sábado, 11 de agosto de 2012
at dusk niley- capitulo 43
Tuve que esperar hasta después de clases, cuando Vic se acercó a mí en
el pasillo e intentó comportarse con naturalidad, aunque le salió muy mal.
—Eh, hola. ¿Recuerdas esa vez que te colaste en nuestra habitación?
—Sí, antes de Navidad. —Lo miré de soslayo—. ¿Por qué?
—¿Crees que podrías volver a hacerlo? A Nick le pasa algo raro y no
quiere decir nada. Supongo que si alguien puede convencerlo para que
vaya a ver al médico, ese alguien eres tú.
«¿El médico? Oh, no.» Angustiada, cogí a Vic por el brazo.
—Llévame allí. Ahora.
—¡Vale, vale! —Empezó a guiarme hacia los dormitorios de los chicos,
echando un vistazo furtivo alrededor por si nos seguían—. Cálmate. No es
una apendicitis ni nada por el estilo. Solo es que está un poco raro. Más
raro de lo normal, quiero decir.
Todo el mundo estaba en tensión desde la desaparición de Erich, así que
esta vez no me resultó tan fácil colarme. Vic comprobaba los pasillos,
esperaba a que estuvieran despejados y luego me hacía señas como un
poseso. A continuación, yo cruzaba el pasillo a la carrera y me agachaba
en una esquina, mientras Vic comprobaba el pasillo siguiente. Por fin
llegamos y entré en su habitación.
Nick estaba tumbado en la cama, con las manos sobre el estómago,
como si estuviera enfermo. Se sorprendió al verme, pero enseguida
pareció sentirse aliviado. A pesar de todo, se alegraba de que estuviera
allí y eso me hizo tan feliz que no pude por menos que sonreír.
—Hola, ¿dolor de estómago? —le pregunté, arrodillándome junto a la
cama.
—No creo que ese sea el problema. —Cerró los ojos mientras le
apartaba unos mechones de la frente sudorosa—. Vic, ¿podrías dejarnos
solos un momento?
—Claro. Cuelga la corbata del pomo si estáis ocupados. Me va el porno
gratis, pero...
—¡Vic! —protestamos ambos al unísono.
Vic levantó las manos y salió marcha atrás, sonriendo.
—Vale, vale.
En cuanto la puerta se cerró, me volví hacia Nick .
—¿Qué te pasa?
—Es desde esta mañana, es como si... Miley , lo oigo todo. Todo lo que
pasa en esta escuela. La gente cuando habla, cuando camina, incluso
cuando escribe. Los bolis sobre el papel. Lo oigo todo muy alto. —Sus
síntomas me resultaron tan conocidos que un escalofrío me recorrió el
cuerpo. Nick entrecerró los párpados, como si la luz le hiciera daño en los
ojos—. Los olores también son muy penetrantes. Es como si todo
estuviera... exagerado. Es insoportable.
—A mí también me pasó después de morderte.
Nick sacudió la cabeza.
—No puede ser por el mordisco —insistió—. La otra vez no me sentí así.
Me desperté en casa de la señora Bethany con un ligero dolor de cabeza,
pero nada más.
—Más de una vez... —murmuré, recordando lo que me había dicho mi
madre—. No puedes convertirte en vampiro hasta que te hayan mordido
más de una vez.
Nick se enderezó de repente y apoyó la espalda contra la cabecera de
metal.
—Eh, eh, que no soy un vampiro, estoy vivo.
—No, no eres un vampiro, pero podría convertirte en uno. Es posible. Y
tal vez... Tal vez, ya que es posible, tu cuerpo está empezando a cambiar.
Hizo una mueca.
—Me estás tomando el pelo, ¿verdad?
—¡No bromearía con una cosa así!
—Bueno, pues podemos, no sé, ¿dar marcha atrás? ¿Podemos arreglarlo
para que no me convierta en un vampiro?
—¡No lo sé! No tengo ni idea de cómo funciona esto.
—¿Cómo no vas a saberlo? ¿No te han dado ningún tipo de charla sobre
cómo se hacen los vampiros o algo así?
Ya volvía a estar insinuando que mis padres me habían ocultado
información importante y aunque seguía encontrándolo irritante, tuve la
desoladora idea de que podía ser cierto.
—Me han explicado cómo me convertiría en un vampiro. Me han
preparado para mi propio cambio, no para el tuyo.
—Lo sé, lo sé. —Su mano en mi hombro me tranquilizó y me sentí
avergonzada de que fuera él quien tuviera que consolarme estando tan
asustado e indispuesto como estaba—. Es que me cuesta hacerme a la
idea.
—Pues ya somos dos.
¿Por qué hasta ese momento no me había parado nunca a pensar sobre
lo poco que sabía acerca de lo que significaba ser un vampiro? Antes ni
siquiera me había planteado preguntar por la cuestión. Tal vez mis padres
no me estuvieran ocultando la verdad de manera consciente, tal vez solo
estaban esperando a que estuviera preparada. Y entonces caí en la cuenta
de que esa podría ser la verdadera explicación de por qué habían insistido
en que viniera a la Academia Medianoche. Quizá estaban preparándome
para conocer toda la verdad.
Si era así, lo habían conseguido.
—Intentaré averiguar algo al respecto. Tiene que haber libros en la
biblioteca. O podría preguntarle a alguien que no sospechara. A Patrice, tal
vez. Sé que Balthazar me lo diría, pero él sabría enseguida que he vuelto a
morderte. Puede que no se lo dijera a mis padres, pero acabaría
haciéndolo si creyera que es necesario por nuestro bien.
—No te arriesgues —dijo Nick —. Ya lo averiguaremos de alguna
manera.
Descubrir la verdad acabó siendo mucho más duro de lo que pensaba.
—¿Ves lo fácil que es? —Patrice estaba tan contenta de que le hubiera
pedido que me iniciara en el arte de la pedicura que cualquiera diría que
le estaba pagando clases particulares—. Mañana probaremos con un color
que vaya mejor con tu tono de piel. Este rojo coral no acaba de pegarte.
—Vaya, qué bien. Es decir, que eso estaría muy bien. —No había
contado con que tendría que repintarme las uñas de los pies el resto del
curso, pero si podía aprender algo útil, valdría la pena—. Supongo que en
los viejos tiempos, no sé, antes de que existiera el quitaesmalte y esas
cosas, tenía que ser difícil mantenerse.
—Bueno, no había pintauñas que quitarse, pero arreglarse era todo un
reto. Los polvos de talco ayudaban mucho. —Patrice suspiró y una leve
sonrisa afloró a sus labios—. Agua de Florida. Saquitos perfumados
también, y perfume en pañuelitos que podías meter en el escote del
vestido.
—¿Y eso atraía a los chicos? —Al ver que asentía, me aventuré un poco
más—. Así podías, bueno, ¿morderlos?
—A veces. —En ese momento, el rostro de Patrice adoptó una expresión
que casi nunca había visto en ella: la rabia—. Los hombres que conocí no
eran caballeros precisamente, ¿sabes? Eran postores. Compradores. Los
bailes a los que acudía antes de la guerra civil eran bailes para mestizos...
No sabes de qué te estoy hablando, ¿verdad?
Negué con la cabeza.
—A las chicas como yo, con sangre negra y blanca en las venas, aunque
de piel lo bastante clara como para complacer a los amos de las
plantaciones, nos enviaban a vivir a Nueva Orleans, donde se nos educaba
como a jovencitas respetables. A veces llegabas a olvidar que eras una
esclava. —Patrice miró fijamente sus uñas de los pies a medio pintar, tres
de las cuales todavía estaban húmedas y brillaban—. Luego, al crecer y
llegar a cierta edad, podías acudir a los bailes para mestizos donde los
hombres blancos te examinaban y te compraban a tu amo, como una
especie de concubina.
—Patrice, eso es horrible.
Nunca había oído hablar de algo tan espantoso.
—Me transformé la noche anterior a mi primer baile —dijo con toda
naturalidad, sacudiendo la cabeza—. Se puede decir que me pasé toda la
temporada social bebiendo de un hombre a otro. Mientras ellos creían que
estaban utilizándome, era yo quien los utilizaba a ellos. Luego, huí.
Era la primera vez que Patrice compartía algo conmigo... Al menos, algo
real. Me habría gustado que hubiera seguido contándome cosas sobre su
pasado, pero tuve que cambiar de tema por el bien de Nick .
—¿Alguna vez llegaste a beber la sangre de alguien en más de una
ocasión?
—¿Hum? —Patrice pareció regresar de muy lejos—. Ah, sí, la de
Beauregard. Un tipo gordo y muy pagado de sí mismo. Podía perder un
litro sin enterarse, lo que me venía muy bien.
—¿Y qué le pasó a ese tal Beauregard?
—La última noche de la temporada social, se cayó del caballo y se
rompió el cuello. Tal vez se debió a lo débil que estaba después de perder
tanta sangre, pero lo más probable es que estuviera borracho. ¿Crees que
el ciruela va bien con mi tono de piel?
—El ciruela te queda de muerte.
Y ahí acabó nuestra conversación, El puente que se había tendido entre
nosotras se había recogido, y Patice había vuelto a refugiarse en su mundo
de sedas y perfumes, a salvo de tener que rememorar su duro pasado.
Sabía que no podía seguir preguntándole sin levantar sospechas, así que
la conversación en sí no me había servido de nada.
¿Y la biblioteca? Aún peor. Lo lógico habría sido pensar que en la
biblioteca de una escuela de vampiros encontraría libros sobre vampiros,
¿no? Pues no. Los únicos ejemplares que tenían eran novelas de terror
(clasificadas en la sección de humor) y estudios serios sobre el folclore
como los que habíamos leído en la clase de la señora Bethany, más
pintorescos que realistas. Estaba visto que ningún vampiro había escrito
un libro sobre vampiros. Al tiempo que apoyaba la cabeza contra una
hilera de tomos enciclopédicos, suspirando de frustración, me pregunté si
algún día no debería hacer una incursión en el mercado editorial con algo
por el estilo. Puede que aquello me sirviera a la hora de elegir carrera,
pero no demasiado para solucionar la situación de Nick .
Por fortuna, Nick se sintió mejor en un par de días. Sus sentidos
agudizados remitieron más lentamente que los míos, pero al final
volvieron a la normalidad y dejaron de ser un problema. Sin embargo,
hubo otros cambios, cambios más complicados de comprender, pero a los
que estaba más habituada.
—Mira esto —dijo Nick mientras paseábamos por el lindar de los
prados a la semana siguiente.
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