Átame a ti - capitulo- 30

nick era inquebrantablemente educado con miley, nunca sugiriendo nada que no sea el lazo de paternidad que existía entre ellos, delante de sus empleados, que es lo que ella había querido.

¿Así que por qué ella en secreto deseaba una demostración pública de afecto? ¿Que ese guapo vaquero entrara y la besara locamente? ¿Qué la arrastrara dentro de su oficina, barriera todo afuera del escritorio y follara ridículamente sobre su agenda?

Probablemente porque ella estaba sufriendo de falta de sueño. La pasión de ese tipo sólo ocurría en las películas. La vida real para ella eran hojas de cálculo, pañales, noches sin dormir y si tenía suerte, una encuentro rápido de sexo antes que la bebé se despertara.

Ella nunca había tenido demasiada vida sexual, así que el hecho que ella estuviera teniendo a algún amante regular la debería hacerla desmayarse como una doncella nerviosa. ¿Así que por qué diablos le fastidiaba que el sexo se hubiera vuelto… rutinario? Y eso era mucho decir, viniendo de alguien como miley que se llevaba bien con la rutina. No sólo que ella fuera demasiado cobarde para arriesgarse a iniciar el sexo con nick, ella temía que él pusiera reparos al ver su flácido cuerpo post parto y terminara todo contacto sexual. Mantenía todos los encuentros desnudos en la oscuridad, calculando que un sexo medio-medio era mejor que ningún sexo, ¿verdad?

Error. La molesta sensación de que algo le faltaba afuera del dormitorio no ayudaba a su estado de ánimo porque no contaba con un marco de referencia para una situación como esta… sexualmente o personalmente. Por primera vez en mucho tiempo, no tenía un plan de ataque, ni ninguna idea de cómo comenzar a implementar cambios.

miley dejó la oficina y se dirigió a casa. La gran pantalla de TV en la sala de estar no estaba encendida. nick no estaba despatarrado en el sofá. La bebé no estaba en el moisés. Rastreó a nick hasta la cocina donde él estaba encorvado en contra de la puerta trasera y hablando por su teléfono celular.

―No sé si es una buena idea. Porque ha pasado condenadamente mucho tiempo desde que hicimos eso juntos. Ah jódete, no olvidé cómo hacerlo. Digamos, he estado practicando un poco por mí mismo.

Ella se congeló. ¿Con quién estaba hablando? ¿A qué tipo de práctica se estaba refiriendo?

―Bien. Nah, supongo que no me importa una mierda lo que la gente diga de nosotros tampoco. ¿Mañana, entonces? Estupendo. Estaré allí. ―Clic.

nick deslizó el teléfono celular en su bolsillo y giró alrededor con una mirada culpable.

―Ey.

―Ey tú. ―Su mirada escudriñó la cocina―. ¿Dónde está Eliza?

Sus ojos se ampliaron con un horror simulado.

―Mierda. No sé. Supongo que debo haberla dejado en el granero junto al cubo de los clavos oxidadas, al caballo enojado y a la escopeta cargada.

―Qué chistoso.

―No pensarías así si fuera yo quien constantemente te preguntara donde está nuestra hija.

Guau. Él estaba un poco molesto.

―Lo siento. Hábito.

―Uno que espero que rompas. ―nick arrastró una mano a través de su pelo y se dejó caer en una silla―. De cualquier manera, ella está dormida. Hay sopa en la cocina si tienes hambre.

―¿Cocinaste?

―No. Mamá la envió a casa conmigo, así que ya sabes que es comestible y no tiene chile. Otra vez.

Realmente molesto.

miley se sirvió. Se sentó enfrente de él y comió en silencio. Mientras enjuagaba su tazón, nick envolvió un brazo alrededor de su cintura.

Quitó el clip que sujetaba su melena desordenada y dejó caer las ondas a través de sus hombros, enterrando el rostro en su pelo.

―Siempre hueles tan malditamente bien.

―Me alegro que pienses así.

―Tu pelo es bello. Nunca lo cortes. Me gustaría sentirlo cayendo a través de mi cuerpo mientras me estás montando. Apuesto que siente como seda sobre mi piel. ―Él le inclinó la cabeza y la besó en el cuello.

Inmediatamente los cosquilleos corrieron desde ese punto directamente hasta su núcleo.

―miley. Te deseo desesperadamente. Déjame tenerte.

El hombre la hizo mojar con sólo esas palabras.

―Vamos arriba.

―No. Aquí mismo en la cocina. Extendida sobre este mostrador así puedo deleitarme con el sol de la tarde brillando sobre tu atractivo cabello.

—¿Qué está mal con deleitarte conmigo en una cama?

—Nada. —Las manos de nick se curvaron alrededor de sus caderas—. Vamos, cariño. Sé espontánea. Sé aventurera. Estamos más cerca de la salsa de chocolate aquí. Seguro me gustaría verter eso en tu lugarcito especial y hacerte mi postre del día.

Ella envolvió los brazos alrededor de su cuello.

—Tal vez otro día. Llévame a la cama, vaquero.

—No. —nick dio un paso atrás, muy atrás, dejando que sus brazos cayeran a sus lados—. ¿Por qué insistes tanto en que te haga el amor sólo en una cama?

—¿Por qué insistes tanto en hacérmelo en la cocina a plena luz del día?

—¿Cuál es el problema con eso? ¿Tirar los platos al piso y hacer travesuras contigo sobre la mesa?

Su brevemente liberador pensamiento: ¡Aleluya! Un hombre al que le importo lo suficiente como para descifrar lo que quiero, fue reemplazado por su paranoico pensamiento habitual: ¡De ninguna manera! Hay luces brillantes aquí dentro y terminarías asqueado con mis muslos de requesón y mi barriga de jalea.

—No hay ningún problema con eso si te gustan ese tipo de cosas.

—¿Y a ti no? —le preguntó—. ¿Hacer el amor sólo se supone que debe hacerse en la oscuridad, por la noche, en la posición de misionero?

—¿Es ese el asunto? ¿Estás descubriendo que no soy sexualmente lo suficientemente aventurera para ti? ¿O lo suficientemente espontánea?

Su sonrisa abierta en respuesta no era particularmente placentera.

—No, el asunto real no es sobre mí o lo que yo quiero. El asunto real es que tú estás aterrada a muerte de perder el control para conseguir lo que tú quieres, cariño.

Su corazón comenzó a martillear. Maldición. ¿nick realmente la llegó a conocer tan bien en tan poco tiempo? ¿Cuándo ningún otro hombre se había molestado realmente en verla? ¿Cavar debajo de la superficie, para mirar más allá del tamaño de su vestido y de su cuenta bancaria? ¿Darse cuenta que su estupenda eficiencia era una fachada?

—nick…