Cinco años después. Beaufort, California del Sur
Miley necesitaba ocultarse en un lugar donde nadie la
encontrara.
El mundo era muy grande. Podía ir a cualquier sitio.
Y esa ciudad pequeña del sur era el lugar perfecto. Era una
ciudad histórica y turística. Podría mezclarse con facilidad. Una casa segura
de la CÍA habría sido mucho mejor, pero tendría que haberlo hecho a través de
la agencia y miley ya no se fiaba de nadie.
Acababa de confiar en el hombre equivocado, pensó con una
sonrisa cínica mientras miraba por el espejo retrovisor para ver si alguien la
seguía. Y ese era el motivo por el que tenía que desaparecer.
La culpable era ella.
A excepción de una tórrida aventura hacía cinco años, todos los
hombres con los que había estado habían sido unos mentirosos cuyo único
objetivo había sido sacarle información.
¿Desde cuando era tan fácil engañarla? ¿Cuándo empezó a
desconfiar?
Quizá cuando su compañero empezó a llegar tarde a las citas y
con más dinero de lo normal. Y lo peor de todo era que, dos años atrás, habían
sido amantes. Aunque todo había terminado, había permitido que sus antiguos
sentimientos interfirieran en su opinión, impidiéndole ver lo que estaba
sucediendo. Y le había costado demasiado tiempo darse cuenta de que la había
utilizado emocional y profesionalmente. Nunca volvería a cometer ese error. Con
ningún hombre.
Con una mano soltó el volante y tocó la cinta que llevaba dentro
del bolso. Su mente retrocedió al pasado y se acordó del hombre al que había
pillado traicionando a su país.
Su compañero, Mark Faraday, medía un metro ochenta y cinco,
tenía un cuerpo atlético, el pelo rubio y un pico de oro. Ahora, aquel espía
guapo se había convertido en un riesgo para la seguridad nacional. Un topo.
Y un riesgo para ella.
miley puso cara de disgusto y por enésima vez se llamó idiota.
Había pensado que tenía que hacer algo mientras esperaba a que
la verdad saliera a la luz y Mark fuera a la cárcel, si no, se volvería loca.
Por eso, había llamado a su amiga de la universidad, Caitlin Beadles, dueña de
una empresa de trabajo temporal, para pedirle trabajo. Esta le había ofrecido
un puesto de niñera y ella lo había aceptado.
Cuidar de una niña de un año no le iba a resultar muy difícil
porque durante los años que pasó en la universidad se había dedicado a cuidar
niños para ganar algún dinero.
No iba prestando mucha atención al paisaje hasta que se encontró
con un surcó que la hizo frenar. Entonces, reparó en los robles nudosos
cubiertos de musgo y el campo verde. A través del aire del coche le llegó un
aroma a jazmín que la envolvió.
Aparcó el coche y salió, comprobando la dirección. Después miró
la casa con estupefacción.
¿Casa? ¡Aquello era la mansión de lo que el viento se llevó! Una
construcción magnífica de dos plantas con porches cubiertos, rodeada por más de
cinco hectáreas de terreno.
¿Todo eso para un viudo y su hija?
Agarró su bolso, se lo echó al hombro y se dirigió hacia las
escaleras. Aspiró el aroma de los jazmines y sintió una gran paz interior.
Aquello no era solo seguridad, también era un sueño.
nick sintió que la comida le aterrizaba en la cara y, después,
le caía en el pecho.
—Bien —dijo cansado, mirando a su hija de once meses con
desesperación—. Ya veo que tendré que enseñarte modales en la mesa.
Carolina no lo escuchó porque estaba jugando con la comida que
había derramado sobre la bandeja de su silla.
nick miró alrededor, contemplando el desastre que había
ocasionado al darle de comer a su hija, y pensó qué diría su difunta esposa si
lo viera. Probablemente diría que era lo que se merecía por no haberla amado
como ella quería. Dios sabía que lo había intentado. Había hecho todo lo
posible para que su matrimonio, un matrimonio que él no había deseado, funcionara.
Un terrible sentimiento de culpabilidad le atravesó el pecho.
Jasmine y él se habían acostado juntos. Solo una noche, pero
ella se quedó embarazada. Cuando él se enteró, decidió que lo más adecuado
sería casarse con ella.
Al nacer Carolina, la madre murió.
El sentimiento de culpabilidad se acentuó e intentó apartar
aquellos pensamientos de su mente.
Juró que nunca volvería a tener una relación con una mujer.
Él quería a su hija más que a su propia vida y lo aterrorizaba
defraudar a aquella pequeña. O arruinar su vida como había arruinado la de su
madre. No podía confiar en sí mismo.
Su hija le lanzó más comida sobre la camisa.
Se preguntó qué pensarían sus colegas del Servicio Secreto si lo
vieran en ese momento. ¿Dónde estaba el hombre que vivía de manera peligrosa,
protegiendo en todo momento a la familia del presidente? Ahora era el «señor
mamá»; aunque todo un fracaso. Debería haber una escuela o algo así para los
padres que tenían que hacer de madres.
Llevaba cuatro días sin niñera, lo suficiente para comprobar que
era un padre nefasto. Nunca pensó que echaría tanto de menos las habilidades de
una mujer. Su hermana lo había ayudado en un par de ocasiones después de la
muerte de Jasmine, pero ella tenía su propia familia. Sus padres estaban
retirados y lo habían dejado al cargo del negocio familiar y de aquella casa
inmensa mientras ellos viajaban recorriendo mundo.
Miró a su hija.
Había tenido una niñera, pero no quería quedarse a vivir allí y
Carolina necesitaba constancia, alguien que se quedara con ella cuando él no
estuviera. Alguien que fuera tierno y cariñoso. Casi una madre. Lo que su hija
no necesitaba era un desfile de extraños paseándose por su vida...
Otra niñera le dijo que la niña era difícil; pero la difícil era ella. Un día nick la encontró viendo un culebrón en la tele mientras la niña gritaba a pleno pulmón en el parque.
Las tres anteriores no habían sido mucho mejores.
Nunca pensó que fuera tan difícil encontrar a una buena niñera.
Afortunadamente, la agencia le había recomendado a alguien. Había
hablado con la dueña, Katherine Davenport, y lo había convencido. Llegaría en
cualquier momento.
nick rezó para que fuera alguien con un buen corazón.
Y esperaba que llegara pronto.
Empezó a limpiar la comida que había caído al suelo; pero la niña
empezó a gritar porque quería bajarse.
—Cinco minutos, princesa —dijo dándole una galleta para que se
calmara—. Solo necesito cinco minutos.
No había limpiado ni la mitad del desorden cuando sonó el timbre.
nick sacó a Carolina de la silla y fue a abrir.
—Tenemos compañía, cielo.
Carolina lo miró, con la cara y la ropa llenas del chocolate de la
galleta.
—Bueno, me imagino que lo mejor será que nos vea en nuestro peor
momento, ¿no?
«Por favor, Dios mío», rogó nick con la mano en el picaporte. «Que
no sea atractiva y que realmente pueda ayudarnos».
Abrió la puerta.
Ella estaba de espaldas, por lo que lo primero que vio fue un buen
trasero dentro de unos vaqueros ajustados y una camisa blanca. Y un pelo
castaño recogido en una coleta.
Desde luego, atractiva sí que parecía.
La mujer se dio la vuelta y nick pensó que se iba a caer redondo.
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=D jajaja pueso lo mismo que marlys
hermosoo capis!!!
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re buenisisima sigule aporntoo plusss
ahh seguila prontoo pliss ahh muero por maaas
ahh seguila yaa me encantoo mas plisss
ahh quiero mas siguela plussss
awww me emocionastes sube mas plissss
seguila prontoo sii esta ree buenisiisismaaa
seguila plis yaaa ahh muero por maaas
ahhh tenes que seguirla prontoo pliss muero por ver maaas
WOOOOw me super encanto esta increible
ahhh pleaseee porque lo dejaste ahiii
ya muero por ver el siguiente pronto siii
te quedo estupendo me fascino muy lindo
espero el siguiente pronto que esta interesante
un besito cuidate :D
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