?
—Sí, me ha llamado antes para invitarme al cine y
hemos quedado allí dentro de media hora. —Mientras hablaba con él, Miley apagó
su ordenador y recogió el bolso del suelo.
—¿Qué película vais a ver?
—No sé, ya sabes cómo es Anthony. No ha querido
decírmelo porque es una sorpresa. En fin, mañana te cuento. Gracias por
ofrecerte a acompañarme, Jack, pero como ves, no hace falta.
—De nada. ¿Sabe Nick que vas a llegar tarde a casa?
—le preguntó Jack levantando una ceja.
—No, no lo sabe. Pero no te preocupes, no creo que
le importe.
Jack y Miley estaban de pie ante el ascensor cuando
las puertas se abrieron, y dentro vieron a Nick. Llevaba las gafas, señal de
que estaba muy cansado, e iba cargado de papeles.
—Jack, suerte que te encuentro. ¿Podrías decirme por
qué las fotografías del reportaje de China no son las que tú y yo decidimos y
por qué la portada de este mes es tan horrible? Creía que todo había quedado
claro.
—Nick, estaré encantado de hablar contigo. La verdad
es que llevo todo el día persiguiéndote para hacerlo. ¿Te acuerdas de que esta
mañana habíamos quedado?
—Ah, lo siento, he tenido un día horrible. ¿Podemos
hablar ahora?
—Por supuesto, tú eres el jefe —respondió Jack
mirando a Miley, que aún esperaba para entrar en el ascensor.
—¡Miley! —esclamó Nick sonrojado—. No te había
visto.
—Tranquilo, no pasa nada. ¿Ves como tenía razón?
—añadió ella mirando a Jack—. En fin, me voy. Hasta mañana.
Entró en el ascensor y pulsó el botón para que las
puertas se cerrasen. No tenía ganas de estar junto a aquel frío energúmeno ni
un minuto más del necesario.
—Jack, ¿sobre qué tenía razón Miley?
—Sobre ti. Dice que últimamente no te importa
demasiado nada de lo que hace. Pasa, sentémonos y a ver si de una vez nos
aclaramos con lo de este reportaje.
—No sé, a lo mejor podríamos dejarlo para mañana,
así me voy a casa con Miley.
—Ah... Miley no va hacia tu casa, ha quedado con
Anthony para ir al cine. —En ese mismo instante, Jack vio cómo la cara de Nick
pasaba de la sorpresa al enfado en un tiempo récord.
—¿Al cine? ¿Con Anthony? ¿Solos? —Al ver que Jack no
contestaba, añadió fingiendo indiferencia—: Bueno, pues espero que les guste la
película. ¿Miramos las fotografías de China de una vez o esperamos a que ellas
solas decidan cuáles van en el reportaje? —Nick empezó a mover las carpetas y a
refunfuñar.
—Yo ya estoy listo. Pásame las carpetas antes de que
las rompas. —Jack intentó no reírse, y empezó a escoger las fotografías.
Cuando Miley llegó al cine, Anthony la estaba
esperando en la puerta con las entradas en la mano. Como ya era habitual en él,
la saludó con dos besos y entraron corriendo a la sala, pues la sesión estaba a
punto de empezar. Unas dos horas más tarde, cuando las luces se encendieron, Miley
estaba mucho más contenta y relajada, aunque la película había sido horrible.
Anthony había escogido una comedia malísima, pero él no había parado de hacer
comentarios en voz baja para que ella se riera. Pocos minutos después de
aparecer los primeros créditos en la pantalla, Anthony se había sacado del
bolsillo de la chaqueta una bolsa llena de regaliz, el favorito de Miley.
Salieron del cine aún riéndose y él la invitó a comer una pizza en un pequeño
restaurante que había cerca, uno de esos sitios donde las venden en porciones.
—No puedo creer que me hayas invitado a ver esa
película tan mala. ¿Se puede saber en qué estabas pensando al comprar las
entradas? —le preguntó Miley sonriendo.
—Está bien, voy a confesarte la verdad. —Se limpió
las manos con la servilleta—. Cuando has aceptado salir conmigo me he quedado
tan sorprendido, que he tenido que improvisar. —Al ver que ella se sonrojaba
añadió—: Vamos, no disimules. ¿Nick y tú os habéis peleado?
—¿Por qué lo preguntas? —Miley no quería que ninguno
de sus amigos supiera lo que había pasado entre ellos. Acabara como acabara su
relación con Nick, ellos eran amigos de él desde hacía muchos años, y ella no
quería dañar esa amistad.
—Vamos, desde que llegaste te habré pedido unas cien
veces que salieras conmigo, y hasta hoy nunca habías aceptado.
—Eso no es verdad —replicó ella—. Nos vemos casi
cada fin de semana.
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