Y, cuando pensaba que ya no podría soportarlo más, alcanzó el clímax de forma tan violenta que echó la cabeza hacia atrás y gritó mientras su cuerpo se convulsionaba por las continuas oleadas de placer.
Pero nick no se detuvo, siguió prodigándole caricias hasta que tuvo otro nuevo orgasmo, casi seguido al primero.
La tercera vez que le ocurrió pensó que moriría.
Débil, y totalmente saciada, sacudía la cabeza a uno y otro lado, sobre la almohada, mientras él continuaba su implacable asalto.
— nick, por favor —le suplicó mientras su cuerpo seguía experimentando continuos espasmos por sus caricias—. No puedo más.
Sólo entonces, él se apartó.
miley se sentía palpitar desde la cabeza hasta los pies, y respiraba entrecortadamente. Jamás había conocido un placer tan intenso.
nick trazó una senda de besos desde sus muslos hasta su garganta, y allí se quedó.
— Dime la verdad, miley—le dijo al oído—. ¿Has sentido algo así antes?
— No —susurró ella con honestidad; dudaba que muchas mujeres hubiesen conocido algo semejante a lo que ella acababa de experimentar. Quizás no hubiese ninguna—. No tenía ni idea de que pudiese ser así.
Con una mirada hambrienta, nick la contempló como si quisiese devorarla.
Ella sintió la presión de su erección sobre la cadera y cayó en la cuenta que él no había llegado al orgasmo. Había mantenido su promesa.
Con el corazón latiéndole frenético ante el descubrimiento, quiso proporcionarle lo mismo que ella acababa de vivir. O al menos, algo que se le aproximara.
Bajando la mano, comenzó a desabrocharle los pantalones.
nick le cogió la mano y se la llevó a los labios para besarle la palma con mucha ternura.
— Tu intención es buena, pero no te molestes.
— nick —le dijo en tono de reproche—. Sé que es muy doloroso para un hombre si no se…
— No puedo —insistió él, interrumpiéndola de nuevo.
miley lo miró ceñuda.
— ¿Que no puedes qué?
— Tener un orgasmo.
miley abrió la boca, atónita. ¿Estaría diciendo la verdad? De todos modos, sus ojos tenían una expresión mortalmente seria.
— Es parte de la maldición —le explicó él—. Puedo darte placer, pero si me tocas justo ahora, sólo conseguirás hacerme más daño.
Sufriendo por él, le acarició la mejilla.
— Entonces, ¿por qué…?
— Porque quería hacerlo.
No lo creía. No. Apartó la mano de su rostro y miró hacia otro lado.
— Querrás decir porque tenías que hacerlo. Por la maldición también, ¿no es cierto?
Él la cogió por la barbilla y la obligó a mirarle a los ojos.
— No. Estoy luchando contra la maldición, si no fuese así, estaría dentro de ti ahora mismo.
— No lo entiendo.
— Yo tampoco —le confesó mirándola a los ojos, como si buscase en ella la respuesta—. Acuéstate conmigo —susurró—. Por favor.
miley hizo una mueca de dolor ante el sufrimiento que destilaba aquella sencilla petición. Su pobre nick. ¿Qué le habían hecho? ¿Cómo podían hacerle eso a alguien como él?
nick cogió el libro y se lo dio a miley.
— Léeme.
Ella abrió el cuento mientras él colocaba las almohadas en el cabecero de la cama.
Se estiró en el colchón e hizo que miley se tumbara a su lado. Sin decir una sola palabra, tiró de la manta y la rodeó en un tierno gesto con su brazo.
El olor a sándalo la asaltó de nuevo, mientras comenzaba a leerle la historia de Wendy y Peter Pan.
Estuvieron así durante una hora.
— Me encanta tu voz. Tu forma de hablar —le dijo mientras miley se detenía para pasar una página.
Ella sonrió.
— Debo decir lo mismo de ti. Tienes la voz más cautivadora que he escuchado jamás.
nick le quitó el libro de las manos y lo dejó sobre la mesita de noche. miley alzó la mirada hasta sus ojos. El deseo los hacía más brillantes, y la contemplaba con un anhelo que la dejó sin respiración.
Entonces, para su asombro, la besó suavemente en la punta de la nariz.
Alargó el brazo, cogió el mando a distancia y bajó las luces hasta dejar la habitación en penumbra. miley no sabía qué decir mientras él se acurrucaba tras ella y la abrazaba por la espalda.
nick le apartó el pelo de la cara y apoyó la cabeza en la almohada, al lado de la suya.
— Me encanta tu olor —le susurró, abrazándola con fuerza.
— Gracias —respondió ella en un murmullo.
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