nick entrecerró los ojos mientras recordaba el resto de la leyenda que rodeaba a su espada.
— Estoy seguro de que ha enviado mi espada por si tengo que enfrentarme con Príapo. La Espada de Cronos también es conocida como la Espada de la Justicia. No acabará con su vida, pero hará que ocupe mi lugar en el libro.
— ¿Estás hablando en serio?
nick asintió.
— ¿Puedo tocar el escudo?
— Claro.
miley pasó la mano sobre las incrustaciones doradas y negras que formaban la imagen de Atenea y el búho.
— Es muy bonito —dijo, maravillada.
— Kyrian lo mandó hacer cuando me nombraron General Supremo.
miley acarició la inscripción grabada bajo la figura de Atenea.
— ¿Qué dice aquí?
— «La muerte antes que el deshonor» —dijo con un nudo en la garganta.
nick sonrió con melancolía al recordar a Kyrian junto a él durante las batallas.
— El escudo de Kyrian decía: «El botín para el vencedor». Solía mirarme antes de la lucha, y decir: «Tú te llevas el honor, adelfos, y yo me quedo con el botín».
miley permaneció en silencio al escuchar el extraño tono de su voz. Intentando imaginar su apariencia con el escudo en alto, se acercó un poco más.
— ¿Kyrian? ¿El hombre que fue crucificado?
— Sí.
— Lo apreciabas mucho, ¿verdad?
Él sonrió con tristeza.
— Le llevó un tiempo acostumbrarse a mí. Yo tenía veintitrés años cuando su tío lo asignó a mi tropa, después de advertirme concienzudamente de lo que me sucedería si dejaba que Su Alteza fuese herido.
— ¿Era un príncipe?
nick asintió.
— Y no tenía miedo a nada. Apenas si llegaba a los veinte años y luchaba o se metía en peleas sin estar preparado, sin creer que pudiesen hacerle daño. Me daba la sensación de que cada vez que me daba la vuelta, tenía que sacarlo a rastras de algún extraño contratiempo. Pero resultaba muy difícil no apreciarlo. A pesar de su carácter exaltado, tenía un gran sentido del humor y era completamente leal. —Pasó la mano por el escudo—. Ojalá hubiese estado allí para poder salvarlo de los romanos.
miley le acarició el brazo en un gesto comprensivo.
— Estoy segura de que los dos juntos habríais sido capaces de salir de cualquier atolladero.
Los ojos de nick se iluminaron al escucharla.
— Cuando nuestros ejércitos marchaban juntos, éramos invencibles. —Tensó la mandíbula al mirarla—. Hubiese sido cuestión de tiempo que Roma fuese nuestra.
— ¿Por qué depreciabais tanto al Imperio Romano?
— Juré que destruiría Roma el mismo día que conquistaron Primaria. Kyrian y yo fuimos enviados para ayudarlos en la lucha, pero cuando llegamos era demasiado tarde. Los romanos habían rodeado la ciudad y habían asesinado salvajemente a todas las mujeres y a los niños. Jamás había visto una carnicería semejante. —Su mirada se oscureció—. Estábamos intentando enterrar a los muertos cuando los romanos nos tendieron una emboscada.
miley se quedó helada al escucharlo.
— ¿Qué ocurrió?
— Derroté a Livio y estaba a punto de matarlo en el momento en que intervino Príapo. Lanzó un rayo a mi caballo y caí en mitad de las tropas romanas. Estaba seguro de iba a morir cuando Kyrian apareció de la nada. Hizo retroceder a Livio hasta que pude ponerme en pie de nuevo. Livio llamó a sus hombres a retirada y desapareció antes de que pudiésemos acabar con él.
miley fue consciente de la proximidad de nick. Estaba detrás de ella, tan cerca que podía sentir el calor que emanaba de él. Colocó los brazos a ambos lados de su cuerpo, atrapándola entre él y la cama, y se apoyó sobre su espalda.
Ella apretó los dientes ante la ferocidad del deseo que la invadió. nick no la estaba tocando, pero sus sentidos estaban tan desbocados como si sus manos la acariciasen. Él inclinó la cabeza y le mordisqueó el cuello.
La sensación de su lengua sobre la piel consiguió que todas sus hormonas cobraran vida. Arqueó la espalda mientras un estremecimiento le recorría los pechos. Si no lo detenía…
— nick —balbució; su voz no logró trasmitir la advertencia que pretendía.
— Lo sé —susurró él—. Voy de camino a darme una ducha fría.
Mientras salía de la habitación, miley lo escuchó gruñir una palabra en voz baja:
— Solo.
Después de desayunar, miley decidió enseñarle a conducir.
— Esto es ridículo —protestó nick mientras miley aparcaba en el estacionamiento del instituto.
— ¡Venga ya! —se burló ella—. ¿No sientes curiosidad?
— No.
— ¿Que no?
nick suspiró.
— Esta bien, un poco.
— Bueno, entonces imagina las historias sobre la gran bestia de acero que condujiste alrededor de un aparcamiento que podrás contarles a tus hombres cuando regreses a Macedonia.
nick la miró perplejo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario