Había pasado mucho tiempo desde la última vez que estuvo entre los muslos de una mujer. Y una eternidad desde que se había atrevido a acercarse tanto a una. Había olvidado la suavidad de unos pechos aplastados bajo su torso; la dulce sensación de un aliento cálido en el cuello.
Pero ahora que la tenía debajo…
¡Por los dioses! Sí que lo recordaba. Recordaba lo que se sentía cuando unas manos femeninas se deslizaban por su espalda desnuda; cuando una mujer se retorcía bajo sus expertas caricias.
Por un instante se abstrajo por completo e imaginó que se desnudaban allí mismo y que podía explorar todas esas curvas femeninas de forma más placentera.
Y mucho más íntima.
Cerró los ojos e imaginó que deslizaba la lengua por sus pechos y jugueteaba con un pezón erguido mientras ella enterraba las manos en su pelo.
La mujer se revolvió bajo él, haciendo que la fantasía cobrase vida.
Mmm…
Estaba claro que si ella descubriese quién era él, o lo que era, se desmayaría de terror. Y, si se parecía en algo a su hermana, no dejaría de atacarlo hasta que uno de los dos acabase muerto.
Una pena, en realidad. Pero ya estaba acostumbrado a que la gente lo temiera. Era a la vez la salvación y la maldición de los suyos.
–¿Quién nos escucha? –susurró ella.
Abrió los ojos y saboreó el sonido de esa voz suave y armoniosa. Cómo le gustaba el cadencioso acento sureño… y el de esta mujer se deslizaba por su piel como la seda más fina.
Haciendo caso omiso de su férrea voluntad, su cuerpo se agitó en perversa respuesta. La necesidad de probar esos labios llenos y entreabiertos mientras ella se abría de piernas para permitirle hundirse en su calor, creció hasta el límite.
Sí, cómo deseaba saborear a esta mujer…
Todo su cuerpo.
Se retiró un poco para estudiar mejor su rostro. Tenía una melena de un castaño profundo, veteado con hebras cobrizas que reflejaban la luz. Los ojos azul oscuro mostraban confusión y furia, un fiel reflejo de todo su carácter. En el seductor rostro se apreciaba un diminuto lunar bajo el ojo derecho. Esa marca era lo único que la distinguía de su hermana.
Eso y su olor.
Tabitha llevaba perfumes caros que saturaban sus agudizados sentidos, mientras que esta mujer olía ligeramente a rosas.
En ese instante, Nick la deseó con una necesidad tan acuciante que se quedó petrificado. Hacía siglos que no deseaba así a una mujer. Siglos desde que había sentido algo, cualquier cosa.
El rostro de miley se encendió al notar cómo su erección le presionaba la cadera. Puede que el tipo no estuviese muerto, pero no había duda de que estaba duro. Y eso no tenía nada que ver con el rigor mortis.
–Mira tío, creo que necesitas encontrar otro sitio donde descansar.
Los ojos de él se posaron hambrientos sobre sus labios y miley percibió el fiero deseo que ardía en la profundidades de esa mirada negra como la noche. Al instante, contrajo la mandíbula con fuerza, como si estuviese luchando consigo mismo.
Su fuerza masculina y su abierta sexualidad la abrumaban.
Allí, debajo de él, se dio cuenta de lo vulnerable que era. Y de lo mucho que deseaba probar esos hermosos labios.
La idea la excitaba a la par que la aterrorizaba.
Él parpadeó y, como si se hubiese cubierto con un velo, toda emoción despareció de su rostro. Entonces la liberó.
1 comentario:
amoooooooooo <3 <3 <3 <3
tu nove sarisss muero!!!!
bueno mejor dicho amo tu blog porque hay como 100 noves jajaja :P
en fin
sigue!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
o muero y sera tu culpa eh!
jajajaja bromis
pero sube pronto!
BESOS :K
VALERY Y JIME
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