sábado, 3 de marzo de 2012

at dusk niley- capitulo 13




La gente se inclinó hacia delante, abrió sus libros y miró a mi madre
completamente fascinada. En ese momento, comprendí que más me valía
ponerme a tomar apuntes, como todos los demás. Puede que me quisiera
más que a nadie, pero no dudaría en catearme la primera si tenía que
hacerlo.
La hora pasó volando. Los alumnos no dejaban de hacerle preguntas
para ponerla a prueba y las respuestas les convencieron. Mientras
tomaban apuntes, sus plumas se movían a una velocidad que nunca
hubiera creído posible y, en más de una ocasión, sentí que me entraba
rampa en los dedos. Hasta ese momento no había caído en lo
competitivos que iban a ser mis compañeros. No, no es del todo cierto, era
evidente que eran competitivos en cuanto a la ropa, las posesiones y las
pretensiones amorosas. Esa voracidad pendía en el aire que los envolvía.
En lo que no había caído era que también iban a serlo en clase. Daba igual
de lo que se tratara, en Medianoche todo el mundo quería ser el mejor en
todo.
En fin, un poco de presión de nada...
—Tu madre es fantástica —me dijo Patrice, emocionada, en el pasillo,
después de clase—. Tiene una visión global, ¿sabes a qué me refiero? Que
no es nada estrecha de miras. La verdad, hay muy poca gente así.
—Sí, bueno... Espero parecerme a ella. Algún día.
En ese momento Courtney dobló la esquina. Llevaba el cabello rubio
recogido en una coleta muy tirante que le hacía arquear las cejas con un
aire aún más desdeñoso. Patrice se puso tensa. Por lo visto, aceptarme a
su lado no implicaba tener que defenderme delante de Courtney, así que
me preparé para recibir su arrogante comentario de turno. Sin embargo,
podría decirse que me sonrió, aunque era evidente que Courtney pensaba
que estaba siendo mucho más atenta conmigo de lo que me merecía.
—Este finde, fiesta —dijo—. El sábado. Junto al lago. Dejaremos pasar
una hora después del toque de queda.
—Perfecto.
Patrice encogió un solo hombro, como si le importara tres pimientos que
la invitaran a la que probablemente sería la mejor fiesta de Medianoche de
ese semestre, al menos hasta el Baile de otoño. ¿O los bailes formales no
molaban? Mis padres me lo habían pintado como el mayor acontecimiento
del año, aunque ya había quedado claro que sus opiniones acerca de
Medianoche y las mías distaban bastante.
La duda que me asaltó sobre los bailes me había impedido responder a
Courtney, quien no me quitaba ojo, claramente molesta por no haberme
deshecho en agradecimientos.
—¿Y bien?
Si hubiera sido un poco más atrevida, le habría dicho que era una
pedante y una pelmaza y que tenía mejores cosas que hacer que ir a su
fiesta.
~

—Esto... Sí, genial, será genial —fue lo único que conseguí decir, en
cambio.
Patrice me dio un ligero codazo mientras Courtney se alejaba por el
pasillo muy digna, al compás del balanceo de su coleta rubia.
—¿Lo ves? Te lo dije. La gente te aceptará porque eres... Bueno, porque
eres su hija.
¿Qué tipo de desgracia humana había que ser para ascender en el
ranking de popularidad del instituto gracias a tus padres? Sin embargo,
tampoco podía permitirme despreciar la aceptación que me ganara,
viniera de donde viniera.
—Por cierto, ¿de qué tipo de fiesta se trata? Es decir, ¿se va a hacer en
los alrededores? ¿Y de noche?
—Tú ya has ido a alguna fiesta antes, ¿verdad?
A veces Patrice no se diferenciaba tanto de Courtney.
—Claro —contesté, pensando en las fiestas de cumpleaños de cuando
era pequeña, aunque Patrice no tenía por qué saberlo—. Solo me
preguntaba si... Iba a haber bebida.
Patrice se echó a reír como si hubiera dicho algo gracioso.
—Por favor, miley, madura.
Echó a andar hacia la biblioteca y me dio la impresión de que no quería
que la siguiera, así que me volví sola a nuestro dormitorio.
No sabía cómo, pero todos pensaban que mis padres molaban. ¿Es que
eso se saltaba una generación?
Mis padres me habían dicho que pronto me acostumbraría a la rutina y
que, cuando lo hiciera, Medianoche empezaría a gustarme. Bueno,
después de la primera semana, comprendí que estaban en lo cierto al
cincuenta por ciento.
Las clases estaban bien, al menos la mayoría. A mi madre se le escapó
en cierto momento que yo era su hija y enseguida añadió: «Ni miley ni yo
volveremos a mencionar este hecho nunca más. Y vosotros tampoco
deberíais hacerlo». Todo el mundo se echó a reír. Los tenía comiendo de la
palma de la mano. ¿Cómo lo hacía? Y lo más importante: ¿por qué no me
había enseñado a hacerlo a mí también?
Me costó acostumbrarme a otros profesores y echaba de menos la
informalidad y la cercanía de mi antiguo colegio. Aquí los maestros me
intimidaban y era impensable que alguien no pudiera cumplir sus altas
expectativas. Toda una vida pasada en la biblioteca, donde ocultarme del
mundo, me había preparado para trabajar duro y además le dediqué más
tiempo a mis estudios que nunca antes. La única clase que me
preocupaba era la de Lengua inglesa, porque era la que impartía la señora

Bethany. Había algo en ella, en el modo en que se mantenía erguida o en
que ladeaba la cabeza antes de que alguien contestara una pregunta en
clase que, en fin, que me intimidaba.
Sin embargo, los profesores no serían un problema, estaba segura. En
cambio, mi vida social era otra historia.
Courtney y otros alumnos de Medianoche habían decidido que yo no
merecía su desprecio; mis muy apreciados padres me habían ganado el
bendito derecho a ser ignorada, pero a nada más. Sin embargo, las
«nuevas admisiones» me miraban con recelo. Por lo visto, compartir
dormitorio con Patrice era razón suficiente para asumir que jamás me
pondría en su contra o en contra de sus amigos. Los grupos se habían
formado de un día para otro y yo me vi atrapada justo en medio.
La única «marginada» a la que conseguí aproximarme fue a Raquel
Vargas, la chica del pelo corto. Nos habíamos pasado una mañana
protestando por la cantidad de deberes de trigonometría que teníamos y
aquello había sido casi el único contacto social que habíamos tenido. Tenia
la impresión de que a Raquel le costaba hacer amigos. Parecía una chica
solitaria, recluida en sí misma. En realidad no se diferenciaba mucho de
mí, aunque parecía más desamparada.
Y los demás alumnos se aseguraban de que así fuera.
—El mismo jersey negro, los mismos pantalones negros —comentó
Courtney con sonsonete un día que pasaba junto a Raquel— y la misma
pulsera negra. Me apuesto lo que quieras a que mañana volveremos a
verlos.
—No todo el mundo puede permitirse el uniforme en todas sus
variantes, ¿sabes? —se defendió Raquel.
—No, eso es evidente —intervino Erich, un chico moreno, de cara afilada
y ovalada, que solía seguir a Courtney a todas partes—. Solo la gente que
realmente es de aquí.
Courtney y todos sus amigos se echaron a reír. Raquel se puso roja
como un tomate, pero se limitó a dar media vuelta y a irse con paso
airado, al tiempo que las risas se convertían en carcajadas. Nuestras
miradas se encontraron al pasar por mi lado. Intenté expresarle sin
palabras que me sentía mal por ella, pero creo que eso solo hizo que se
sintiera peor. Por lo visto, odiaba que la compadecieran.
Estaba segura de que si hubiera conocido a Raquel en cualquier otro
sitio, habríamos descubierto que teníamos mucho en común. Sin embargo,
con lo mal que me sentía por ella, dudaba que fuera a hacerme ningún
bien estar con alguien más deprimido que yo.
Aunque también estaba convencida de que yo no estaría ni la mitad de
hundida de lo que estaba si hubiera conseguido comprender qué había
sucedido entre nick y yo.
Íbamos juntos a la clase de Química del profesor Iwerebon, pero nos
sentábamos uno en cada punta del aula. Cuando no estaba concentrada


3 comentarios:

amorciegoniley dijo...

fasianante lo ameeeeee

alexajonas dijo...

ahhh tienes que seguirla porntiiiiisssss ahhhh geneallmocossaaa hahahha me encanto la platikaaa hahahah

beln_de_jonas dijo...

ahh tienes que seguirla por fiiss sube mas mas mas