sábado, 11 de agosto de 2012
at dusk niley- capitulo 50
—¿Que me vaya al piso a hacer qué? ¿A leer un libro? ¿A escuchar
música? Creo que no.
La señora Bethany me fulminó con la mirada por encima del hombro de
Iwerebon.
—Daremos con su rastro a pesar de la lluvia. No le contará jamás a
nadie de esta escuela nada acerca de esta noche.
Cerré la tapa del arcón lentamente.
—Yo también voy.
—Miley . —Mi madre negó con la cabeza—. No tienes por qué hacerlo.
—Sí, sí tengo que hacerlo.
—No. —Balthazar se acercó a mí—. Esto es totalmente nuevo para ti... y
la Cruz Negra... Son muy buenos. Mortales. Puede que Nick sea joven,
pero es bastante obvio que sabe perfectamente lo que se hace.
—Lo que Balthazar no dice por educación es que puede ser peligroso. —
Mi padre parecía furioso. Tenía la nariz roja e hinchada, probablemente
rota. Incluso las heridas de los vampiros tardan un tiempo en curar—.
Nick Ross podría hacerte daño, incluso podría matarte.
Me estremecí, pero no di mi brazo a torcer.
—Podría mataros a cualquiera de vosotros y aun así iréis tras él.
—Nosotros nos ocuparemos del asunto —insistió Balthazar—. Lo peor de
todo esto es lo que te hizo, Miley . Tus padres no dejarán que Nick se
salga con la suya, y yo tampoco.
La señora Bethany enarcó una ceja. Era obvio que para ella mi corazón
roto no era «lo peor de todo», por eso esperaba que arremetiera contra
mí, como siempre.
—Que venga —dijo, en cambio.
Mi madre se la quedó mirando, incrédula.
—¡Solo es una niña!
—Fue lo bastante mayor para morder a un humano, lo bastante mayor
para darle poderes, y eso la hace lo bastante mayor para afrontar las
consecuencias. —Me miró fijamente—. ¿Necesitará un arma, señorita
Olivier?
—No.
¿Cómo iba a clavarle un cuchillo a Nick ?
La señora Bethany malinterpretó mi negativa. Tal vez con toda la
intención.
—Supongo que podría completar su transformación esta noche.
—¿Esta noche? —dijeron mis padres al unísono.
—Los niños crecen tarde o temprano.
«Quiere que vuelva a morder a Nick , pero esta vez quiere que lo mate.
Le prenderán fuego al cuerpo antes de pueda volver a levantarse en forma
de vampiro y habré perdido a Nick para siempre.»
La señora Bethany se dirigió hacia la puerta y la abrió de un empujón.
Balthazar me puso un chubasquero sobre los hombros y yo intenté meter
los brazos por las mangas, demasiado largas.
—Vamos.
Iniciamos nuestro descenso por la escalera hacia la oscuridad.
Mis padres me explicaron que eran vampiros en cuanto fui lo bastante
mayor para saber guardar secretos, por lo que el hecho de no ser humana
era algo tan normal y corriente para mí como que el cabello de mi madre
tuviera un tono acaramelado o que a mi padre le gustara llevar el ritmo
chascando los dedos al compás del jazz de los cincuenta. Bebían sangre
sentados a la mesa en vez de ingerir alimentos, y les gustaba perderse en
sus recuerdos acerca de los buques de vela, la rueca y, en el caso de mi
padre, acerca de la vez que vio a William Shakespeare actuando en una de
sus obras. No eran más que anécdotas, divertidas y enternecedoras, pero
nunca escalofriantes. Nunca las había considerado como algo antinatural.
En cuanto iniciamos la persecución, comprendí lo poco que los conocía
en realidad.
Avanzaban mucho más rápido que yo, más que la mayoría de los
humanos. Nick y yo creíamos estar desarrollando nuestros poderes
cuando corríamos por los terrenos del internado semanas atrás, pero
comparados con ellos éramos unas tortugas. Mis padres, Balthazar, todos
avanzaban con paso seguro a pesar del fango, y podían ver en la
oscuridad. Yo tenía que confiar en los haces de luz de las linternas y en sus
voces para guiarme.
—¡Aquí! —El acento nigeriano del profesor Iwerebon era aún más
cerrado cuando algo lo preocupaba—. El chico ha pasado por aquí.
«¿Cómo pueden saberlo?» Vi que Iwerebon apoyaba la mano sobre las
ramas de un arbusto. Al tocarlo, sentí el vello de las suaves yemas de las
hojas nuevas en mis manos heladas. Una de las ramas estaba partida.
Nick la había roto al pasar corriendo por el lado.
«Corre para ponerse a salvo. Debe de estar muerto de miedo.»
«Dijo que me quería.»
El estallido de un nuevo relámpago centelleó en el cielo y todo quedó
iluminado por unos instantes como si fuera de día. Vi la silueta de la
señora Bethany recortada contra el oscuro bosque y reconocí el paisaje:
estábamos muy cerca del río. Era la primera vez desde hacía un buen rato
que sabía dónde estábamos, porque las nubes cargadas de lluvia
ocultaban las estrellas.
—No es uno de los caminos habituales que toman los alumnos —dijo la
señora Bethany—. La Cruz Negra debe de haberlo entrenado lo bastante
bien para que tuviera preparado un plan de fuga, y eso significa que ha
tenido que marcar la ruta con antelación.
Un trueno estalló sobre nosotros y ahogó la respuesta del profesor
Iwerebon. Con cansancio, saqué los pies del fango en el que se habían
hundido. Balthazar me cogió por el codo para servirme de apoyo hasta
que encontrara tierra firme.
«¿Cómo es posible que durante todo este tiempo en que creía que Nick
estaba protegiéndome, en realidad estuviera poniéndome en peligro?»
Noté la presión de los dedos de Balthazar en mi brazo.
—Por aquí, vamos.
Cuando un nuevo relámpago surcó el cielo, vi lo que Balthazar había
encontrado: pisadas profundas en el barro que se dirigían hacia el río.
Nick había tenido que sacar los pies del fango como yo. A pesar de los
nuevos poderes que compartíamos, Nick no era ni tan rápido ni tan
sobrenaturalmente etéreo como los vampiros que tenía a mi alrededor.
Solo era un chico que corría hasta el límite de sus fuerzas, abriéndose
camino a través de una tormenta, consciente de que se jugaba la vida si lo
atrapaban.
Llovía con demasiada fuerza para que ese tipo de pisadas aguantaran
mucho antes de que el agua las borrara. Ya estábamos muy cerca.
«Me mintió desde el principio. Desde el primer día. Mientras yo estaba
angustiada por todos los secretos que no podía compartir con él, Nick se
burlaba de mí cada vez que nos besábamos.»
—¡Rápido! —nos urgió la señora Bethany. A pesar de la larga falda, se
movía más rápido que ninguno. Yo me quedaba rezagada, sin aliento y
helada de frío, aunque lo bastante cerca de ellos para oír la lluvia
rebotando contra sus chubasqueros—. Habrá cruzado el río. Eso nos hará
perder tiempo.
El río.
Desde que tenía uso de razón, mis padres habían bromeado sobre el
pánico que le tenían al agua en movimiento. Cuando íbamos de excursión,
siempre intentaban seguir una ruta que no atravesara ningún río. Si había
que hacerlo, lo hacían, pero solían demorarse bastante hasta que por fin
se decidían: mi padre frenaba en cuanto aparecía un puente a la vista, mi
madre se mordía las uñas angustiada y yo no podía parar de reír durante
la media hora que necesitaban para encontrar el valor y decidirse a
cruzarlo. Ambos describían su viaje en barco al Nuevo Mundo como la peor
experiencia que jamás habían vivido.
«Los vampiros tienen problemas para cruzar el agua en movimiento.»
Algunos alumnos humanos se habían preguntado por qué los profesores
a los que les tocaba vigilarnos salían en dirección a Riverton antes que
nosotros, aunque yo sabía que era porque querían cruzar el puente a su
ritmo, sin testigos de lo que representaba para ellos esa experiencia. En
ese momento, comprendí que Nick también lo sabía y que contaba con
ello para ponerse a salvo.
Seguimos adelante, hasta que todos se detuvieron unos pasos más allá.
No hizo falta que ningún relámpago me mostrara el camino. Jadeando, les
di alcance y pasé al lado del profesor Iwerebon, de Balthazar, de mis
padres y, finalmente, de la señora Bethany, quien se había detenido a
escasos pasos del puente.
—Espere aquí —ordenó—, continuaremos enseguida.
Frunció los labios, tal vez infundiéndose ánimos para superar su única
debilidad.
—Escapará.
Pasé junto a ella.
—¡Señorita Olivier! ¡Deténgase inmediatamente!
Mis pies tocaron el puente. Era más sencillo caminar sobre unos viejos
tablones de madera empapados de agua que por el fango.
—¡Miley ! —me llamó mi padre—. Miley , espéranos. No puedes
hacerlo sola.
—Sí, puedo.
Eché a correr. La lluvia me golpeaba la cara y me dolía el costado por
culpa del flato. El chubasquero cargado de agua era como un peso muerto
sobre los hombros. Lo único que quería era dejarme caer sobre el puente y
llorar. Mi cuerpo estaba al límite de la extenuación.
Y sin embargo seguí corriendo. Corrí aunque las piernas me pesaban
como el plomo y tenía un nudo en la garganta por las lágrimas reprimidas,
mientras mis padres, mis profesores y mi amigo no dejaban de gritarme
que volviera. Seguí corriendo, y a cada paso ganaba velocidad.
Desde que había llegado a Medianoche... No, en realidad durante toda
mi vida había dejado que los demás solucionaran mis problemas. Nadie
podía encargarse de aquello por mí. Tenía que enfrentarme yo sola.
No sabía si iba detrás de Nick o si huía con él. Lo único que sabía era
que debía correr.
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