sábado, 11 de agosto de 2012

at dusk niley- capitulo 53


—Dejando a un lado el esfuerzo de imaginación que se necesita para
ver una hamburguesa al ataque, que ya te digo que es mucho, no, creo
que no me la comería.
—Por eso la mayoría de los vampiros no atacan a los humanos, porque
los humanos responden, gritan, vomitan, llaman a la policía por el móvil...
De un modo u otro, los humanos crean más problemas que otra cosa. Es
mucho  más  fácil  comprar  sangre  en  la  carnicería  o  alimentarse  de
animales pequeños. La mayoría de la gente escoge el camino fácil, Nick .
Sé  que  crees  que  las  personas  solemos  movernos  por  motivaciones
egoístas, por eso debería resultarte fácil entenderlo.
—Aséptico y lógico.  Seguro que me lo estás contando tal como te lo
contaron tus padres, pero todavía no te he oído decir que matar a alguien
esté mal.
Me fastidió que hubiera adivinado que la explicación procedía de mis
padres y no de mí. Y me fastidió no contar con ninguna otra versión a
parte de la que ellos me habían ofrecido.
—Eso no hace falta decirlo.
—Pues  muchos  vampiros  no  opinan  lo  mismo.  Lo  que  dices  tiene 
sentido,  pero no es  tan  tranquilizador  como crees.  Uno de los  dos se
equivoca  acerca  de  cuántos  vampiros  matan,  pero  yo  sé  que  muere
mucha gente. Lo he visto, ¿y tú?
—No, nunca. Mis  padres...  No son así.  Ellos  nunca le  harían  daño a
nadie.
—Que no lo hayas visto no significa que no haya ocurrido.
—¿Acaso lo has visto tú? —lo reté.
Se me cayó el alma a los pies al ver que asentía con la cabeza y fue 
peor aún al oír lo que dijo a continuación.
—Mataron a mi padre.
—Oh, Dios.
Nick clavó la mirada en la ventanilla con mayor intensidad que antes. 
Teníamos que estar muy cerca del paso a nivel.
—Yo no estaba. Era muy pequeño, de hecho apenas me acuerdo de él. 
Pero he visto vampiros atacando a gente y he visto los cuerpos que dejan
detrás.  Miley ,  es  horrible,  más  de  lo  que  creo  que  puedas  llegar  a
comprender, incluso de lo que puedas llegar a imaginar. Tus padres solo te
han enseñado la cara amable, pero también existe una que no lo es tanto.
—¿Y si eres tú el que solo ha visto la cara desagradable? ¿Y si eres tú el
que no entiende el verdadero equilibrio? —Tenía el estómago revuelto y
mis dedos se hundieron en el respaldo del asiento vacío que tenía delante.
¿Estábamos a punto de tener que luchar por nuestras vidas?—. Si  mis
padres me han ocultado la verdad, quizá tu madre también haya hecho lo
mismo contigo.

—Mi madre  no  suele  dulcificar  las  cosas.  Créeme.  —Nick soltó  un
suspiro—. Prepárate.
El  autobús  tomó  una  curva  cerrada  y  los  pasajeros  se  vieron
zarandeados de un lado al otro. Vi que se acercaban las luces del paso a
nivel a través de la cortina de lluvia y escudriñé en la oscuridad tratando
de  adivinar  siluetas  o  algo  en  movimiento,  cualquier  señal  de  que  la
señora Bethany pudiera estar esperándonos.
Nick inspiró hondo.
—Te quiero.
—Yo también te quiero.
Dos segundos más y el autobús pasó con estruendo bajo las barreras 
del  paso  a  nivel.  No  ocurrió  nada.  Al  final,  la  señora  Bethany  había
conducido la expedición al pueblo.
—Lo hemos conseguido —susurré.
Me acogió  en  su  pecho.  Al  tiempo  que  Nick se  relajaba  sobre  mi 
hombro, me di cuenta de lo cansado que estaba y de la presión a la que
había  estado  sometido.  Pasé  los  dedos  por  su  cabello  húmedo  para
tranquilizarlo.  Ya  habría  tiempo  para  discutir  luego,  para  hablar  de
Medianoche y de la Cruz Negra y de todo lo  que nos separaba. Por  el
momento, lo único que importaba era que estábamos a salvo.
No había estado en Boston desde que era muy pequeña, por lo que
recordaba muy vagamente qué era estar en una ciudad y no en el campo:
ruido y basura, asfalto y señales de tráfico en vez de tierra y árboles, y
luces por todas partes, tan potentes que conseguían ocultar las estrellas.
Aunque me preparé para el inevitable ataque de pánico que me veía venir,
ya era bastante tarde y estábamos rendidos cuando llegamos a nuestro
destino, una zona en las afueras de la ciudad y, por lo que se veía, una de
las más deprimidas. Sin embargo, no tenía miedo, solo estaba aturdida. 
—Deberíamos  pensar  en  lo  que  vamos a  hacer  esta  noche.  —Esas
fueron  las  primeras  palabras  que  Nick me dijo  cuando  bajamos  del
autobús.  Echamos  a  andar  con  las  manos  entrelazadas  con  fuerza,
intentando evitar a la gente, de aspecto furtivo. Llevaban ropa que les iba
demasiado grande, reían demasiado alto y miraban fijamente todos los
coches  que  doblaban  la  esquina—.  Nadie  vendrá  a  recogernos  hasta
mañana por la mañana.
—¿A recogernos? ¿Quién va a venir a recogernos?
—Alguien de la Cruz Negra. Los llamé por teléfono cuando entré en la 
tienda de antigüedades y les dejé el mensaje de que me dirigía hacia aquí.
Volveré a llamarles para decirles dónde pueden venir a recogernos cuando
lo sepamos.
—No me gustaría seguir dando muchas vueltas por este barrio.

Miré de soslayo una ventanilla rota de un coche.
—Miley , piensa. —Se detuvo en seco y, por primera vez en toda la 
noche, volví a reconocer al Nick tenso de siempre—. ¿Quién crees que
debería tener miedo? ¿Ellos o nosotros?
«¿Por qué iba a tenerme miedo esta gente?» Y la respuesta acudió a mí
de repente, como si  mi vida fuera un chiste  y la  respuesta el  remate:
«Porque soy un vampiro».
Empecé a  reírme tontamente  y  Nick se  contagió.  Cuando  perdí  el
control y los ojos se me empezaron a llenar de lágrimas, me envolvió en
sus brazos y me estrechó con fuerza.
«Soy un vampiro. Todo el mundo me tiene miedo. A mí. ¿Y Nick ? Es la
única persona a la que temen los vampiros. Si toda esta gente de aspecto
amenazador lo supiera... Saldrían corriendo para ponerse a salvo.»
Cuando  conseguí  volver  a  respirar,  me  aparté  un  poco  de  Nick e
intenté  evaluar  nuestra  situación  con calma,  aunque me resultó  difícil
pensar en algo que no fuera él y lo desamparados que estábamos. La luz
fluorescente de las farolas absorbía el brillo dorado del cabello de Nick ,
que solo parecía castaño, sin más. Tal vez el cansancio tuviera la culpa de
su palidez y de su aspecto demacrado, por lo que no quería saber qué
pinta tendría yo.
—Casi es medianoche. ¿Dónde vamos a dormir?
Se me encendieron las mejillas de inmediato al pensar en lo que había 
dicho: sonaba a una invitación a pasar la noche juntos. Aunque, ¿acaso no
nos habíamos escapado? Tal vez para él fuera lo más normal del mundo
asumir que acabaríamos acostándonos.  Y quizá  también lo  habría sido
para mí —además, no podía negar que en alguna ocasión había deseado
estar  con  él  hasta  tal  punto  que  no  podía  dormir—,  pero  esa  noche,
después  de  todo  lo  que  había  pasado,  la  perspectiva  me hizo  sentir
violenta y me puso nerviosa.
Nick pareció  darse  cuenta  de  nuestra  delicada  situación  al  mismo
tiempo que yo.
—No llevo  la  tarjeta  de crédito,  creo que me la  he olvidado con las
prisas, y nos hemos gastado todo el dinero que llevaba suelto.
—Lo  único  que  yo  traigo  es  una  linterna.  —Las  señales  demasiado
luminosas de algunas tiendas me hacían daño a los ojos—. Nos habría ido
mejor con un tirachinas y unas galletas.
La tormenta que se había abatido sobre Riverton no había llegado hasta
allí, así que no debíamos preocuparnos por mojarnos mientras seguíamos
dando vueltas intentando pensar qué íbamos a hacer.
Estábamos  tan  empapados,  cansados  y  desorientados,  que
disimulábamos  muy  mal  cuando  intentábamos  comportarnos  con
naturalidad, dejando atrás casas de empeño y licorerías. Pasar la noche
ovillados  en  bancos  diferentes  en  un  parque  destartalado  no  era  un
panorama demasiado alentador.



No hay comentarios: