sábado, 11 de agosto de 2012

at dusk niley- capitulo 42


Lo silencié con un beso, lo bastante efusivo y apasionado para hacerle
entender  que  accedía.  Nick me  devolvió  el  beso  y  me  abrazó  con
fuerza...  Aunque no con tanta  como para no poder darme la  vuelta  y
colocarme encima de él,  de modo que ahora era Nick quien tenía  la
espalda contra el suelo y quedaba tendido debajo de mí. Lo sentía todo
multiplicado  por  cien:  sus  piernas  alrededor  de  las  mías,  el  cuadrado
helado de su hebilla contra mi abdomen, sus dedos jugueteando con el
tirante de mi sujetador, haciéndolo resbalar por mi hombro.
Por un instante, solo un instante, me pregunté cómo sería si Nick y yo
hubiéramos  subido allí  con mantas,  almohadas,  música  y protección  y
hubiéramos tenido toda la noche para estar juntos.
—Ojalá pudiéramos —dije jadeante—, ojalá  pudiéramos estar seguros
de que puedo parar.

—Tal vez... Tal vez no hace falta.
—¿Qué?
A Nick le brillaban los ojos y notaba su cálida y acelerada respiración 
contra mi mejilla.
—Me mordiste una vez y te detuviste a tiempo.  No hizo falta que me 
mataras ni que me transformaras, solo que me mordieras. Si solo es eso...
Entonces tal vez... Oh, Dios. Hazlo.
Nick quería lo mismo que yo. El deseo ardía en mi interior y no tenía
que detenerme. Empujé a Nick contra el suelo y le mordí con fuerza.
—Miley ...
Nick se revolvió  solo un segundo cuando el  éxtasis  nos alcanzó  a 
ambos: mi pulso se fundió con el suyo al tiempo que su sangre fluía en mi
interior,  más  poderosa  que  el  más  apasionado  de  los  besos,
entrelazándonos. Conocía el sabor de su sangre, pero esta vez era incluso
más  irresistible.  La tragué,  saboreando el  calor,  la  vida y la  sal  en mi
lengua. Nick se estremeció debajo de mí y comprendí que el mordisco
tenía el mismo efecto en ambos.
Nick empezó a boquear y me obligué a detenerme. Me separé de él
poco  a  poco.  Estaba  mareado  y  débil,  pero  no  había  perdido  el
conocimiento. Me cogió la cara con ambas manos y volví a la realidad de
golpe: tenía los labios manchados de sangre y los colmillos todavía no se
habían retraído. ¿Cómo podía mirarme siendo vampiro sin sentir repulsión?
Sin embargo, a pesar de la sangre, me besó.
—Solo es esto, te lo prometo —le susurré, cuando nuestros labios se 
separaron—. ¿Te parece bien? ¿Podrás soportarlo?
—Quiero estar contigo, Miley —contestó—. Seas lo que seas. Pase lo 
que pase.

P uedes levantarte?
—Todavía no. —Nick se llevó las manos a los ojos y luego dejó caer los 
brazos, inermes, al suelo—. Necesito un segundo más.
—He intentado no beber demasiada sangre. —Lo último que deseaba 
era tener que ir a pedirle ayuda de nuevo a la señora Bethany—. Me diste
permiso, ¿verdad?
—Sí, no estoy  seguro de que estuviera en mis cabales,  pero eso es 
problema mío, no tuyo. —La tensión que hasta ese momento había sentido
en mi interior desapareció por completo y pude volver a respirar tranquila.
Mientras Nick pensara de aquella manera, todo iría bien—. ¿Te dijeron tus
padres o la señora Bethany que lo hicieras?
—¿Morderte?
—Eso ya sé que no. Me refiero a que me hablaras de la escuela.
—Todo lo contrario. Me pidieron que te mintiera, por eso lo hice. —Todo 
aquello seguía haciéndome sentir avergonzada—. Lo siento, Nick . Pensé
que seguirle la corriente a la señora Bethany y corroborar la historia que
se inventó para rellenar las horas que habías olvidado sería lo mejor para
ambos.
—Es raro. Recuerdo que acabas de morderme... pero está como borroso.
Como a veces cuando no eres capaz de recordar a la perfección un sueño
cinco  minutos  después  de  despertarte.  Si  no  hubieras  estado  aquí
conmigo y no me hubieras mantenido despierto, lo más probable es que
hubiera vuelto a olvidarlo. Aunque lo lógico sería pensar que ser mordido
por un vampiro es una de esas cosas que se te quedan grabadas en la
memoria... No sé, porque se salen de lo normal, supongo.
—La amnesia forma parte del mordisco,  pero no sé por qué. Tal  vez
nadie  lo sepa.  No es  que  existan  demasiadas  explicaciones  científicas
sobre los vampiros precisamente.
Nick hizo una profunda inspiración y a continuación, poco a poco, se
apuntaló sobre los codos hasta conseguir quedarse sentado. Lo cogí por el
hombro con la mano libre, pero él sacudió la cabeza.
—Estoy bien, creo.
—Ahora ya sabes por qué hay veces que cuando nos besamos tengo 
que, bueno, tengo que reprimirme.

—Ahora lo entiendo. —Nick sonrió como si algo le divirtiera—. En parte
es un alivio.  Estaba empezando a creer que debía cambiar de enjuague
bucal o algo así.
Se me escapó una risita y lo besé en la mejilla.
—No te preocupes, no te he convertido en vampiro.
—Lo sé. Bueno, el corazón todavía me late, así que no soy un vampiro. 
—Nick sacó el  pañuelo del bolsillo y se lo  llevó al cuello.  Mientras se
enjugaba la herida, hizo un gesto de dolor—. Todavía no puedo creer que
nacieras siendo vampiro. Nunca había oído hablar de algo así.
—¿Cómo ibas a oír  hablar de algo así  si  no sabías que los vampiros
existían de verdad?
—Tienes razón.
—No volveré a morderte, a no ser que me lo pidas.
—Te creo. —Nick se echó a reír, aunque de una manera extraña, como 
si le hubiera hecho gracia algo que yo ignoraba—. Te creo del todo. Incluso
ahora.
Lo  abracé  con  fuerza.  Significaba  mucho  que  Nick dijera  aquello
después de saber que le había mentido... En fin, no podía pedir más.
Le hice un vendaje a Nick con sumo cuidado para que nadie reparara
en la herida mientras llevara la camisa del uniforme. Bajamos la escalera y
conseguimos librarnos del hecho de saltarnos el toque de queda. Me besó
con total naturalidad a la entrada de los dormitorios de los chicos y se
alejó como si esa noche no se hubiera diferenciado en nada de las demás.
—Estás rara —me dijo Raquel poco después, mientras nos cepillábamos
los dientes en el lavabo—. Sé que la cosa estaba un poco tirante entre
Nick y tú. ¿Va todo bien?
—Todo va fenomenal. Tuvimos una especie de malentendido durante las
vacaciones, pero ahora ya está todo arreglado. —Con lo de «estar rara» se
refería a que yo estaba intentando cubrirme el ángulo para que Raquel no
pudiera ver que la pasta de dientes que estaba escupiendo era rosa por
culpa de la sangre de Nick —. ¿Qué tal tú?
—¿Yo? Genial —contestó con verdadero entusiasmo, lo que me llevó a
mirarla  fijamente,  muy sorprendida.  Raquel  se echó a reír— Lo siento.
Ahora que no está Erich, Medianoche casi me parece soportable.
—¿De verdad? Deberías escucharte. El año que viene serás la capitana
de las animadoras de Medianoche.
—Primero: si vuelves a llamarme animadora, limpiaré el suelo contigo —
dijo Raquel con el cepillo de dientes en la boca—. Y segundo: menudo rollo
animar  una  escuela  donde  solo  se  practica  equitación  y  esgrima.  De
verdad, es como estar anclados en la Edad Media.
—Yo diría que a principios del siglo XVIII. —Cerré el grifo del agua fría y
la miré con una sonrisa de suficiencia—. Y no creas que no me he dado
cuenta de que no has negado que fueras a volver el año que viene.

Eso me valió  una toalla  húmeda lanzada a la  cabeza, pero conseguí
esquivarla.
Esa noche, mientras estaba en la cama y Patrice se escabullía por la
ventana en busca de un tentempié, intenté evaluar cómo me sentía. Volvía
a sentir esa proximidad casi mística con Nick , pero esta vez era incluso
mejor.  Ahora él  lo  sabía  y lo  comprendía todo.  Ya no tenía  que seguir
mintiendo, y eso en sí ya era un notable y confortante alivio. En realidad
todo lo demás daba igual.
O eso creía yo, hasta la mañana siguiente.
Me levanté  con  los  sentidos  agudizados,  igual  que  la  otra  vez.  Mis 
padres me habían dicho que me acostumbraría a esas sensaciones, pero
era evidente que iba para largo.  Hundí la cabeza en la almohada en un
vano intento por amortiguar los madrigales que Genevieve cantaba en la
ducha, los pájaros graznando en el exterior y el ruido que estaba haciendo
alguien en el piso de abajo que ya estaba sacándole punta a los lápices. La
trama de la funda de la almohada me rozaba la piel y me mareaba el olor
de laca de uñas de Patrice.
—¿Tienes que hacerte la pedicura todos los días?
Retiré la colcha.
Patrice  me miró  los  pies  descalzos,  los  cuales  era  evidente  que no 
habían recibido demasiada atención desde hacía un tiempo.
—Algunos ponen más empeño en el cuidado personal que otros. Es una 
cuestión de preferencias personales. No pretendo considerarlo como un
reflejo del carácter de nadie.
—Algunos tienen  mejores  cosas  que hacer  que pintarse  las  uñas  —
repliqué.
Patrice me ignoró y continuó aplicándose laca de color Burdeos en la
uña del dedo pequeño.
Cuando por fin bajé, tuve la impresión de que empezaba a manejar mis
sentidos agudizados. Sin embargo, lo que realmente me preocupaba era la
incertidumbre de si  volvería  a ver  a Nick .  A pesar  de que me había
pedido que lo mordiera, la herida tenía que doler. ¿Y si eso lo ahuyentaba?
No  estaba  esperándome  cuando  bajé.  El  trimestre  anterior,  cuando
salíamos juntos, solía esperarme a la entrada de los dormitorios de las
chicas,  con la  mochila al  hombro,  pero ese día,  nada.  No le  di  mayor
importancia y me dije que habría vuelto a dormirse. A veces le pasaba, y
después de la noche anterior, era evidente que necesitaba descansar.
A la hora de la comida, lo busqué por los alrededores del internado, pero
no lo encontré por ninguna parte. Aun así, no les dije nada ni a mis padres
ni a nadie más. La noche anterior Nick me había asegurado que creía en
mí y eso significaba que yo debía creer en él. Ni siquiera cuando fui a la
clase de Química y vi que Nick había hecho novillos dejé de repetirme
que debía tener fe.




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