sábado, 3 de marzo de 2012

at dusk niley- capitulo 12






Quería que nick me perteneciera solo a mí.

o te han hecho el uniforme a medida, ¿verdad? —comentó Patrice,
alisándose la falda mientras nos preparábamos para el primer día
de clase. N¿Cómo no me había dado cuenta antes? Las alumnas «legítimas» de
Medianoche habían enviado sus uniformes a un sastre para que les
metiera a las camisas por aquí o a las faldas por allá y conseguir que
quedaran elegantes y favorecedores en vez de ramplones y asexuales.
Como el mío.
—No, no se me ocurrió.
—Pues nunca lo olvides —dijo Patrice—. La ropa a medida es un mundo
a parte. Ninguna mujer debería descuidar su aspecto.
Ya me había dado cuenta de lo mucho que le gustaba dar consejos y
demostrar lo sofisticada e inteligente que era, algo que me habría
fastidiado bastante de no ser porque tenía toda la razón del mundo. Lancé
un suspiro y seguí con lo mío: intentar que el cabello no me quedara
abultado detrás de la cinta. Tarde o temprano vería a nick y quería tener
el mejor aspecto posible, o al menos el mejor posible con aquella piltrafa
de uniforme.
Después de hacer una larga cola en el gran vestíbulo, recogimos el
listado de las asignaturas que nos habían asignado. Nos iban entregando
una hoja de papel de uno en uno, tal como se había hecho durante cientos
de años. Los alumnos que iban acercándose armaban bastante menos
escándalo que los de mi antigua escuela en su misma situación. Parecía
que todo el mundo conocía el funcionamiento.
Aunque tal vez lo del silencio solo fueran imaginaciones mías. Era como
si mi ansiedad engullera el sonido y lo enmudeciera todo, hasta tal punto
que empecé a preguntarme si alguien me oiría en el caso de ponerme a
gritar.
Patrice no se separó de mí la primera hora, pero solo porque íbamos
juntas a la primera clase, la asignatura de Historia estadounidense que
impartía mi madre, el único pariente que tendría por profesor. En vez de la
clase de Biología de mi padre, un tal profesor Iwerebon sería el encargado
de darme Química. Me sentía incómoda caminando junto a Patrice sin
saber qué decir, aunque tampoco tenía nada mejor que hacer... hasta que
vi a nick. La luz que se colaba a través del cristal escarchado de los

pasillos bañaba de bronce su cabello castaño dorado. Al principio creí que
nos había visto, pero siguió caminando sin perder paso.
Esbocé una sonrisa.
—Nos vemos luego, ¿vale? —le dije a Patrice, alejándome de ella.
Patrice se encogió de hombros mientras buscaba otras amigas con
quienes pasear—. nick —lo llamé.
Ni siquiera pareció oírme. No quería ponerme a gritar, así que apreté el
paso para darle alcance. Iba en dirección contraria a la mía —por lo visto
no estaría en la clase de mi madre—, pero estaba dispuesta a correr el
riesgo de llegar tarde.
—¡nick! —insistí, esta vez más alto.
Se volvió lo justo para ver quién lo llamaba y luego miró a su alrededor,
como si le preocupara que alguien nos oyera.
—Eh, ¿qué tal?
¿Dónde estaba mi protector del bosque? El chico que tenía delante no
se comportaba como si se preocupara por mí, sino como si no me
conociera. Aunque en realidad no me conocía, ¿verdad? Habíamos hablado
una sola vez y en el bosque, cuando había intentado salvarme la vida y yo
se lo había agradecido haciéndole callar. Solo porque yo creyera que eso
era el inicio de algo no significaba que lo fuera.
De hecho, daba la impresión de que no me conocía de absolutamente
nada. nick volvió la cabeza un segundo, me saludó fugazmente con la
mano y un gesto de cabeza, como cuando alguien saluda a un conocido
cualquiera, y siguió caminando hasta que desapareció entre la multitud.
Ahí estaba, me acababan de dar calabazas. Me pregunté cómo era
posible que entendiera a los chicos aún menos de lo que creía.
El lavabo de las chicas de esa planta estaba cerca, así que me colé en
uno de los compartimentos y me rehice como pude en vez de echarme a
llorar. ¿Qué había hecho mal? A pesar de lo extraño que había sido nuestro
primer encuentro, nick y yo habíamos acabado manteniendo una
conversación tan íntima como las que tenía con mis mejores amigas. Tal
vez no supiera mucho de chicos, pero estaba convencida de que habíamos
conectado. Me había equivocado. Volvía a estar sola en Medianoche y me
sentía mucho peor que antes.
Cuando por fin me hube calmado, salí corriendo hacia la clase de mi
madre, a la que por poco llego tarde. Ella me fulminó con la mirada y yo
me encogí de hombros y me apoltroné en uno de los pupitres de la última
fila. Entonces pasó de inmediato del modo madre al modo profesora.
—Veamos, ¿quién sabría decirme algo sobre la guerra de la
Independencia? —Juntó las manos y miró expectante a sus alumnos. Me
arrellané en el asiento, aunque sabía que no me preguntaría en la primera
clase. Únicamente quería que supiera cómo me sentía al respecto. Un
chico que se sentaba a mi lado levantó la mano para alivio de todos los
demás. Mi madre sonrió levemente—. ¿Y usted es el señor...?

—Moore. Balthazar Moore.
Lo primero que debería saberse de él es que tenía el aspecto de alguien
que podía llevar el nombre de «Balthazar» sin que nadie se burlara. Le
quedaba bien. Parecía muy tranquilo por lo que mi madre pudiera
preguntarle, pero sin la insolencia de la mayoría de los chicos de la clase;
solo parecía seguro de sí mismo.
—Bien, señor Moore, si tuviera que resumir las causas de la guerra de la
Independencia, ¿qué diría?
—Que las cargas impositivas establecidas por el Parlamento británico
fueron la gota que colmó el vaso. —Hablaba con facilidad, sin prisas.
Balthazar era grande y fornido, tanto que apenas cabía en el viejo pupitre
de madera. Su postura convertía la incomodidad en elegancia, como si
prefiriera mil veces estar repantingado que sentarse derecho—. Aunque a
la gente también le preocupaba la libertad política y de religión, por
descontado.
Mi madre enarcó una ceja.
—De modo que, Dios y la política son poderosos pero, como siempre, el
dinero es el motor del mundo. —Se oyeron tímidas risitas por toda la clase
—. Hace cincuenta años, ningún profesor de instituto estadounidense
habría mencionado los impuestos. Hace un siglo, la conversación habría
girado en torno a la religión. Hace ciento cincuenta años, la respuesta
habría dependido del lugar de residencia. En el norte, os habrían hablado
de la libertad política. En el sur, os habrían enseñado sobre la libertad
económica, la cual, claro está, era impensable sin la esclavitud. —A Patrice
se le escapó un bufido desdeñoso—. Y por descontado, en Gran Bretaña
habría quien hubiera descrito a Estados Unidos como un estrambótico
experimento intelectual condenado al fracaso.
Risas de nuevo: comprendí que mi madre se había ganado a toda la
clase. Incluso Balthazar esbozó una sonrisa, tan encantadora que casi
consiguió hacerme olvidar a nick.
De acuerdo, no. Pero esa sonrisa zalamera le hacía ganar muchos
puntos.
—Y eso, más que cualquier otra cosa, es lo que quisiera que
aprendierais sobre la historia. —Mi madre se remangó la chaqueta de
punto y escribió en la pizarra: «Interpretaciones evolutivas»—. La idea que
la gente tiene del pasado cambia tanto como lo hace el presente. La
imagen en el retrovisor cambia a cada instante. Para comprender la
historia, no es suficiente con conocer los nombres, las fechas y los lugares.
Estoy convencida de que muchos de vosotros ya os los sabéis. Sin
embargo, debéis aprender a distinguir las distintas interpretaciones que se
le han dado a los acontecimientos históricos a lo largo de los siglos. Ese es
el único modo de tener una perspectiva que resista el paso del tiempo, y
es en eso en lo que este año centraremos gran parte de nuestros
esfuerzos.
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maraton de esta nove que lo pidio yazy y es para ella y male tambien pondre de atame y de la de que acabo de subir



4 comentarios:

amorciegoniley dijo...

me encanto genealisisma esta nove

alexajonas dijo...

ahhhh seguila porfavoorrr muchisisisismooo lo ameeeeee

beln_de_jonas dijo...

ahhhh ahh seguilaaa gfasiante

butblop dijo...

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ahhh llevas al musica en tiii