sábado, 11 de agosto de 2012

at dusk niley- capitulo 44


Mientras miraba,  dio un salto  para alcanzar la rama más baja de un
pino, se aferró a ella con fuerza y quedó colgando sin ningún esfuerzo.
Luego,  lentamente,  fue  levantando  las  piernas,  afianzando  las  manos
sobre la rama a medida que iba alzando el cuerpo por encima de esta, se
inclinó hacia delante al sobrepasarla con el tórax y finalmente estiró las
piernas hacia  arriba  para hacer  el  pino.  Los pies  quedaron en vertical
sobre su cabeza.
—No me digas que ahora eres gimnasta olímpico —bromeé, intranquila.
—Vaya, mi vida secreta ha salido a la luz.
—¿No eras tú el que salía en esa lata de espinacas?
—En serio, estoy en forma, pero ni en mis mejores sueños podría hacer 
algo  parecido.  Y bajar  debería ser  un suplicio,  pero...  —Nick volvió  a
enroscarse, se soltó y aterrizó con dureza—. Ningún problema.
—Yo  también  puedo  hacerlo  —confesé—,  pero  solo  después  de
alimentarme. Mis padres hacen cosas por el estilo a cualquier hora.
—Entonces estás diciéndome que son poderes de vampiro.  —Vi  que a
Nick no le gustó nada cómo sonaba eso—. Que ahora soy más fuerte que
un humano, tal vez incluso más fuerte que tú, aunque no sea un vampiro.
—Yo tampoco acabo de entenderlo, pero... igual sí.
Con la llegada de febrero, fuimos descubriendo más cosas acerca de los
cambios que sufría Nick . Salíamos a correr por el campo y no tenía que
esperarlo. Corríamos más rápido que cualquier humano, a veces durante
horas.  Acabábamos  agotados,  pero  lo  hacíamos  sin  problemas.  Por  la
noche, nos escabullíamos a los jardines o al tejado y ponía a prueba el
alcance del oído de Nick . Podía distinguir el ulular de una lechuza o el
quiebre de una ramita a casi un kilómetro de distancia. No poseía un oído
tan fino  como el  mío, y ninguno de los dos teníamos los sentidos  tan
desarrollados como después de que le mordiera, pero seguía estando por
encima del umbral humano.
No volvimos a visitar la estancia de lo alto de la torre norte. Aunque
deseaba estar con Nick más que nunca y sabía que a él le ocurría  lo
mismo,  éramos  precavidos.  Tal  como  estaban  las  cosas,  ya  teníamos
suficientes problemas tratando de controlar mi sed de sangre. Además, en
el caso de que algo hubiera cambiado en la naturaleza de Nick , también
podrían surgir otros peligros si empezábamos a besarnos y nos dejábamos
llevar  demasiado lejos. Por tanto, no era difícil  imaginar las ganas que
tenía de obtener respuestas.
Una noche decidí que debíamos intentar la prueba definitiva.
Quedé con Nick en el cenador y me presenté con un termo en la mano.
—¿Qué es eso? —preguntó, sin sospechar nada.
—Sangre.

—Ah. —Puso una cara rara—. Si tienes hambre, pues... Ya sabes, como si
yo no estuviera.
Nick evitó mi mirada mientras intercambiaba nervioso el peso de un
pie al otro. Por lo visto todavía lo incomodaba la idea de que yo bebiera
sangre, lo que no presagiaba nada bueno para el experimento que tenía
en mente.
—No es para mí, es para ti.
—Ni hablar —contestó, horrorizado.
—Nick , afrontémoslo: cuando te mordí la segunda vez, algo cambió en 
tu naturaleza y tal vez haya sido para siempre. Debemos averiguar si te
he convertido en medio vampiro o si vas a acabar siéndolo como yo.
Palideció y se arrebujó en su largo abrigo.
—¿De verdad crees que eso fue lo que ocurrió? Porque... Miley , la idea 
de convertirme en un vampiro es superior a mis fuerzas.
Su rechazo categórico  a la  idea de ser  como yo me dolió;  ya había 
empezado a imaginar que compartiría con él una larga vida a través de los
siglos,  vampiros  jóvenes,  bellos  y enamorados para  la  eternidad,  pero
intenté concentrarme en el experimento. Llevaba unos guantes grises sin
dedos, por lo que no me resultó difícil desenroscar la tapa del termo.
—Tenemos que averiguar cómo reaccionas ante la sangre, ya sabes que
no queda otro remedio. Bebe un trago y acabemos con esto de una vez.
—Esto no será, bueno, no sé, de una persona, ¿verdad?
—¡No! Es de vaca. Recién ordeñada.
Daba la impresión de que Nick hubiera preferido que lo abandonaran 
desnudo a la intemperie en medio de la noche helada, pero respiró hondo,
aceptó el vaso y procuró no hacer demasiadas muecas mientras le servía
un dedo de sangre. Apenas había para un trago, pero sería suficiente para
averiguar lo  que queríamos. Nick se llevó  el  vaso a la  boca con una
mueca de repugnancia, lo inclinó lentamente, bebió...
... y lo escupió en el suelo de inmediato.
—¡Uf! ¡Por amor de Dios, qué asco!
—Ahí tenemos la respuesta. —Muy seria, volví a enroscar la tapa del 
termo. La había calentado y la había probado yo misma, así que sabía que
estaba deliciosa.  Si  a Nick no le  gustaba,  entonces todavía no oía  la
llamada de la sangre—. No eres como yo, eres otra cosa.
—¿Y cómo se supone que vamos a averiguarlo? —Nick estaba ocupado
limpiándose  la  boca  con  el  dorso  de  la  mano,  intentando  quitarse
cualquier resto de sangre—. No hay trabajos a los que acudir en busca de
información y ninguno de los dos se ha topado antes con algo por el estilo.
Y antes de que lo preguntes, no, en la Wikipedia no dicen nada de esto.
Estaba desesperado y lo busqué. Nada. No hay... nada.

Deseé  que  Nick dejara  de  hablar  como  si  supiera  algo  sobre  los
vampiros, era un poco irritante. Sin embargo, el pobre acababa de probar
algo repugnante para él, así que decidí perdonarlo por esta vez.
—Tengo una propuesta. No te gustará, pero creo que sí lo piensas, verás
que es lo mejor que podemos hacer.
—Muy bien, explícame esa propuesta que no va a gustarme.
—Preguntémosles a mis padres.
—Pues tenías razón en que no iba  a gustarme. —Nick se pasó las 
manos  por  el  pelo,  como  si  quisiera  arrancárselo  llevado  por  la
desesperación—. ¿Quieres decírselo así, sin más? ¿Quieres contarles a los
vampiros lo que me pasa?
—Deja de pensar en ellos como los «vampiros» y piensa en ellos como
mis padres. —Sabía que Nick necesitaría un tiempo para hacerse a la
idea, pero eso no significaba que no fuera a presionarlo.  Con el tiempo
había  aprendido  a  aceptarme  tal  como  era  y,  tarde  o  temprano,  le
sucedería  lo  mismo  con  mis  padres—.  Te  escucharán  y,  si  pueden
ayudarte, lo harán. —Nick sacudió la cabeza—. Si tienen que enfadarse
con alguien, será conmigo. Soy yo la que volvió a morderte y empezó todo
esto.
—Entonces no deberíamos meterte en problemas.
—Si necesitas ayuda, todo lo demás no importa. —Lo miré directamente 
a los ojos—. Piénsalo, Nick . Cuando lo sepan, podremos hablar del tema
abiertamente y obtener respuestas tanto para tus preguntas como para
las mías. Si estás destinado a convertirte en un vampiro...
Se estremeció.
—Eso no lo sabemos.
—He dicho  «si».  Tendrás  que  saberlo  todo  de  nosotros,  ¿no  crees? 
Incluso la historia  y los poderes que yo todavía desconozco.  Podríamos
aprenderlo  juntos.  —Y tal  vez  acabara  convenciéndole  lo  que oyera  y
decidiera unirse a mí como vampiro para siempre jamás. Por pedir que no
fuera, ¿no?—. Cuando seas uno de los nuestros, vampiro o humano, da lo
mismo, podrán hablar contigo con claridad y tú podrás preguntarles lo que
quieras. Tal vez así consiga convencer a mis padres de que soy lo bastante
mayor para saber toda la verdad. No volveremos a sentirnos desvalidos o
confusos. Averiguaremos lo que queremos saber, lo sabremos todo. ¿No lo
ves?
Nick se quedó helado y tuve la  sensación  de que por  primera vez
comprendía lo que estaba intentando decirle: que fuera lo que fuese lo
que le había ocurrido, eso en cierto modo le permitía pasar a formar parte
de Medianoche. A pesar de lo poco que le gustaba la escuela, me dio la
impresión de que quería saber más, tanto que nos sorprendió a ambos.
Después de todo, tal vez Nick necesitaba encajar en algún sitio.
O tal  vez  estaba  empezando  a  plantearse  lo  de  convertirse  en  un
vampiro y quedarse conmigo para siempre.

—No me pidas que haga eso —dijo Nick con un hilo de voz—. No me
des esa opción.
—¿Tienes miedo de que te guste lo que oigas? —lo reté.
Nick no contestó. Al final, lentamente, asintió.
—Vayamos a hablar con ellos.
Suponía que mis padres se enfadarían conmigo, pero lo que no había
imaginado era hasta qué punto. Primero mi madre me leyó la cartilla por
haberme saltado  a la  torera  todas  sus  advertencias,  y luego mi padre
quiso saber en qué estaba pensando Nick al llevar a una jovencita a lo
alto de la torre norte a solas.
—¡Casi  tengo diecisiete  años! —grité, ya harta—. No haces más que
decirme que tome decisiones maduras y cuando tomo una, ¡me gritas!
—¡Decisiones maduras! —Mi padre estaba tan fuera de sí que temía ver
sus colmillos asomando en cualquier momento—. Revelas todos nuestros
secretos  porque  «te  gusta  un  chico»  y  ¡encima  pretendes  hablar  de
decisiones maduras! Estás pisando terreno peligroso, jovencita.
—Adrián, tranquilo. —Mi madre puso ambas manos en sus hombros. Creí
que iba  a defenderme, hasta  que dijo—: Si  Miley quiere pasarse  los
próximos  siglos  pareciendo  demasiado  joven  para  obtener  un  trabajo,
comprarse un coche o hacer cualquier otra cosa que le permita manejar su
vida, entonces no podemos hacer nada al respecto.
—¡Eso no es  lo que quiero! —No quería ni  imaginar tener que estar
enseñando el carnet a la entrada de las discotecas para toda la eternidad
—. No lo he matado, así que no me he convertido, ¿vale?
—Te has acercado mucho y lo sabes —replicó mi padre.
—¡Pues en realidad no lo sé! ¡Nunca me habéis explicado qué ocurriría 
si  mordía  a un humano sin  matarlo!  ¡Nunca me habéis  explicado  qué
sabrían u olvidarían los humanos al día siguiente! Hay un montón de cosas
que nunca me habéis explicado ¡y ahora por fin descubro la ignorancia en
la que me habéis mantenido todos estos años!
—¡Pues perdona por no haber sabido manejar la situación! Nacen muy
pocos bebés vampiro cada siglo,  no hay mucha gente a la  que pueda
recurrirse en busca de consejo, ¿sabes? —Mi madre parecía tan alterada
como para arrancarse los pelos—. Pero tienes razón, Miley , en eso estoy
de acuerdo contigo. Es evidente que nos hemos equivocado en algo, ¡si no
ahora estarías  comportándote con sensatez  en vez de hacerlo  de esta
manera!
—La culpa es mía... —intentó defenderme Nick desde el sofá, donde
mis padres le habían dejado bastante claro que se quedara sentadito.
—Tú, chitón. —La mirada encendida de mi padre podría haber fundido el
metal—. Después ya hablaré contigo largo y tendido.



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