Nick nunca perdió un golpe mientras la follaba con su dedo y su polla. El placer la
golpeó de todos los ángulos. Cuando un segundo dedo se unió al primero y él
comenzó a embestir contra ambos lugares, ella se mordió la parte superior del
brazo para contener el grito cuando otro clímax estalló tan rápido y furioso
como una tormenta de viento.
Los
sonidos de piel golpeando contra piel se detuvieron abruptamente cuando nick se
paralizó. Caliente líquido masculino recubrió sus temblorosas paredes
interiores con chorros fuertes, y su bajo gruñido de satisfacción masculina
hizo que todo dentro de ella se jactara. Después de que él terminó, apoyó el pecho
sobre su espalda y acarició con la nariz la parte trasera de su cabeza.
―Buenos
días, cariño.
―miley.
¿Me oíste?
Ella
soslayó a Annie mirándola desde la puerta. Mierda.
―No.
Estaba pensando en otra cosa. Lo siento. ¿Qué pasa?
―Teléfono.
Línea dos.
―Gracias.
―Ella
descolgó el teléfono y presionó el botón relampagueante―.
Soy Miley Ellison.
―¿Dónde
diablos está mi mujer?
―¿Perdón?
―No
me tomes por estúpido. ¿Dónde está mi mujer? ¿Y mi niño?
―¿Quién
habla?
―Sabes
malditamente bien quién soy. Ahora déjame hablar con esa perra de Nadia
jodidamente ahora mismo.
―Lo
siento, señor, pero Nadia no está aquí.
―Una
mierda que no está. Ella no ha estado en casa durante tres malditos días. Los
únicos lugares a los que alguna vez va son al trabajo y a casa, y seguro como
la mierda que no está aquí.
Miley se obligó a permanecer tranquila.
―Le sugiero
que si usted piensa que su mujer está perdida, se comunique con el departamento
del sheriff y llene un formulario de persona desaparecida ―Miley colgó el teléfono.
Jesús.
Ese hombre era desagradable.
Las
palabras de Nadia, son todos iguales a él,
se reprodujeron en su cabeza.
Estaba
equivocada. Nick no era así. En absoluto. Él nunca había demostrado una sola
señal de comportamiento violento.
Miró
alrededor de su oficina y gruñó. Se había dejado estar después del nacimiento
de Eliza en organizar los montones de papeles desordenados. Una docena de cajas
de cartón estaban apiladas en contra de la pared. Catálogos de los proveedores,
revistas de comercio, correo no solicitado, todas cosas que necesitaban pasar
por ella antes de lanzarlas a la trituradora de papel.
¿No
era ella la jefa? ¿No podría encargarle a alguien más que haga ese trabajo
monótono para variar? Felicitándose a sí misma por su engañosa inteligencia,
Miley marcó la extensión de Annie y dijo dulcemente:
―¿Podría
verte por un minuto?
Annie
abrió la puerta, apoyándose contra la jamba.
―Conozco
esa mirada, jefa. De ninguna manera. Has estado posponiendo la “limpieza” de
esta oficina durante dos meses. No voy a hacer esto por ti.
―Maldita
sea. ¿Cómo lo supiste? ¿Por favor? Te pagaré horas extras.
―Ajá,
no vale la pena. Además, ya pasé por toda esta basura una vez y te la volví a
pasar a ti porque no sabía qué diablos hacer con ella.
―Eso
es una mierda.
―Anímate,
pequeña campista. Esta es la razón por la que pagas mucho dinero. No te
olvides, mañana es el día en la sala de niños y no vas a derivarme ese trabajo
a mí, tampoco.
―¿Por
qué te contraté de nuevo?
―Porque
me visto con elegancia y puedo oler mierda a un kilómetro de distancia.
―Hablando
de mierda... la última llamada telefónica. ¿Sabías que era el marido de Nadia?
―Sí.
Identificador de llamadas. Es la tercera vez que llamó hoy, pero finalmente
preguntó por ti. ―Sus
ojos brillaban―.
Ese hijo de puta tiene que morir. Me ofrecí para ayudar a Nadia a arrojarle un
“Adiós Earl”, pero ella no se iría por eso.
―¿Te
ofreciste para matar al hombre envenenándolo con guisantes negros?
Annie
sonrió.
―O
con un beso venenoso de la pólvora del Smith y Wesson. Cualquier cosa que
funcione.
Miley sacudió la cabeza.
―Olvida
lo que pregunté.
Con
un suspiro de resignación, miley se dejó caer al piso delante de la primera
caja. Una hora más tarde el noventa y nueve por ciento de eso estaba en la
basura. Atisbó las otras once cajas. Tal vez debería salvarse a sí misma de
perder un montón de tiempo y simplemente tirarlo todo.
No.
Si ella se ocupara de una caja al día, lo tendría terminado en dos semanas.
Simple. Viable.
Una
visita para comprobar a Eliza en la guardería y regresó al trabajo, evitando
cualquier otra distracción de sueños húmedos con su desnudo vaquero favorito.
Nick regresó a casa más tarde que lo habitual. Más silencioso que lo habitual,
también. Pareciendo exhausto otra vez. Se cambió con ropas similares a las de
ella, raídos pantalones cortos y una camiseta ya que ambos se habían quedado
sin ropa limpia. Dedicó su atención a Eliza mientras miley se ponía al día con
las montañas de ropa del lavadero. Se habían quedado sin alimentos y sin los
artículos necesarios para la bebé.
Frunció
el ceño. ¿Cuándo había sido la última vez que había ido a la tienda para
abastecerse? Al menos un mes atrás. Antes de que nick se mudara allí.
¿nick alguna vez había comprado pañales y leche maternizada? Deambuló hacia la sala
de estar y vio a Eliza sobre una manta en el piso y a nick descansando de
costado al lado de ella.
Él
dijo:
―Creo
que va a empezar a gatear pronto.
―Es
demasiado pequeña.
―No
de acuerdo a Brazelton. Mira con qué rapidez
patalea. En cualquier momento va a estar balanceándose y rodando, ¿no es así,
niña?
1 comentario:
siguela yaaaa
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