Respiré hondo, allí iba otra vez la historia, la
dolorosa y triste historia del por qué me iba.
-Anoche me embriagué y besé a nick –dije, no quería darle mucho detalle al asunto.
-¡¿Hiciste qué?! –sus ojos se abrieron desmesuradamente y llevó sus manos a su boca para contener el grito de sorpresa.
-No me hagas recordarlo, soy la pero mejor amida del planeta –sollocé.
-Vaya –murmuró-. No puedo creerlo –se quedó en silencio-. Y… ¿cómo estuvo?
-¿Qué cosa? –inquirí, confundida.
-El beso.
-¡Fernanda! –farfullé, escandalizada.
-Lo siento, pero es que… en serio no puedo creerlo. Quiero decir, me sorprende que haya sucedido algo así, nick tiene novia, ¿no? y tú… bueno tú jamás hubieras querido herir a tu mejor amiga, ¿verdad?
-Es lo único que me duele, Ferni. Que la traicioné.
-Sí pero… ¿segura que es eso lo único?
-¿Qué quieres decir? –pregunté.
-No lo sé –se encogió de hombros-. ¿No te duele dejar a…? Tú sabes.
-nick –me tembló la voz y Ferni asintió-. Si te digo que no, te mentiría. Lo amo Ferni –confesé.
-¿Y qué vas a hacer? ¿Tú crees que irte arreglará las cosas?
Me reí.
-Sabía que intentarías hacerme cambiar de opinión, pero ya no hay vuelta atrás, Ferni. Me voy.
-No puedes escapar siempre –me reprochó.
-No, pero ahora sí. De todos modos volvería, no me iba a quedar para siempre aquí.
Ella suspiró, sabiendo que por supuesto, no iba a cambiar de opinión.
-Te extrañaré tanto –murmuró.
-Yo también. Escucha, podemos escribirnos por Internet –dije, tratando de evitar el melodrama, pensar en despedirme de una persona como Ferni me dolía en serio en lo más profundo de mi alma.
-No será lo mismo –dijo, triste.
-Ya lo sé, pero agradezcamos a Dios que nos permitió conocernos –musité, apunto de dejar salir las lágrimas.
-No es justo –murmuró y luego volvió a abrazarme. Ella no pudo contener las lágrimas y verla llorar me terminó a mí por derrumbar.
-Nunca voy a olvidarte, ¿de acuerdo? –musité.
-¿Y prometes que te cuidarás?
-Lo prometo.
-¿Cuándo sale tu avión? –me preguntó.
-Mañana a las once de la mañana.
-Le pediré permiso a mis papás y cerraré para…
-No –la interrumpí-. Escucha, no te lo tomes a mal, pero mañana no quiero que nadie me acompañe al aeropuerto. No me gustan las despedidas, Ferni. Y si puedo huir de ellas, mejor.
-¡Pero ya no voy a volver a verte!
-Claro que nos volveremos a ver, algún día… Dios nos volverá a juntar. Pero no me hagas dura la partida, ¿sí?
-Te voy a extrañar demasiado.
-Ya somos dos –traté de deshacer el nudo en mi garganta-. Te quiero, Ferni. Gracias por todo.
-También te quiero, miley.
Le di un último abrazo y me retiré del lugar antes de que yo misma me amarrara a él, sabía desde un principio que no debía de encariñarme con las personas por que dejarlas me costaría mucho, y no estaba equivocada. Dolía bastante.
Caminé hasta el edificio, mientras me limpiaba las lágrimas que resbalaban por mi mejilla. El cielo estaba oscureciendo, este había sido mi último día en Venecia.
Subí por las escaleras, desganada totalmente. La despedida de Ferni no había sido para nada sencilla. No cabía más dolor en mi corazón.
O eso pensaba yo.
-Sólo quiero hablar con ella –era su voz, sin duda, la que se oía a través del pasillo con eco propio.
-Anoche me embriagué y besé a nick –dije, no quería darle mucho detalle al asunto.
-¡¿Hiciste qué?! –sus ojos se abrieron desmesuradamente y llevó sus manos a su boca para contener el grito de sorpresa.
-No me hagas recordarlo, soy la pero mejor amida del planeta –sollocé.
-Vaya –murmuró-. No puedo creerlo –se quedó en silencio-. Y… ¿cómo estuvo?
-¿Qué cosa? –inquirí, confundida.
-El beso.
-¡Fernanda! –farfullé, escandalizada.
-Lo siento, pero es que… en serio no puedo creerlo. Quiero decir, me sorprende que haya sucedido algo así, nick tiene novia, ¿no? y tú… bueno tú jamás hubieras querido herir a tu mejor amiga, ¿verdad?
-Es lo único que me duele, Ferni. Que la traicioné.
-Sí pero… ¿segura que es eso lo único?
-¿Qué quieres decir? –pregunté.
-No lo sé –se encogió de hombros-. ¿No te duele dejar a…? Tú sabes.
-nick –me tembló la voz y Ferni asintió-. Si te digo que no, te mentiría. Lo amo Ferni –confesé.
-¿Y qué vas a hacer? ¿Tú crees que irte arreglará las cosas?
Me reí.
-Sabía que intentarías hacerme cambiar de opinión, pero ya no hay vuelta atrás, Ferni. Me voy.
-No puedes escapar siempre –me reprochó.
-No, pero ahora sí. De todos modos volvería, no me iba a quedar para siempre aquí.
Ella suspiró, sabiendo que por supuesto, no iba a cambiar de opinión.
-Te extrañaré tanto –murmuró.
-Yo también. Escucha, podemos escribirnos por Internet –dije, tratando de evitar el melodrama, pensar en despedirme de una persona como Ferni me dolía en serio en lo más profundo de mi alma.
-No será lo mismo –dijo, triste.
-Ya lo sé, pero agradezcamos a Dios que nos permitió conocernos –musité, apunto de dejar salir las lágrimas.
-No es justo –murmuró y luego volvió a abrazarme. Ella no pudo contener las lágrimas y verla llorar me terminó a mí por derrumbar.
-Nunca voy a olvidarte, ¿de acuerdo? –musité.
-¿Y prometes que te cuidarás?
-Lo prometo.
-¿Cuándo sale tu avión? –me preguntó.
-Mañana a las once de la mañana.
-Le pediré permiso a mis papás y cerraré para…
-No –la interrumpí-. Escucha, no te lo tomes a mal, pero mañana no quiero que nadie me acompañe al aeropuerto. No me gustan las despedidas, Ferni. Y si puedo huir de ellas, mejor.
-¡Pero ya no voy a volver a verte!
-Claro que nos volveremos a ver, algún día… Dios nos volverá a juntar. Pero no me hagas dura la partida, ¿sí?
-Te voy a extrañar demasiado.
-Ya somos dos –traté de deshacer el nudo en mi garganta-. Te quiero, Ferni. Gracias por todo.
-También te quiero, miley.
Le di un último abrazo y me retiré del lugar antes de que yo misma me amarrara a él, sabía desde un principio que no debía de encariñarme con las personas por que dejarlas me costaría mucho, y no estaba equivocada. Dolía bastante.
Caminé hasta el edificio, mientras me limpiaba las lágrimas que resbalaban por mi mejilla. El cielo estaba oscureciendo, este había sido mi último día en Venecia.
Subí por las escaleras, desganada totalmente. La despedida de Ferni no había sido para nada sencilla. No cabía más dolor en mi corazón.
O eso pensaba yo.
-Sólo quiero hablar con ella –era su voz, sin duda, la que se oía a través del pasillo con eco propio.
Me quedé helada, mis pies no se movieron más y mi cuerpo
quedó escondido tras la pared continua.
-Pero ella no quiere hablar contigo, pervertido –esa otra voz era la de
Chaz, aireada.¿Qué estaba sucediendo?
-¿Pervertido? –repitió nick, escandalizado.
-¿La llevas a tu casa sabiendo que no está en sus cinco sentidos? No te hagas el santo –alegó Chaz.
-La llevé a mi casa por eso mismo –explicó-. No iba a dejarla aquí sola en ese estado, además, yo no tenía llave de este departamento, ¿qué querías? ¿Qué la dejara en el pasillo? –replicó.
-Como sea, ella no quiere verte.
-Tú no decidas, no tienes derecho –decía nick.
-No decido, sólo te estoy repitiendo lo que ella me dijo esta tarde –refutó Chaz.
-Necesito hablar con ella, y tú no me lo vas a impedir –advirtió nick.
-Pues, ojala la encuentres –la voz de Chaz parecía ocultar una sonrisa malévola.
Hubo un silencio y me eché a correr al captar que la conversación entre ellos había terminado y que nickn pasaría por donde yo estaba escuchando todo.
Corrí hacía el ascensor, nick no lo tomaría, de eso estaba segura. Las puertas se abrieron a tiempo y me escondí antes de que sus ojos me vieran. Apreté el botón para el cuarto piso, sólo por si acaso y el estómago se me encogió, evidentemente más sensible, cuando el ascensor subió un piso arriba.
Cuando las puertas se abrieron de nuevo y me dejaron salir, bajé rápidamente las escaleras hasta mi piso y llamé a la puerta del departamento trecientos ocho. Alguien dentro refunfuñó palabras ininteligibles y luego la tía de Chaz me abrió la puerta y me puso mala cara, deformando su rostro con más arrugas de las que ya tenía. Su cabello blanco estaba atado en una desecha coleta y algunos cuántos pelos se salían de su lugar.
-Disculpe que la moleste, ¿está Chaz? –pregunté.
-¡Chaz! –lo llamó, luego sin decir nada más, se dio media vuelta y volvió al sofá en el que seguro estaba antes.
Chaz salió de una de las habitaciones y después de que miró a su tía me captó en la puerta de entrada, esperando.
-Oh –musitó y se acercó a toda velocidad-. ¿Qué pasa, miley? –dijo, saliendo un poco y cerrando la puerta tras de sí.
-Escuché la discusión que tuviste con nick, ¿por qué? ¿a qué vino? –inquirí, desesperada.
Él exhaló.
No hay comentarios:
Publicar un comentario