viernes, 30 de marzo de 2012

the manual of the forbidden- capi- 56





-¿A dónde fuiste, liam? –lo miré, parando mi caminar.
-Ah… saludar –se encogió de hombros.
-¿A saludar a quien? –fruncí el ceño.
-A una persona con la que ya me había topado antes.
-¿Tiene que ver conmigo? –por un segundo, lo que dura un latido, nick pasó por mi pensamiento.
-Esa persona jamás te ha visto –dijo, ya más calmado e hizo que me calmara también-. Anda, ya vamos por nuestro pago –me instó a seguir caminando hacía el siguiente cubículo.

No sabía por qué, pero la incertidumbre no se iba. Algo me decía que todo eso tenía que ver conmigo. O a lo mejor, de verdad me estaba convirtiendo en una paranoica. No quería hacerme falsas ilusiones en que a lo mejor, nick también tuviera que ver en esto; pero era algo ilógico. nick  estaba muy lejos y liam ni siquiera lo conocía más que en fotos.

Cobramos nuestro dinero y lo repartimos mitad y mitad, luego liam me llevó a casa en donde las especulaciones continuaron.

Era una terca, si liam me conocía bien sabría que no me iba a dar muy fácil por vencida y que no me iba a quedar de brazos cruzados; además de que era una completa curiosa igual que… nick. Era inevitable no traerlo a mi pensamiento, vivía allí día y noche y no podía bloquearlo. Pero todo esto sólo se enredaba con tantos nombres, de por sí, eran ya suficientes.

La noche llegó rápido, pero no dispersó mis pensamientos. Tenía que separar todas las cosas que se enredaban en mi cabeza y saber en qué se relacionaban una con la otra. nick y la canción, liam y su misteriosa desaparición en la mañana, nick, liam.

Suspiré y me asomé por la ventana, el cielo oscurecido sostenía un cuarto menguante en lo alto y tuve que pensar en nick, una vez más. ¿Dónde estaba? Deseaba tener una señal, un lugar, lo que sea. Quería que alguien me dijera que lo había visto, que estaba bien, quería saber cualquier cosa. Pensarlo me hacía recordarlo, a poco más de un mes de haber regresado, tenía su recuerdo nítido en mi mente: sus bellos ojos miel brillando con luz propia, su cabello lizo despeinado y castaño, tan suave como espuma en los dedos, sus sonrisas tan mágicas y sus labios… deliciosos.

Suspiré de nuevo y me puse a pensar en liam, ya que si seguía dándole luz verde a los pensamientos de nick, se me iría toda la noche y terminaría llorando. Volví a concentrarme en el asunto de liam entonces, recordé lo que le me contestó cuando le pregunté si aquella persona tenía que ver conmigo: “Esa persona jamás te ha visto”. A liam no le gustaba mentir a sus amigos, pero cuando no quería decir algo daba una respuesta real pero no acertada. Abrí los ojos de par en par. Entonces aquello sí tenía que ver conmigo, podía apostar a que sí. Pero… ¿de qué forma? Aquella persona tenía que ver conmigo, pero jamás me había visto… todo era tan confuso.

Volví a mirar la luna, nick, nick, nick. ¿Dónde estás? ¿Estará pensando en mí? Me reí, no podía siquiera alejar un minuto mis pensamientos de él. Ya debería de saberlo, es como pedirle a un manzano que no produzca ya sus frutos.

Como sea, tarde o temprano tenía que enterarme de lo que liam tramaba; sólo que esperaba que no fuera demasiado tarde.


La luz de la contestadota parpadeaba cuando llegué a casa. Había estado casi toda la mañana vagabundeando por mi ciudad en busca de buenas fotografías para tomar. Había tomado sólo tres en casi seis horas. Me acerqué y apreté el botón para oír el mensaje, mientras iba por un vaso de agua.

Oh, buenos días señorita cyrus, o buenas tardes según escuche mi mensaje.
Su fotografía nos ha fascinado y queremos que nos muestre toda la colección. Hay algo especial en esa imagen y, estaríamos muy honrados en ver su trabajo para si usted quiere, hacer la exposición.
Comuníquese en cuanto oiga el mensaje. Ya sabe el teléfono de la compañía, pregunte por el señor Blade.
Que pase buen día, hasta luego.

El pitido que anunciaba el final del mensaje me hizo aterrizar. ¿Cuál fotografía? ¿De qué exposición está hablando? ¿Qué señor Blade? Corrí hasta el teléfono y garabateé el número de esa llamada en un papel, luego lo marqué. Una voz femenina me contestó al segundo timbre.

-Olmos estudio, ¿en qué puedo servirle?
-Amm… ¿hay allí un señor Blade con quien pueda comunicarme? –pregunté, terriblemente confundida.
-Claro, enseguida.
-Gracias –tamborileé los dedos en la mesita mientras escuchaba la fastidiosa melodía a través de la bocina del teléfono.
-Oficina del señor Blade, ¿en qué puedo ayudarte? –me contestó otra voz más aguda que la primera. Fruncí el ceño. ¿Qué allí todo mundo contestaba de la misma manera?
-Hola, ¿podrías comunicarme con el señor Blade, por favor?
-¿Quién lo busca?
-Miley Cyrus.
-Oh, claro. Enseguida –dijo y transfirió la llamada por un lapso de tiempo más corto que el anterior.
-Señorita cyrus, es usted –dijo la voz de hombre, ronca y amable.
-Eh… sí, pero aun no entiendo quién es usted –musité, con franqueza.
-Bueno, soy el presidente de las exposiciones fotográficas de esta empresa. Thomas Blade.

Los ojos se me abrieron como platos. Thomas Blade, había leído de él hace bastante tiempo; era el “productor” de las exposiciones fotográficas que tuvieron más fama en el país y no sólo allí.

-¿Señorita cyrus? –preguntó, ya que me había quedado muda.
-Estoy aquí –farfullé-. Pero aun no entiendo por qué me llamó.
-Pues vimos su fotografía. Nos ha encantado y…
-¿Qué fotografía? –lo interrumpí.
-Un joven vino el día de ayer mostrándonos una fotografía que usted tomó en su viaje a Venecia, Italia, según nos contó él muchacho.

El corazón comenzó a latir debajo de mi pecho. Todo estaba cobrando sentido de pronto.

-A decir verdad, la fotografía es muy buena y pensamos que una exposición con ese tipo de fotografías sería magnífico, pero antes queremos ver todas.
-Ah…

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