—No tienes elección.
Él le dedicó una de sus sonrisas sexys que conseguían ablandarle
las rodillas.
—¿Es que no puedes olvidarte de una aventura que sucedió hace cinco
años?
—¿Por eso crees que quiero estar contigo? ¿Por lo que sucedió en
Hong Kong?
Él la estaba mirando con tanta sorpresa que ella se vio obligada a
preguntar.
—¿Por qué si no?
—miley, estás muy equivocada. Tengo que admitir que no he
olvidado esa noche. No puedo olvidarla, pero tampoco quiero.
Ella no iba a admitir que revivía aquel momento una y otra vez,
cuando estaba sola.
—Entonces, lo reconoces.
—Sí, pero ahora es diferente. Ahora conozco a la mujer.
No debía preguntarle. No iba a hacerlo; pero lo hizo…
—¿Por qué es diferente?
—Digamos que todo ha cambiado. Pero no pienses que voy a llenarte
la cabeza de halagos.
—¿Por qué no?
Él sonrió y a ella se le encogió el estómago.
—¿Quieres saber que cuando te veo con Carolina puedo sentir que la
quieres?
La expresión de ella se suavizó.
—Claro que la quiero.
—¿O que cuando me miras, a veces, me cortas la respiración?
«Lo mismo te digo», pensó ella.
—He intentado apartarte de mi mente, pero ya no quiero hacerlo.
Se levantó lentamente y comenzó a andar hacia ella.
miley dio un paso hacia atrás.
—¿Por qué me tienes miedo?
—Porque si esto fuera un asunto meramente sexual, podría manejarlo
—su voz tembló y tuvo que tragar con fuerza.
—Pero no lo es, ¿verdad? —preguntó él, conteniendo el aliento.
Ella negó con la cabeza y él se acercó un poco más, lentamente,
acechador.
«Por favor, no me toques», suplicó ella en silencio.
—Dijiste que no querías nada.
—Querer y necesitar son dos cosas diferentes —dijo él con la voz
cargada de deseo—. Yo te necesito, miley.
El corazón empezó a latirle con frenesí mientras se hundía en sus
ojos azules, pensando que ella no era lo que él necesitaba. Ella no era una
mujer para siempre, una mujer para criar niños, para cenas de amigos y fines de
semana en familia.
Ella solo estaba de paso.
Y era una mujer solitaria.
Aunque ya estaba cansada de serlo y sabía lo que aquel momento
significaba. Pero si él se enterara de que en realidad era miley Caldwell y
no miley Stuart y que era una agente dela CÍA, la odiaría. Lo sabía.
—¿miley? —le levantó la barbilla con un dedo y la hizo mirarlo a
los ojos.
Ella tenía los ojos llenos de lágrimas y, al verlo, nick sintió
un nudo en el pecho. Parecía tan frágil, tan diferente de la mujer
independiente que había embrujado sus pensamientos… En aquel preciso instante
comprendió que miley también había estado luchando contra su deseo,
contra sus sentimientos.
Entonces, la besó. Con fuerza. Un beso cargado de sed que solo ella
podía saciar. Ella respondió con el mismo frenesí, sin trabas, apretándose a él
con fuerza. Ella daba tanto como obtenía y nick experimentó la revelación de
su vida: nadie podría nunca igualarla.
La última vez, solo habían tenido sexo. Esta vez, le haría el amor.
Y le mostraría la gran diferencia que existía entre una cosa v la
otra...
Miley se dio permiso para querer, para tomar, para aceptar algo que se había estado negando durante ya demasiado tiempo. Las caricias de aquel hombre. Sus besos. La manera en que la hacía sentir tan feliz y tan deseada.
Y ya estaban devorándose.
Con urgencia.
Y no había vuelta atrás.
Ella le desabrochó la camisa con ferocidad y se la sacó de los
pantalones. Mientras, él la besaba, saboreando toda su boca, acariciándole todo
el cuerpo.
Ella tiró la camisa al suelo y extendió las manos sobre su torso
desnudo. nick pestañeó al sentir el calor de su contacto y una oleada de
fantasías y recuerdos inundó su mente.
miley lo obligó a caminar hacia atrás, más y más allá, hacia el
dormitorio en el que nunca había estado, no había querido saber dónde dormía
creyendo que así sería más fácil mantener las distancias.
Cuando llegaron a la planta de arriba, le preguntó, señalando con
la barbilla:
—¿La cama está por ahí?
—Sí. Si conseguimos llegar tan lejos.
Mientras avanzaban, él le abrió la blusa y la rodeó con los brazos
para desabrocharle el sujetador. En el instante en que le tocó la piel, se
encontró perdido. La arrinconó contra el quicio de la puerta y rellenó sus
manos con sus senos.
Ella gimió de placer y rodeó las manos de él con las suyas.
—¿Hemos llegado ya? —preguntó, sin aliento.
nick se rió y se inclinó para tomar un pezón entre los labios.
miley dejó escapar un gemido profundo y él supo que lo estaba
observando. Eso hizo que su entrepierna se tensara y cuando la lamió y la
chupó, ella le recompensó con unos sonidos increíbles. Mientras su boca seguía
ocupada con sus pechos, las manos no paraban. Le desabrochó los vaqueros y se
los quitó, haciendo una pausa para indagar entre los muslos. Estaba húmeda y
caliente y esa sensación le dio escalofríos de placer. Empezó a acariciarla con
insistencia y ella se desprendió de los pantalones para tener más libertad de
movimiento.
Entonces, él se hincó de rodillas. Le apretó los glúteos con los
dedos y escondió la cara en su estómago, haciéndola estremecerse de deseo.
Después, lentamente, arrastró la lengua por su piel suave y tersa. Levantó la
cabeza para verla y descubrió que ella estaba observándolo, con las manos
hundidas en su pelo. Hambrienta, ansiosa, expectante.
El la abrió aún más y la saboreó por dentro.
Ella gimió y el sonido que salió de su garganta lo excitó hasta
límites insospechados.
1 comentario:
siguela yaaaa
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