lunes, 11 de abril de 2011

perfect lover-cap-46

No estaba segura, pero le daba la impresión de que nick sonreía.
Se acurrucó aún más, acercándose a la calidez de su cuerpo, pero los vaqueros le rasparon las piernas.
— ¿No estás incómodo vestido? ¿No deberías cambiarte de ropa?
— No —contestó tranquilamente—. De este modo, sé que mi cucharilla permanecerá alejada de tu…
— Ni se te ocurra decirlo —dijo con una carcajada—. No te ofendas, pero tu hermano es asqueroso.
— Sabía que había una razón para que me gustaras tanto.
miley le quitó el mando a distancia de las manos.
— Buenas noches, nick.
— Buenas noches, cariño.
miley apagó la luz.
Al instante, notó cómo nick se tensaba. Su respiración se convirtió en un jadeo entrecortado y se apartó de ella.
— ¿nick?
Él no contestó.
Preocupada, miley encendió la luz para poder verle. Se abrazaba con fuerza el torso, con los brazos cruzados sobre el pecho. Tenía la frente cubierta de sudor y una mirada aterrada y salvaje mientras se esforzaba por respirar.
— ¿nick?
Él observó la habitación como si acabara de despertar de una pesadilla espantosa. miley vio cómo alzaba un brazo y colocaba la mano en la pared, para asegurarse que todo era real, no una alucinación.
Se humedeció los labios, se pasó la mano por el pecho y tragó saliva.
Y entonces, miley lo entendió.
La oscuridad. Por eso no había apagado las luces, sino que había bajado la intensidad.
— Lo siento nick, no lo sabía.
Él seguía sin hablar.
miley lo abrazó, sorprendida de que un hombre tan fuerte buscase consuelo en ella como si no pudiese hacer otra cosa. nick apoyó la cabeza sobre sus pechos.
Con los dientes apretados, miley sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas. Y en ese instante supo que jamás le dejaría regresar a ese libro. Nunca.
De algún modo, romperían la maldición. Y, cuando todo hubiese acabado, esperaba que nick pudiese vengarse del responsable de su sufrimiento.


miley permaneció inmóvil durante horas, escuchando la respiración tranquila y acompasada de nick, mientras dormía a su lado. Había colocado una pierna entre sus muslos y le rodeaba la cintura con un brazo.
La sensación de su cuerpo, envolviéndola, la hacía palpitar de deseo.
Y su olor…
Lo que más le apetecía en esos momentos era darse la vuelta y enterrar la nariz en el aroma cálido y amaderado de su piel. Nadie la había hecho sentirse así jamás. Tan querida, tan segura.
Tan deseable.
Y se preguntaba cómo era posible, teniendo en cuenta que apenas se conocían. nick llegaba a una parte de su interior que iba más allá del mero deseo físico.
Era tan fuerte, tan autoritario… Y tan divertido. La hacía reír y le encogía el corazón.
Alargó el brazo y pasó los dedos con suavidad por la mano que tenía colocada justo bajo su barbilla. Tenía unas manos preciosas. Largas y ahusadas. Aun relajadas durante el sueño, su fuerza era innegable. Y la magia que obraban en su cuerpo…
Un milagro.
Pasó el pulgar por su anillo de general y comenzó a preguntarse cómo habría sido nick entonces. A menos que la maldición hubiese alterado su apariencia física, no parecía ser muy mayor, no aparentaba más de treinta.
¿Cómo podría haber liderado un ejército a una edad tan temprana? Pero claro, Alejandro Magno apenas si tenía edad para afeitarse cuando comenzó sus campañas.
nick debía haber tenido una apariencia magnífica en el campo de batalla. miley cerró los ojos e intentó imaginárselo a caballo, cargando contra sus enemigos. Podía ver una vívida imagen del general vestido con la armadura y con la espada en alto mientras luchaba cuerpo a cuerpo con los romanos.
— ¿jason?
miley se tensó al escuchar el murmullo. nick estaba dormido.
Giró sobre el colchón y lo miró.
— ¿nick?
Él adoptó una postura rígida y comenzó a hablar en una confusa mezcla de inglés y griego clásico.
— ¡No! ¡Okhee! ¡Okhee! ¡No! —y se incorporó hasta quedar sentado en la cama.
miley podía saber si estaba dormido o despierto.
Le tocó el brazo instintivamente y, lanzando una maldición, él la agarró con fuerza y tiró de ella hasta ponerla sobre sus muslos. Después volvió a arrojarla a la cama, con una mirada salvaje y los labios fruncidos.
— ¡Maldito seas! —gruñó.
— nick —jadeó miley, luchando por liberarse mientras él la agarraba con más fuerza por el brazo—. ¡Soy yo, miley!
— ¿miley? —repitió con el ceño fruncido, intentando enfocar la mirada.

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