— No.
— ¿Entonces cómo sabes que tu cuerpo no despierta el deseo de un hombre?
— Porque no soy ciega. ¿Vale? Los hombres no babean por mí del mismo modo que las mujeres hacen contigo. ¡Maldita sea!, me considero afortunada cuando se dan cuenta de que soy una mujer.
— miley —masculló, levantándose. Se puso en pie y se detuvo a los pies de la cama—. Ven aquí —le ordenó.
Ella obedeció.
nick la colocó exactamente enfrente del espejo de cuerpo entero.
— ¿Qué ves? —le preguntó.
— A ti.
Él le sonrió.
Inclinándose, apoyó la barbilla sobre el hombro de miley.
— ¿Qué ves cuando te miras?
— Veo a alguien que necesita perder de seis a nueve kilos y comprarse un cargamento de crema antimanchas para hacer desaparecer las pecas.
A él no pareció hacerle gracia.
Le pasó las manos por la cintura, hasta la parte delantera del albornoz, donde descansaba el nudo del cinturón.
— Déjame que te diga lo que yo veo —ronroneó justo sobre su oreja, mientras colocaba las manos sobre el cinturón, sin abrirlo—. Veo un hermoso cabello, oscuro como la noche. Suave y abundante. Tienes el cabello ideal para que caiga en cascada sobre el vientre desnudo de un hombre, para enterrar la cara en él y aspirar su aroma.
miley empezó a temblar.
— Tienes un rostro con forma de corazón, semejante al de un pequeño diablillo, con labios llenos y sensuales que piden a gritos ser besados. Y con respecto a tus pecas, son fascinantes. Añaden un toque juvenil a tu encanto que te hace única e irresistible.
No sonaba tan mal dicho por él.
Le desabrochó el albornoz e hizo una mueca ante la visión de la camisola rosa. Abriéndolo del todo, siguió hablando.
— ¿Qué tenemos aquí? —masculló, devorándola con los ojos.
Antes de poder pensar siquiera en protestar, nick le bajó el albornoz por los brazos y lo dejó caer al suelo, a sus pies. Volvió a apoyar la barbilla en su hombro mientras sus ojos la contesmpslabantravés del espejo.
Le alzó la camisola.
— nick —dijo ella, cogiéndole la mano.
Sus miradas se encontraron en el espejo. N no pudo moverse, ya que la pasión a y la ternura que se reflejaban en los ojos de nick la sumieron en un estado de trance.
— Quiero verte, mils —le dijo en un tono que dejaba a las claras que no admitiría un no por respuesta.
Antes de poder volver a pensar con claridad, él le quitó la camisola y pasó sus manos sobre la piel desnuda de su estómago.
— Tus pechos no son pequeños —susurró, incorporándose tras ella—. Tienen el tamaño perfecto para la mano de un hombre —y para demostrar su afirmación, acercó las manos y los cubrió con ellas.
— nick —balbució miley con un gemido y el cuerpo abrasado—. Recuerda tu promesa.
— Me estoy comportando bien —respondió él con voz ronca.
Apoyándose sobre sus duros pectorales, miley observó sin aliento en el espejo cómo nick dejaba sus pechos y le acariciaba las costillas, descendiendo hasta las caderas y una vez allí, metía las manos bajo el elástico de sus braguitas.
— Tienes un cuerpo hermoso, miley —le dijo mientras le acariciaba el pubis.
Por primera vez en toda su vida, lo creyó. nick le mordisqueó el cuello mientras sus manos jugueteaban con los rizos oscuros de su entrepierna.
— nick —lloriqueó, sabiendo que si no lo detenía ahora no sería capaz de hacerlo más tarde.
— ¡Shh! —le dijo al oído—. Ya te tengo.
Y, entonces, separó los tiernos pliegues de su cuerpo y acarició su sexo.
miley gimió, consumida por la pasión. nick capturó sus labios y la besó plena y profundamente.
De forma instintiva, se dio la vuelta entre sus brazos para saborearlo mejor.
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