viernes, 23 de marzo de 2012

the manual of the forbidden- capi- 41




-¿Recuerdas… lo que… lo de…?-se notaba que le costaba trabajo hablar y cada una de sus palabras se convertían en estacas en mi corazón.
-Si no recordara no estuviera huyendo-farfullé e intenté llegar hasta la puerta otra vez.
-¡No, miley, espera!-inconcientemente su voz me hizo detenerme de nuevo, con mi mano sobre la perilla. Sentía los ojos inundados de lágrimas, apunto de salir-. Necesito hacerte una pregunta.
-Hoy no estamos jugando a las diez preguntas, nick-musité, con la voz temblorosa.
-Sólo una-musitó. Me quedé en silencio, esperando que la hiciera, pero no me giré.

Oí que se levantó de la silla y caminó hasta colocarse detrás de mí.

-¿Por qué me besaste?-inquirió y las lágrimas cayeron decididas empapando mis mejillas.

Me giré y verle tan cerca hizo que mi fuero interno se tambaleara.

-Por que estaba borracha, y en ese estado una comete estu'pideces de todo tipo-farfullé, hablando torpemente.
-Pero, ¿por qué lloras?-quiso acercarse y sus manos se elevaron para limpiarme las lágrimas, pero me corrí hacía atrás-. Dicen que los niños y los borrachos siempre dicen la verdad-musitó-. ¿Me amas?

Las lágrimas me llenaron los ojos.

-¿Amarte? ¿Qué no tienes corazón y no piensas en…?
-Claro que tengo corazón, ¡ése es el problema!-aulló y la cabeza se quejó del dolor.

Le miré tras las lágrimas que nublaban mis pupilas y luego mi vista se posó rápida en el sofá del fondo, en donde había una cobija y una almohada sin acomodar. Volví a mirarle cuando una de mis lágrimas corrió veloz por mi mejilla.

Me di la media vuelta, decidida a terminar la conversación pero antes de que pudiera moverme, nick me sujetó del antebrazo, como aquella vez en la tienda de vestidos.

-Sólo dime si me amas-dijo, articulando con claridad cada palabra.

Me giré, exasperada y lo miré a los ojos, deseando que las incontenibles lágrimas no me delataran.

-No-dije, tajante.

Cuando me soltó, supe que me había creído la mentira. Se me quedó mirando… no sé cómo, por que aquella mirada no parecía real. Quise moverme, pero la mentira había sido tan grande que, no podía sentir ni un gramo de fuerza.

-Tú amas a selena y selena te ama a ti-se me quebró la voz-. Así es como deben de ser las cosas.

Salí arrastrando los pies con la escasa fuerza que había logrado conseguir y estando afuera, terminé por derrumbarme. Es que igual no tenía caso alguno decirle la verdad, eso ¿qué iba a cambiar? selena era mi elección y a pesar de la estupidez que yo había cometido, no podía permitirme hacerle más daño, robándome a su novio.

Las lágrimas me bañaban el rostro mientras los ojos se me cerraban por los fulgorosos rayos de sol del medio día. No tenía ánimos de siquiera mantenerme de pie, pero sabía muy bien lo que tenía qué hacer.
Paré un taxi y me subí. Si algo me había ensañado selena antes de venir a Venecia era a dar direcciones en italiano.

-Aeroporto-musité, despreocupándome si me salía o no el acento italiano.

El taxista asintió, mientras yo, trataba de sofocar las lágrimas que incontenibles salían. No sabía dónde estaba, ni cuánto tardaría en llegar, simplemente quería hacer correr más rápido el tiempo para que todo terminara de una buena vez.

Compraría mi boleto de regreso a América y nadie podría hacerme desistir, aunque me dolía bastante dejar a las personas maravillosas que se habían convertido en partes fundamentales de mi vida. Chaz y Ferni, joe… no podía siquiera pensar en despedirme.

Sentí un alivio que no duró más que dos segundos cuando visualicé el aeropuerto y pagué al señor con los billetes que selna me había dado para moverme por la ciudad. Me sentí más culpable, incluso yo le debía eso.

-Grazie-dije, recordando que aquella palabra la había aprendido de nick.
-Un piacere-me sonrió, tratando de ignorar las lágrimas de mis ojos.

Bajé del taxi y me dirigí casi corriendo hacia dentro del aeropuerto. Desconocía cuánto dinero traía en el bolso, pero deseaba que fuera suficiente como para alcanzar a pagar mi vuelo. Entre la gente que corría en todas direcciones, logré llegar hasta el área de la aerolínea que me había traído, reconocí el nombre y el logo y le sonreía a la rubia detrás de la ventanilla.
-Ciao, come posso aiutare? ~Hola, ¿en qué puedo ayudarte? -me dijo.
No entendí muy bien qué había dicho, pero sabía lo que todo mundo decía en las agencias de viaje. Así que le hablé en español, sabiendo que ella entendería.
-¿Cuándo sale el primer vuelo a California?-pregunté con voz ahogada pero decidida, a la señorita tras la ventanilla.
-Oh- exclamó-, ¿a qué parte?
-Sacramento.
Tecleó sobre su ordenador, mirando fijamente la pantalla.
-Hay uno a las seis de la tarde y otro a las nueve treinta de la noche-me dijo.
Reflexioné un poco, no podía irme este día, al menos, selena tenía derecho a una explicación. Ella llegaba mañana a las siete de la mañana.
-¿Y para el día de mañana?-pregunté, deseando que hubiera uno a temprana hora.
-Mmm…-ella volvió a fijarse en su computador- A las once de la mañana sale uno.
-Perfecto-articulé-. ¿Cuánto cuesta?
-Ciento trece euros-me sonrió.
Deseaba que un golpe de suerte fuese mío en ese instante, no sabía cuánto dinero traía, pero rogaba a Dios que fuera más que eso. Revisé el bolso, contando los billetes… era increíble cómo la suerte me sonreía.
-Lo quiero-dije, poniendo los ciento quince euros, todo lo que traía, todo lo que selena me había dado.
-Escogiste buena temporada para viajar, los precios están bajos-me sonrió, tomando el dinero y contándolo.
-No escogí irme, tengo qué hacerlo-susurré, pero ella no me oyó.
-Un boleto a Sacramento, California para adulto-confirmó.
Tecleó sobre su ordenador y luego sacó el boleto de debajo de algo, lo selló y lo guardó en un sobre.
-Aquí tienes-dijo, entregándome el sobre y el dinero que sobraba encima-. Qué tengas buen viaje-me sonrió.
-Gracias-traté de sonreír, pero aquel esfuerzo sólo empeoró en dolor de cabeza.
Me di la media vuelta y caminé de nuevo, guardando el boleto de avión en mi bolso. Me percaté de con lo que me había sobrado, no alcanzaba a pagar un taxi que me llevara al departamento y lo primero que se me ocurrió fue sacar mi móvil y llamar a la única persona que por ese momento me pasó por la mente.
-Vamos, Chaz… contesta-le musitaba al teléfono, mientras oía cómo sonaba el suyo.
-¿miley?
-¡Chaz!-lo expresé con tanto alivio y furor que, la cabeza me taladró con el propio sonido de mi voz.
-miley, ¿qué pasa?-no necesitaba que me vieran la cara bañada en lágrimas para saber que estaba mal.
-¿Puedes… puedes venir al aeropuerto… por mí?-musité.
-¿Al aeropuerto? ¿Por qué estás en el aeropuerto? ¿Qué pasó? ¿selena llegó?-el nombre de ella dolía con cada palpitar de mi corazón.
-No, sel… selena aun no llega. Ven por mí, por favor-dije, sacando fuerzas de aquel dolor.
-Está bien, enseguida voy, pero quiero una explicación-me advirtió.
-Gracias-susurré y trunqué la llamada.
Caminé hasta el exterior y la luz del sol no se cansaba de encandilarme los ojos ferozmente. El día después de una borrachera resultaba horrible, apenas lo estaba comprobando. Me senté en una banca a esperar, mientras veía a la gente salir y entrar con maletas en las manos a paso veloz y yo trataba de resguardar mis ojos un poco del fulgor del astro rey, aun cuando el ambiente era gélido.

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