viernes, 23 de marzo de 2012

the manual of the forbidden- capi- 42


A la media hora, Chaz apareció bajando de un automóvil negro. Un mustang, si no me equivocaba. Le hice señas con las manos para que me viera y luego corrió hacía mí.

-¡miley! ¿Qué ha pasado?-preguntó preocupado, cuando se acercó a mí.

Me le quedé mirando por un minuto, su bello rostro inmaculado con el aspecto del de un ángel, era algo que seguro iba a extrañar. Las lágrimas me traicionaron en ese momento y escaparon de mis ojos.
No dije nada y abracé a Chaz con todas las fuerzas de mi corazón, y él, al principio confundido, me devolvió el abrazo, acariciándome la espalda.

-¿Qué pasa, miley? Por favor, no me asustes-musitó a mi oído.

Me separé de él, nostálgica.

-Me voy, Chaz-farfullé, limpiándome las lágrimas.
-¿A dónde?-preguntó, sin entender.

Caminé hacía su auto y él fue detrás de mí.

-miley, ¿a dónde te vas?-insistió.
-Vuelvo a América-dije, cuando hube llegado hasta el mustang antiguo.
-¿Qué haces qué?-su rostro de ángel se desencajó y aquello me causó un nuevo dolor.
-Volveré a California, Chaz-sollocé.
-¿Por qué? ¿Por qué tan pronto?-inquirió, más confundido que antes.

La voz se me atoró en el nudo de la garganta, impidiéndome hablar. Me sentía fatal de confesar mi pecado.

-Hice algo muy malo, Chaz-admití y halé la puerta para abrirla, luego me subí al auto. Todo lo hice tan rápido que no le di oportunidad para hablar.

Corrió hacía el otro lado del auto y subió de la misma manera que yo.

-¿Qué tan malo pudo haber sido como para que te obligue a irte? -quiso saber.
-Muy, muy malo -las lágrimas eran el vivo recuerdo de la noche anterior e incluso de esta misma mañana.
-Por favor, miley, no me asustes. ¿Qué hiciste?

Lo miré, con los ojos empañados aun y mis labios temblaban con las palabras a punto de salir.

-Anoche me embriagué…
-Oh, vamos miley, eso no es tan malo… -el alivio huyó de su rostro cuando continué hablando.
-…y besé a nick –confesé, tratando de ahogar el nudo en mi garganta.

Entonces se le desplomaron las cejas de sorpresa y desconcierto.

-¿Qué? -preguntó, incrédulo.

Me llevé las manos a la cara, intentando al menos ocultar mi rostro avergonzado y las lágrimas que lo bañaban, ya que no podía pararlas.

-¿Besaste a nick? ¿Pero cómo? ¿Por qué? -sus preguntas sólo sirvieron para que el dolor me sucumbiera más, sin contar que la cabeza estaba por explotarme.
-¡Por estúpida, Chaz! –solté, retirando las manos de mi rostro para elevarlas en modo de desesperación- selena se dio cuenta de que nick no era el mismo y el domingo pasado a la muy idio’ta de mí, se le ocurrió bailar con él en plenas narices de su novia. Debí imaginarlo, ¿sabes? Hasta la persona más estú’pida lo hubiera reflexionado, pero se trata de mí, ¡claro! la idio’ta de mí-farfullé, atropellando las palabras.
-miley, tranquila –me tomó del brazo y sentí su tacto cálido sobre mi piel-. Cuéntame con más calma y sin insultarte -me pidió.

Suspiré, yo no sabía cómo es que esperaba que no me insultara a mi misma. Me merecía toda clase de insultos habidos y por haber. Pero traté de tranquilizarme.

-joe me lo dijo –continué-, y me pidió que fuera… sensata y lo primero que hago es ir a embriagarme para olvidar el dolor por romperle el corazón a mi mejor amiga, dime ¿qué tan sensato es eso?

“nick fue a buscarme al lugar cuando estaba borrachas, me sacó de allí y me hizo subir a su Hybrid… Casi le confieso que lo amo -la voz volvió a quebrárseme- y luego de una ridícula discusión me quedé dormida. Cuando desperté me di cuenta de que no estaba en el departamento de selena sino en la casa de nick, acostada en su cama –el recuerdo apareció nítido en mi mente, como si fuese una película que se estuviese proyectando con bastante claridad-, musité su nombre y él se acercó a besarme en la frente para desearme buenas noches –ya no estaba tan segura de que mi voz tuviera sonido, pero Chaz seguía mirándome atento-. Sujeté su rostro entre mis manos y lo besé, simplemente lo besé –me perdí por un momento en el recuerdo.
-¿Y nick qué hizo? –inquirió.
-No se apartó… ¡No se apartó! Yo tuve que detener aquello porque si no… -entonces mi voz se perdió entre las lágrimas que me ahogaban la garganta.
-Tengo varias cosas qué decir, pero primero… -abrió sus brazos y me abrigó en ellos y yo, derramé allí todo mi dolor.

Lloré inconteniblemente sobre su hombro, por que me sentía sola; sentía que tarde o temprano así me quedaría. Sola.

Tardé unos minutos en recuperarme y vi cómo había empapado su camisa, produciendo en ella un manchón sobre su hombro.

-Perdón –murmuré mirando lo que había producido mi llorar.
-No te preocupes –me limpió con su pulgar una lágrima que caía por mi mejilla y me recordó a nick esta mañana.

Gemí.

-No puedo creer que haya sucedido –musitó.
-Fue mi culpa.
-No –me contradijo firmemente-. No sólo ha sido culpa tuya, nick también es culpable, y yo diría que más de la mitad de la culpa cae en él. ¿Por qué no lo evitó? Digo, tú… estabas borracha, pero, ¿el? Él estaba en sus cinco sentidos –meneó la cabeza en forma de reproche. Se quedó en silencio un momento y luego pareció darse cuenta de otra cosa. Me miró –. Pensé que odiabas el alcohol –musitó.
–Lo sigo odiando, Chaz. Ahora más que nunca –siseé y luego gemí con dolor-. Pero es que la mente se me nubló y… fue la única estu’pidez que se me ocurrió para olvidar –admití.
-Prométeme que nunca más volverás a hacerlo –me pidió.
-En lo que me resta de vida –levanté la mano, jurándolo.

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