Hong Kong
Él era del Servicio Secreto, ella, de la CÍA. Él no se
ocultaba, ella sí.
Pero en aquel preciso instante, no se ocultaban nada el uno al
otro.
Un deseo… o mejor, una pasión desenfrenada que nunca imaginó
que pudiera existir se estaba adueñando de ella. miley estaba disfrutando de
cada instante. Y por la mirada de sus ojos, él debía estar sintiendo lo mismo.
miley introdujo la mano por la cremallera y él dejó escapar
un gemido. La llevó contra la pared, tomando su boca con una excitación tan
poderosa, tan caliente, que pronto ardería sin control.
Ella contaba con eso. Lo había deseado desde el mismo instante
en que lo vio.
Era un hombre tan guapo que hacía girar las cabezas, tenía el
cuerpo musculoso y ese atractivo seductor tan típico de los agentes secretos.
Tenía el pelo castaño y los ojos del color de la miel, y sus gestos eran
elegantes y felinos.
En el suelo, ya había algunas prendas; pero la situación de
aquel momento requería otra cosa: que no llevaran nada. Desnudos. miley casi
lo estaba; pero a él todavía le quedaba demasiada ropa encima.
Él se apretó contra ella, haciéndola saber que estaba
preparado para lo que tuviera en mente. Ella le bajó los pantalones y se pegó a
su cuerpo, devolviéndole el mensaje.
—Me estás volviendo loco, ¿lo sabes? —dijo él con voz
enronquecida, mientras, con los labios le recorría el cuello y con una mano le
arrancaba la combinación y la tiraba junto al vestido.
—No más que tú a mí.
Después, se deshizo del sujetador y le rodeó los pechos con
las manos. miley contuvo el aliento y, cuando la caricia se centró en los
pezones, pensó que iba a explotar.
—He pensado en esto desde que te vi —dijo ella con voz ronca.
—¿También te imaginaste esto? —dijo él, sustituyendo los dedos
por la lengua.
—Sí —confesó ella con un gemido.
Los pantalones de él cayeron al suelo y ella se agachó para
apartarlos. Cuando se levantó, acarició sus muslos desnudos. Era puro músculo y
le encantaba tocarlo. Cerró la mano sobre su erección y lo acarició hasta
conseguir que se endureciera aún más.
Él estaba a punto de explotar. De repente, la apretó contra él
y gruñó:
—Ahora, me toca a mí.
Se puso de rodillas delante de ella y empezó a quitarle las
medias, poco a poco, dejando un rastro de besos húmedos y ardientes en cada
centímetro de piel que dejaba al descubierto.
—Tenía la sospecha de que llevabas este tipo de medias.
Solo imaginárselo, en una habitación llena de dignatarios y la
primera dama, lo había vuelto loco.
A ella ya solo le quedaba un collar de perlas.
—Agente secreto mío. Estabas fantaseando mucho más de lo que
yo me había imaginado —dijo ella, después dejó escapar un suspiro cuando la
boca de él le cubrió el cálido centro.
Él lamió y jugó, chupó y rozó hasta que ella tuvo que morderse
una mano para no gritar.
En un segundo, se preguntó por qué dejaba que un extraño le
hiciera aquello, después, ya nada le importó: él era todo lo que se había
imaginado y más. Cuando él se pasó su pierna por encima del hombro para
profundizar aún más en la caricia, ella pensó que se iba a partir en dos.
Sintió que se estaba derritiendo y se dejó caer por la pared
hasta colocarse sobre las caderas de él.
—Tenemos una cama a unos metros —dijo él.
—Demasiado lejos —respondió ella, empezando a balancearse.
Él estiró la mano para agarrar sus pantalones, hurgó en los
bolsillos y ella apenas se dio cuenta porque en ningún momento dejó de besarla.
Después, la sujetó por los glúteos, se introdujo dentro de
ella y empujó con ganas hacia arriba.
—¡Oh! ¡Cielo Santo! —gruño ella, mientras movía las caderas.
A nick le encantaban los sonidos que ella hacía y que fuera
tan exigente como él, porque él la ansiaba. «Ansia». Esa era la palabra. Nunca
en la vida había sentido tanto deseo por una mujer, nunca había experimentado
aquellas fantasías y la erección instantánea que ella le provocaba. Desde el
mismo momento en que la vio, con aquel vestido negro, solo había pensado en
quitárselo.
De ella le gustaba todo, hasta su manera de beber champán.
Hasta su manera de mirarlo, lenta y posesivamente. Como si supiera cómo iba a
estar desnudo, como si tuviera prisa por verlo con sus propios ojos. Como si
supiera que con un solo roce se desataría aquella pasión incontrolada.
Nadie lo habría sospechado jamás. Tenía una expresión tan inocente. La cara de una chiquilla y el cuerpo de una actriz de cine. Toda una mujer, madura y seductora. Nada delgada. Le encantaba. Sabía que tenía una mujer entre los brazos. Una mujer que disfrutaba siéndolo. Y lo único que él deseaba era ver el placer reflejado en esa cara hermosa.
nick se concentró en darle lo que ella quería y en saborear
cada centímetro al que podía acceder. Después, de repente, estaban en la cima,
empujando el uno contra el otro, rodando por la moqueta. En unos pocos minutos
cambiaron de posición tres veces, riéndose mientras se contorsionaban, jadeando
cuando la fricción era casi imposible de controlar. Cuando la tuvo debajo de
él, vulnerable, empujó con tanta fuerza que la hizo gritar. Ella lo arañó y lo
rodeó con las piernas.
Él la mantuvo en el aire, empujando y retrocediendo,
observando el placer que inundaba sus exquisitas facciones. Recordaría ese
momento toda la vida, pensó. Nunca había estado con una mujer que tuviera tanta
confianza en sí misma, en su sexualidad y que le hiciera desearla tanto. Ella
daba tanto como recibía.
Entonces llegó. Una marejada fuerte de calor y sensaciones,
tan intensa que sintió pinchazos por toda la columna; como una ola enorme a
punto de romper.
Entonces ella le agarró con fuerza y le susurró:
—Llévame contigo.
Y él empujó, una vez, dos veces…
Ella gritó y se arqueó y juntos alcanzaron las estrellas.
El tiempo se detuvo y la habitación del hotel de cinco
estrellas se llenó de suaves gemidos y respiraciones entrecortadas. La luz de
la luna se filtró por las ventanas y los cubrió.
nick la miró, temblando por el poder del acto y ella le
sonrió. Con un suspiro, se tumbó boca arriba, apretándola contra él con fuerza.
Antes de que sus respiraciones recuperaran el ritmo normal
sonó un teléfono móvil.
—Ignóralo —dijo él, dándole un beso.
—No puedo —pero lo besó de todas formas, después, se separó de
él.
El se incorporó.
—¿Adonde vas?
—Tengo que responder —sabía por experiencia que quienquiera
que estuviera al otro lado de la línea no iba a ceder—. ¿No querrás que la
seguridad del hotel venga a preguntarnos por qué estamos haciendo tanto ruido?
A él le importaba un bledo. La quería con él de nuevo.
Pero ella ya estaba contestando. Recogiendo su ropa mientras
hablaba. Lo miró y él la recorrió con la mirada, desde los pies hasta la melena
castaña que le caía por la espalda. Era lujuriosa. Ella le sonrió,
devolviéndole la mirada e igualándola en intensidad. Él sintió que le volvía a
crecer. Después, ella se metió en el baño y cerró la puerta.
nick miró a su alrededor y empezó a recoger su ropa,
después, desistió y volvió a tumbarse sobre la moqueta.
Nunca había hecho nada así en su vida. Nunca. Una extraña. Una
sirena con un sencillo vestido negro y un collar de perlas.
En menos de cinco minutos, ella apareció por la puerta,
totalmente vestida. Caminó hacia él y se paró. El no se había movido.
—Tengo que marcharme —le dijo con la mirada perdida.
—¿Ahora?
Ella le sonrió sin decir nada.
—¿No me vas a decir tu nombre?
Ella negó con la cabeza.
—Es mejor así. Tú tienes un trabajo importante y yo solo sería
una complicación.
—¿Quién demonios eres?
—Una secretaria de la embajada.
—Mentirosa.
La expresión de ella, que hacía pocos minutos había mostrado
tantas emociones, se cerró. Fría. Independiente. Y le hizo pensar que la mujer
que tenía delante de él solo era el fantasma de la criatura apasionada que
había tenido entre sus brazos. No le gustó.
Ella le lanzó el buscapersonas.
—La primera dama te está llamando.
Él miró al aparato y se preguntó cómo podía saber quién era
con solo ver el número de teléfono. ¿O solo lo habría adivinado?
Cuando volvió a mirar hacia arriba, ella estaba sentándose
sobre su regazo, echándole los brazos alrededor del cuello. Después, lo besó
con pasión.
Esa era la mujer que a él le gustaba.
—¿Te apetece otro revolcón, pequeña? —dijo contra sus labios
mientras la acariciaba por debajo del vestido.
Era una tentación dejar sus deberes y retozar un rato más con
aquel pedazo de hombre. Pero su compañero la necesitaba.
—Me encantaría; pero tengo que marcharme —se puso de pie y se
inclinó para besarlo una vez más.
Y él se quedó allí como un tonto, mientras ella salía de su
vida. Para siempre.
Una pasión así solo sucedía una vez en la vida y ninguno de
los dos tenía tiempo para agarrarla.
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espero que les guste el capi de la nueva nove dedicado a male
5 comentarios:
me encanto seguila ahhh
siguela pronto lokilla
Wooow me encanto esta super increible
te quedo estupendo me fascino muy lindo
espero el siguiente pronto que esta interesante
un besito cuidate :D
ME FASCINÓ!!!! F-A-S-C-I-N-Ó se ve que será super interesante!!!
SÍGUELA!!!!!!!! =D
ME RECONTRA RE MIL ENCANTOOO, ESTA SUPOER :O YO QUIERO UN ENCUENTRO ASI CON NICK JAJAJAJAJA, QUE BUENA TU NOVE, ME ENCANTA YA MISMO VOY A MIRAR LA OTRA PARTEE!!! TE QUIERO MI VIIDA
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