Miley ignoró esa pregunta y le escribió el número de una vecina.
—Me marcho -dijo sabiendo que no le quedaba nada más que decir.
Nick se encogió de hombros.
Cuando salió del despacho, se cruzó con Damianos.
—No me ha comido viva —le dijo ella sonriendo débilmente, ya que ese hombre siempre le había caído bien.
—Lo hará. Pero eso no es asunto mío, señorita Espinosa.
Antes de entrar en su casa, se pasó por la de la vecina para decirle que Nick le iba a dejar un mensaje.
Pero tres días más tarde, él no la había llamado.Una semana más tarde, Miley estaba de vuelta del correo, donde había dejado otro montón de solicitudes de trabajo, cuando vio que la vecina la llamaba desde el otro lado de la calle.
Miley sonrió y cruzó la calle.
—Han llamado esta mañana.
—¿Qué?
—Me han dicho que vayas esta noche, a las ocho, a su despacho.
Miley tragó saliva.
—Gracias.
—¿Una entrevista de trabajo?
—Algo parecido.
—Bueno, yo me quedaré con tu madre. Sé que no le gusta estar sola después de anochecer.
Mientras se preparaba para la cita, Miley se preguntó si su ex novio repararía en su aspecto.
¡Un novio que, cuando lo había sido, ni siquiera había tratado de propasarse con ella!
Lo cierto era que, después de ese desastroso viaje a Grecia, ella había perdido toda su confianza en sí misma. Su madre le había enviado todos los años una tarjeta de felicitación a Enrique, incluyendo una foto de Miley, a la que había llamado así por su abuela. Su abuelo no había respondido nunca, pero siempre había sabido dónde estaban viviendo. Cuando Miley cumplió los dieciséis, llegaron noticias de Enrique. Una carta seca de tres líneas informándoles de la muerte del hermanastro de su madre, Gaston. La primavera siguiente, una carta igual de escueta invitaba a Miley a Grecia para que conociera a su abuelo.
Había aceptado aunque la invitación no incluía a su madre, ya que ambas habían creído que lo haría en su momento.
Miley no se había dado cuenta realmente de lo rico que era su abuelo hasta que la fue a recoger al aeropuerto una limusina con conductor para dejarla en una magnífica villa en las afueras de Atenas.
Nada más conocerse, Miley se dio cuenta del desagrado de su abuelo al encontrarse con una nieta que solo entendía algunas palabras de griego. Y, a pesar de que Enrique hablaba bien el inglés, había sido un extraño para ella, un extraño seco y desagradable que le había dicho que no mencionara a su madre en su presencia. Pocas horas después de su llegada, Miley estaba ansiosa por volverse a marchar.
Al día siguiente, Enrique la había mandado de compras con la esposa de uno de sus colegas de negocios.
A ella le dio la impresión de que su abuelo se avergonzaba de su aspecto, pero la compra de una gran cantidad de ropa nueva y cara le había resultado muy excitante, aunque toda fuera tan conservadora, que a ella le pareció que estaba siendo cuidadosamente preparada para dar una buena impresión. Al siguiente día, Enrique le dijo que había invitado a casa a algunos jóvenes por la tarde, para que pudiera hacer amigos de su edad. Mientras ella se preparaba en su habitación, llamaron a la puerta y una preciosa morena con enormes ojos castaños y expresión amigable asomó la cabeza.
-Soy Selena Puente. Mi tía te llevó de compras ayer —le dijo.
Pronto Miley se hizo amiga de ella y le agradeció los consejos sobre qué ponerse y cómo comportarse.
Recordar esos primeros días en Grecia y lo inocente que había sido la hizo estremecerse. Se había visto rodeada de lobos sonrientes. Cuando le ofrecieron su amistad, ella creyó que era de verdad. Entonces no había sabido que Enrique había planeado hacerla su heredera ni que la posibilidad de que se casara con Nick Jonas había sido hablada mucho antes siquiera de que lo conociera.., o de que los demás vieran en ello una amenaza y una fuente de celos. Un hombre de seguridad la introdujo en el edificio Jonas justo antes de las ocho esa tarde. -
Todo estaba muy vacío y ella estaba muy nerviosa.
Llamó a la puerta del despacho de Nick y abrió con mano temblorosa.
Solo estaba encendida la lámpara de la mesa y por los ventanales se veían las luces de la City por la noche. Nick salió entonces de la oscuridad, vestido muy elegantemente con un traje gris.
—Ya veo que esta noche eres puntual y educada -dijo él.
Miley se ruborizó. El equilibrio de poder había cambiado. Hacía una semana, ella había tenido la sorpresa de su lado y estaba suficientemente desesperada para hacerse oír. Pero ahora eso era el pasado. Estaba allí esa noche para oír la respuesta de Nick.
—¿Quieres tomar algo? —le preguntó él.
—Un zumo de naranja.
Nick e dirigió al mueble bar mientras eh admiraba sus gráciles movimientos.
—Siempre te gustó mirarme -dijo él sonriendo cuando le dio su zumo—. Como una lechuza. Cada vez que te pillaba mirándome, tú te ruborizabas y apartabas la mirada.
Avergonzada por ese recuerdo, Miley se encogió de hombros.
—Eso fue hace mucho tiempo.
Nick se sentó en el borde de su mesa, parecía completamente relajado y la saludó con el vaso.
—Eras una maestra de la actuación. Yo estaba completamente convencido de que eras virgen.
Ella se sintió incómoda. Lo que menos se hubiera esperado era que él se refiriera ahora a ese verano lejano.
—Bueno... —añadió él—. Solo tengo una pregunta que hacerte antes de que nos dediquemos a los negocios. Y tiene truco, Miley.
—Entonces, no la quiero oír.
—Pero la tienes que responder con completa, sinceridad. No te interesa mentir. Así que no me des la respuesta que crees que yo quiero oir porque puede que termines arrepintiéndote de ello.
Miley le dio un trago a su zumo, tenía la boca muy seca.
—Esa noche, en el club, puede que me vieras con otra chica... Espero que no te esté avergonzando con estos recuerdos adolescentes.
—¿Por qué me ibas a avergonzar?
—Entonces deja que llegue al fondo del asunto que provoca mi curiosidad incluso ahora.
-¿Te fuiste con Alfonso en mi coche porque estabas borracha y molesta por lo que pensabas haber visto y él se aprovechó entonces de tu estado? ¿O...? Miley miró fijamente la lámpara de mesa, llena de rabia y resentimiento Deseó tirarle el zumo a la cara y luego golpearlo lo más fuertemente que pudiera. Diez años de castigo por un pecado que no había cometido ¿Por qué iba a admitir las agonías por las que él la había hecho pasar esa noche? ¿Por qué humillarse más a sí misma con esa sinceridad? ¿Qué sacaba él haciéndole esas preguntas?. ¡Cuándo no se las había hecho en su momento¡. Ni había habido ninguna referencia a que ella lo pudiera haber visto con otra Chica
—¿,O qué? —dijo ella en voz baja.
—O... ¿Te fuiste con él en mi Coche porque pensaste que no te iban a ver o porque...?
—¡Me fui con él en tu coche porque me volvía loca! —exclamó ella desafiante
Él la miró fríamente
—¡Estás jugando conmigo para divertirte!
—continuó ella—. Me vas a decir que no, por supuesto. ¡Realmente no sé por qué me he molestado en venir hoy aquí!
—Porque estabas desesperada—le recordó él.
—Bueno, entonces ¿por qué no te has limitado a decirme que no? —afirmó ella perdiendo la paciencia y levantándose Nick se levantó también.
—No es necesario ponerse así, Miley. ¿Por que no dejas ese bolso y te vuelves a sentar?
Su acalorado rostro se acaloró más todavía.
Se estaba cociendo viva dentro de la chaqueta, pero cruzó los brazos.
Nick se rió, cosa que ella encontró más enervante todavía.
—¿Qué te parece tan divertido?
—Siempre parecías tan tranquila... Pero ahora estoy viendo a la verdadera Dulce
Espinosa airada, terca e implacable.
—Estas no son unas circunstancias normales No presumas de saber nada de mí, ¡porque no sabes nada!
—Pero si no aceptas la carta que te ha tocado jugar, yo voy a romper la baraja —dijo él suavemente.
Miley se dio cuenta entonces de que ella tampoco conocía a Nick Jonas. Él extendió una mano y ella se quitó por fin la chaqueta y se la arrojó.
—Te gusta poner toda la carne en el asador, ¿no? Debería haber recordado eso.
Nick no hizo caso de ese comentario y dejó la chaqueta en una silla.
—Ahora siéntate para que puedas oír mis condiciones para ese matrimonio.
Ella se quedó helada y con los ojos muy abiertos
—Sí. Lo que quieres está a tu alcance, pero puede que no quieras pagar el precio que te pido.
—¿,El precio?
—Todo lo bueno tiene un precio, ¿o es que todavía no lo sabes?
Anonadada por el hecho de que él fuera a aceptar, Miley no contestó enseguida.
1 comentario:
aaaa
me encantoo
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